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The Last Guardian necesita que te involucres

¿No apto para todos los públicos?
Por Rafa del Río

Lo reconozco: tenía a Trico abadonado porque me daba pereza. Soy terrible y merezco que me denunciéis a la protectora de animales, pero después de unas navidades que se han saldado con varios juegos y un inicio de año con titulazos como NiOh, los recién comprados Yesterday Origins y Bioshock y el bombardeo permanente de betas con For Honor, Ghost Recon Wildlands y la prueba gratis de Rainbow Six Siege he estado demasiado liado con otros títulos. Y no me hagáis hablar de LittleBigPlanet 3...

 

El caso es que tenía abandonado al pobre Trico. Más de un mes sin darle de comer, sin echarle agua ni limpiarle los regalitos... angelito. Suerte que esto no es un Animal Crossing, o me habría encontrado las ruinas plagadas de esos bichitos negros tan desagradables que crujen como los doritos al pisarlos. Afortunadamente The Last Guardian no te pone pegas por abandonarlo un tiempo, así que ayer volví a jugarlo, en principio un rato, media horita, y al final me descubrí dedicándole tres horas, toda la tarde, porque el juego que había abandonado no era el mismo al que estaba volviendo a jugar.

 

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The Last Guardian depende mucho de ti

Ayer hablaba de lo megachachi que es la narración y las técnicas que usa Bioshock para contar su historia. Con The Last Guardian pasa algo parecido y, a la vez, diameralmente opuesto: Mientras en el juego de Ken Levine el equipo necesita que seas tú quien experimentes las situacione del juego para, a lo largo especialmente de sus dos primeras entregas, hacerte comprender su complejo universo, en The Last Guardian Fumito Ueda necesita que experimentes tu relación con Trico, pero no de forma rígida y meditada como en el caso de Bioshock, sino de una forma totalmente diferente y elástica que hace que seas tú, el jugador, la persona que sostiene el mando, quien desarrolle una relación con la mitológica criatura, usando a ese niño que parece un personaje de Ghibli como simple herramienta mediante la cual estableces el lazo. 

 

Ayer me enamoré de Trico. Suena raro, pero es así. Una vez superadas las primeras ruinas, una vez vi que la criatura se angustiaba al ver cómo me atacaban, tratando de abrirse camino a través de de una reja para protegerme, mi visión ante el juego cambió de forma radical. Aprendí a comunicarme con Trico y éste aprendió a confira en mí, y mientras el narrador continuaba con su tono melancólico contando una historia que aún no ha terminado pero él ya recuerda, yo me descubrí estableciendo una especial relación empática con este fantástico animal. 

 

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La magia de Fumito Ueda. 

No soy de hablar cuando juego más allá de reirme tras hacer algo especialmente cafre, comentar lo que veo o hacer bromas. Ayer, sin embargo, me descubrí saltando de una altura imposible hacia un abismo insondable y gritando '¡Triiicooo!' pidiendo ayuda a mi nuevo amigo. Mientras la cámara mostraba los ropajes del niño oscilando en su caida, Trico llegó junto a mí y, con delicadeza, detuvo el que parecía un final atroz cogiendo al niño con sus potentes mandíbulas y depositándolo con cuidado sobre su lomo. 

 

Os parecerá una idiotez, pero ese momento me pareció épico. Fue el momento en el que el juego dejó de ser eso, un juego, y se convirtió en una aventura. Trico ya no era una herramienta con la que solucionar puzzles, sino un amigo maravilloso con el que disfrutar la experiencia de esta huída imposible y melancólica. Y una vez más, como me pasó tras los primeros compases de ICO y Shadow of the Colossus, la magia de Fumito Ueda brilló en todo su esplendor hasta el punto de que estoy deseando ir a por la niña al cole, comer y retomar esta fantástica aventura que, ahora sí, me tiene embelesado.  

 

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Es curioso, porque no sé si todo esto es trabajado o, simplemente, le sale de forma natural a Fumito Ueda, pero lo que sí tengo claro es que hay que ser un genio para conseguir esta forma de transmitir a través deljuego consiguiendo despertar sensaciones en el jugador que son el equivalente del trabajo de hayao Miyazaki y su forma de conectar con nuestros niños interiores. Hoy, a dos semanas de cumplir 39 años, quiero tener un Trico y que sea mi amigo, quiero que me espera en casa mientras voy al colegio y que por la noche nos escapemos y vivamos mil aventuras juntos. Puñetero Ueda... esto es algo que no sentía desde que vi Totoro o leí La historia Interminable de Michael Ende, ¡y entonces aún tenía pelo y broncas con mis padres por las notas del cole!

 

¡Nos leemos!


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