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¿Se disfruta más un juego años después de su lanzamiento?

El hype, las expectatrivas y el ansia de acabarlo pueden malograr un gran producto
Por Rafa del Río

El otro día hablaba de la gran cantidad de buenos juegos que han salido y están por salir, así como de la imposibilidad de dedicarles el tiempo necesario a todos ellos. Terminaba diciendo que, bueno, a unas bravas, podremos rescatar a los olvidados cuando cambiemos de generación. Sin ir más lejos, uno de los primeros artículos que me publicaron en Mundogamers antes de ser parte fija del staff de redacción fue una pequeña guía de compras de todo lo jugable que se iba a quedar atrás en el paso a PSbox4. Para terminar de poner la guinda al pastel, descubrí que estaba disfrutando mucho más de GTA V en esta revisión para la next gen que en su original hace un año. Y la pregunta se hizo obvia:

 

¿Se disfruta más un juego años después de su lanzamiento?

Os voy a confesar una manía: Me encanta releer libros. Al principio fue una cuestión de necesidad, no había dinero para saciar el ritmo al que devoro novelas, y cada vez que me hacía con un nuevo libro de una saga, releía los títulos anteriores para recordar el contexto y alargar un poco el vicio. Lo he hecho con Tolkien, con Martin, con Pratchett, Christopher, Adan, Scalzi, Butcher, Glukovsky... Joer, con casi todos los libros que tengo en el despacho. Muy malo tiene que ser para que no lo relea, vaya.

 

Igual que con los libros, hubo una época en la que me dio por hacer maratones de juegos. ¿Salía Gears of War 3? Pues empezaba desde el uno y me cascaba la trilogía. Lo mismo hice con Max Payne, Halo, Uncharted e inFAMOUS. Esto, unido a las pasadas Navidades, en las que la sequía de lanzamientos me obligó a jugar varios títulos que tenía en el desván, me descubrió un hecho interesante: Me resultaba mucho más sencillo captar la historia y sumergirme en el juego una vez habían pasado unos meses de su lanzamiento que cuando los cogí por primera vez, ansioso. 

 

El primer Bayonetta, un regalo en la eShop

 

Así, títulos que no me habían gustado demasiado, como Risen o Two Worlds, me parecieron estupendos en una segunda vuelta. Divinity Eco Dragonis me impactó mucho más que la primera vez que lo puse, y las sagas FEAR y Condemned ya no eran mera cuestión de matar por matar, si no que tenían una historia de fondo. 

 

Lejos de la manía de avanzar

No sé si os pasará a vosotros o es que soy un bicho raro, pero me puse a pensar un poco acerca del porqué de esto. Aparte del hype, del ansia de jugarlo y de la impaciencia de no leer las intros ni prestar atención a las cinemáticas se unió un motivo que creo que es, al menos en mi caso, el que hace que disfrute mucho más un juego cuando éste ya no es portada del Game Informer: Ya no sufro del ansia de avanzar por avanzar.

 

Beyond Good and Evil. 

 

Cuando te enfrentas a un juego en la calma de una sequía de lanzamientos o simplemente porque te apetece darle una segunda vuelta, pasa como cuando te lees algo de Pratchett por segunda vez: Ya no estás impaciente por saber qué ocurrirá en la segunjda página y, como en toda buena obra de Tolkien, puedes limitarte a disfrutar de la situación, sin prisas, sin agobios, oliendo las flores y viendo volar a las mariposas.

 

Dice el viejo adagio que la mitad de la diversión está en el camino, y cuando realizas el camino deprisa y corriendo, agobiado por cuál será el próximo susto o dudando de si serás capaz de llegar al final, la gracia de la sorpresa se mezcla con el estress de la incertidumbre, y eso hace que, al final, la experiencia no sea tan gratificante como debería. 

 

Hay que tomárselo con calma.

Uno de los títulos en los que más he notado esto ha sido mi muy querido The Evil Within. Empecé a jugarlo con prisas, ansioso, inquieto y con un par de bultos en la garganta que poco tenían que ver con la agmidalitis. Llegado a cierto punto me dí cuenta de que estaba 'malgastándolo' y me dije 'se acabó'. Apagué la consola, me puse una copa y volví a empezar desde cero dedicándome al bonito negocio del looteo y del asesinato sigiloso. La experiencia así fue tan gratificante que, una vez terminado y siendo uno de los títulos que más he echado de menos tras acabar, decidí retomar Alone in the Dark para jugarlo así, paseando, tranquilo, sin prisas... Y vaya si me está gustando más que la primera vez.

 

Alone in the Dark. Intenso.

 

Hay que tomárselo con calma, pero no sólo a la hora de jugar, sino también a la hora de hacerse con el juego. Tal y como decía ayer, me he visto obligado a no adquirir muchos títulos porque me parece ridículo comprarlos de lanzamiento para tenerlos cogiendo polvo en la estantería, pero también he optado por dejarlos 'en la recámara' para evitar todo ese hype absurdo y todas las expectativas que se crean alrededor de un título el día de su lanzamiento: Los piques por ver quién le echa más horas en la página principal de tu consola, la competición con tus contactos para llegar antes al final, hacer más puntos, matar más enemigos, gastarse más en ropa...

Yo paso.  

Voy a tomármelo con calma, y puede que pronto rejuegue a Shenmue en Dreamcast o el primer Fable en Xbox. ¿Por qué?  Porque es como volver a quedar con los amigos del colegio y nunca decepcionan.

 

Eso sí, me gustaría saber qué pensaís vosotros de toda esta paja mental. ¿Rejugáis algunos juegos? ¿Los disfrutais más o menos esa segunda vez? ¿Aprovecháis para descubrir más cosas e investigar un poco más?

Vosotros mismos. 

 

¡Nos leemos!


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