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Rocksmith, por fin un juego de guitarra para guitarristas

La culminación del género
Por Raúl Rosso

Los juegos musicales están de bajona después de que las guitarritas de plástico de Activision y sucedáneos se prodigaran tanto que ahora parecen ser un odioso periférico del pasado sin forma poder exprimirse más, que ya sacaron bastantes variantes y popurrís. El siguiente paso evolutivo era más que evidente, y de hecho era la típica frase que los virtuosos musicales espetaban cuando se ponían por delante un Guitar Hero: “Esto con una guitarra de verdad estaría bien, así es una tontería”. Pues aquí tienen Rocksmith.

 

Nos llega sin hacer apenas ruido prácticamente un año después de su lanzamiento en Estados Unidos, aunque por el camino por lo menos se han incluido más canciones, algún modo de juego nuevo y la posibilidad de enchufar un bajo. Efectivamente, aquí nos hace falta una guitarra real para disfrutar de la experiencia, conectándola a la consola a través de su propio cable conversor. Aparte, Gibson se ha marcado una edición exclusiva de su Epiphone Les Paul Junior cuya única diferencia con respecto a cualquier otra es una serigrafía con el logo del juego, así que déjense de tonterías.

 

Aquí todo se amplifica (qué bien traída la expresión), pues si antes nos valíamos de los sempiternos cinco botoncitos de colores y la palanca que emulaba el rasgueo de las cuerdas, aquí tenemos seis cuerdas y un buen puñado de trastes dependiendo de nuestro instrumento, amén de la necesidad de realizar acordes y la posibilidad de detectar slides, bendings y demás recursos con nombres molones. O lo que es lo mismo, empezamos tocando cuerdecitas siguiendo la pianola que nos adelanta la pulsación a realizar y podemos acabar replicando exactamente con nuestra guitarra la partitura real de los temas. El componente didáctico está lejos de duda, y aquí ese primo pequeño no podrá hacerse el gallito con sus amigos diciendo que sabe tocar la guitarra. La de plástico, claro.

 

 

La selección musical es muy acertada y se aleja de chaladuras y concesiones al mainstream menos afín al sonido metálico más puro. Desde el House of the Rising Sun de The Animals al Song 2 de Blur, pasando por Sunshine of Your Love de Cream o el Sweet Home Alabama de los Lynyrd Skynyrd. Desde el rock más puro de los 60 y 70 al malrollismo deprimente de los 90 o mezcolanzas más contemporáneas. Se nota que Ubisoft ha sabido dar un enfoque diferente al producto acorde al tipo de usuario al que va dirigido. A los DragonForce mejor dejarlos tranquilos por el bien de todos.

 

El 27 de este mes llega a las tiendas con un halo de escepticismo encima, pues da la sensación de que parece haberse hecho un poco tarde para este tipo de productos, y más dado el retraso que ha sufrido en nuestro país. Quizás el gran público ya tenga la cabeza en otro tipo de interactividades relacionadas con las posibilidades táctiles en los nuevos dispositivos de hoy en día, pero servidor, y presupongo que muchos otros usuarios, esperan ansiosos la nueva y verdadera culminación de los “guitar games”.


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