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¿Quiénes son los gamers?

Definiciones no muy bien definidas
Por Dayo

Hace un tiempo, no recuerdo exactamente cuándo, me las di de listo y acuñé la palabra “softófilo”. El propósito era matizar “gamer” para así marcar una división entre la gente que juega a videojuegos y la que realmente los aprecia: un equivalente a “melómano” o “cinéfilo”. El título de gamer es uno que se gana muy fácilmente: basta que juegues un poco a los juegos más conocidos, lleves un par de camisetas con referencias frikis y ya está, formas parte de nuestro clan. Te cantaremos para darte la bienvenida, como en Aladdín y el rey de los ladrones.

 

No estoy diciendo que me disguste que haya tanta gente jugando a videojuegos; ni borracho se me ocurriría decir semejante imbecilidad. Cuanta más gente aprecie este medio, mejor. Mi estimado compañero Bruno Louviers habló ayer sobre definiciones y terminologías y, aunque me gustaría tener algún efecto en la denominación (de ahí mi invención de esa palabreja), más que combatirla por un momento me gustaría pararme un momento y analizarla ¿Cuál es mi problema con “gamer”? ¿Qué la diferencia de otros términos?

 

Todos mis amigos ven películas, pero sólo unos pocos son cinéfilos. Eso no significa que no vayan mucho al cine sino que marca un nivel de aprecio. Un cinéfilo da un paso más allá: conoce los distintos puestos necesarios para llevar a cabo una película, sabría identificar varios directores, reconocer la calidad de la dirección de fotografía o el montaje y una conversación con él va a un nivel más profundo que simplemente “me ha gustado” o “Dios, Johnny Depp estaba buenísimo”. Un cinéfilo es una suerte de erudito, alguien que no sólo ve cine sino que sabe de cine. Sin embargo, un gamer es cualquier persona que juegue a videojuegos. Eso puede cubrir desde aquél devoto a las sagas más doritotásticas al hombre que sólo juega a títulos flash en internet y no se mueve de los serious games o cualquiera de mis compañeros. Estamos todos en el mismo saco porque “gamer” no marca un nivel de erudición sino el aprecio a un hobby.

 

He leído varios artículos hablando al respecto y algunos opinan que el término define más un estilo de vida que otra cosa. Gente como Ben Kuchera habla sobre gente que se define como gamer primero y luego como persona, poniendo sus preferencias de consolas y sagas delante del resto de aspectos. Y luego puede que el tipo lo único que haga sea jugar a Halo todo el día, pero es un gamer. El anuncio de Gamefly, un servicio de alquiler online disponible en los EE. UU., muestra a un joven diciendo que “no eres un gamer de verdad” si no dispones de este servicio. Existe incluso comida dirigida a los gamers. Casi parece una invención publicitaria para tener un público objetivo al que llamar la atención y decir que puede saciar su necesidad desesperada por pertenecer a un grupo si consume determinados productos. Es un hobby, por amor de Dios, no un estilo de vida. Salvo que, en realidad, hay otros grupos que llevan sus aficiones más allá del aprecio. Como los heavys.

 

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Reconocer un fan del heavy metal es muy fácil. Llevan camisetas de heavy metal. Visten como sus ídolos, van a lugares donde sólo ponen música de sus ídolos y donde el ambiente emula el de sus ídolos. Igual que hacen los rockeros. Alguien saltará y me dirá que “no, yo escucho heavy metal y no visto así”. Vale, hay casos de todo tipo, pero basándome en la experiencia esto es así en la inmensa mayoría de las veces. Y, sin embargo, hay una diferencia entre ellos y los gamers. No está en que escuchen un género musical muy concreto sino que esos mismos géneros definen un estilo de vida. El rock se materializó como una forma de rebelión, de explosión enérgica juvenil catalizada a través de la música. Los grupos son el eje porque simbolizan ese espíritu y de ahí viene esa devoción. Algo parecido puede pasar con los fans del fútbol (¿futboleros? ¿Forofos? No sé), pero una vez más hay una diferencia notable ya que el fútbol está en todas partes. Va más allá de los partidos: hay noticias constantes sobre traspasos, declaraciones, lesiones y demás. Puedes seguir la actividad de los distintos jugadores y equipos de cerca y la gente lo hace y se interesa de ello. Las conversaciones de fútbol son más profundas que simplemente comentar el resultado: hablan sobre los equipos, el estado de los jugadores, el rendimiento de cierto entrenador. Saben muy bien lo que dicen e, incluso si su equipo pierde, pueden decir que han jugado bien ¿Tiene el gamer promedio un nivel de conocimientos así? Se me viene a la cabeza los casos en los que se ha dicho que sólo el 20% de los jugadores terminan los juegos o, por ejemplo, una entrevista con un miembro de 343 Industries en la que decían que la mayoría de la gente no sabe quién hace un videojuego.

 

Entonces ¿por qué somos todos “gamers”? Quizá que porque un día los videojuegos fueron impopulares y necesitábamos algo para sentir que no estábamos solos. Quizá fuera esa voluntad por sentirnos unidos en el exilio la que impulsase a que todos los que tocaran un mando estuviesen en la hermandad. Pero el mundo cambia y, ahora que los videojuegos mueven miles de millones al año, no estoy tan seguro de que esa necesidad de hermandad siga siendo tan, bueno, necesaria. Hay mucha gente que juega a videojuegos hoy día, incluso mujeres, esas extrañas criaturas que os echan spray de pimienta cada vez que las miráis. Está bien querer sentirnos unidos por un hobby, pero parece que ahora mismo es un término más utilizado por los publicistas que para otra cosa. “We are gamers”, dice el cartel de la Madrid Games Week ¿De verdad? Quizá esté siendo un snob y un separatista, pero el lenguaje es muy importante en la sociedad y si algo tan vago como el aprecio a un medio, sea en el grado que sea, nos puede unir, entonces no sé qué clase de hermandad somos y, por tanto, no sé qué clase de valor tiene esa palabra. Somos un lío informe.


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