Profesionales de andar por casa: Quiero que hablen de mí

Estoy flipando con el tema de The Witcher 3: Wild Hunt. Lo estoy flipando jugándolo, porque a pesar de los remaqueados errores los polaquitos lo han hecho realmente bien. Y estoy flipando con la gran cantidad de estupidez que parece flotar junto al hashtag #Witcher3 por parte de esos 'profesionales' de andar por casa que, como digo en el título, quieren que hablen de ellos, aunque sea mal. 

 

Filosofía profunda

Decía uno de los mayores filósofos y librepensadores que ha dado a luz la humanidad, Willie Wonka, que es imposible gustarle a todo el mundo. En base a eso, y como no seré yo quien le discuta nada a Gene Wilder ni a Roald Dahl, es normal que en este mundo haya quien piense que The Witcher 3 no es la última maravilla albina que nos está pareciendo a un gran sector del público. 

 

Entiendo que haya quien quiera que sea un Final Fantasy, un Fable o un Bloodborne, porque en este mundo hay de todo, pero de ahí a la estupidez del 'quiero que hablen de mí' va un trecho. Como digo en el subtítulo, un cinco, como el que merecidamente se llevó en esta santa casa Assassin's Creed Unity por sus múltiples errores, es una nota de atención. Un cero, como los muchos que pululan por la red en manos de voceras independientes, es una demostración de absoluta estupidez y de querer dar la nota.

Y esto tiene poca vuelta de hoja.   

 

 

¿Lo has jugado acaso?

El otro día hablaba un lector de que la jugabilidad de Witcher 3 no puede ser buena porque la del 1 era mediocre, en metacritic se lleva ceros a punta pala por cosas tan variadas como 'el mundo es aburrido', 'los gráficos son una mierda', 'el combate es un coñazo' y, mi favorito de todos, 'la voz de Geralt es horrible', que esta última es de no me he enterado un carajo de qué es exactamente a lo que estoy jugando.

 

Clon de Dragon Age -?-, mal movimiento de cámara, historia típica -???-, es un mal port de la versión de consola/es un mal port de la versión de PC -???-, árboles, campo y hierba por todos lados -y ningún Mercadona cerca, sigh-, malas expresiones faciales -????- y, mis dos favoritos: 'demasiado diálogo, no para de hablar' o 'los monstruos parecen inventados y no tienen nada que ver con la realidad'. Esta última casi hace que tire el café de la risa.

 

El caso es que, entre tanto verde de las valoraciones, el rojo siempre destaca. Destaca para que te lean. destaca para que hablen de ti, y destaca para que así, con suerte, rasques un par de visitas al perfil, aunque sólo sea para ver quién es el gilipollas autor de la perlita. 

 

 

Criticar y criticar

Está bien que haya quien no esté de acuerdo con la fiebre del momento y le guste ir contracorriente, aunque sólo sea por hacer la gracia o por sentirse guay y original. Sin embargo hay un punto de no retorno para todo, una mínima limitación a la coherencia de los argumentos que distinguen a alguien que pretende llevar la contraria de un imbécil con tiempo libre. Os daré una pista: Esa limitación es la lógica. No puedes quejarte de monstruos inventados en un mundo de fantasía, no puedes quejarte de campo, hierba y arboles en un juego de corte medieval, y no puedes decir que la historia es típica cuando está a años luz de cuaslquier profundo RPG al que hayamos jugado en los últimos 20 años.

 

Puedes decirme que no te gusta el sistema de combate, que el escenario te parece aburrido o que hay demasiado texto, pero no que la voz de Geralt es mala, que los 'actores' parecen robots o que el juego es un clon de Inquisition. Y no puedes porque sería como decir que el sol sale de noche o que el negro es el tono más bello de rosa. Las cosas son así, y poco hay más que defender en estos casos.  

 

Resumiendo para todos los discordantes que quieran ser alguien algún día: Hay cosas que no tienen sentido. No tiene sentido ponerle un cero a un juego porque nadie apostaría por publicar un juego de cero. No tiene sentido criticar a un juego por ser de un género y no de otro, y no tiene sentido defender posturas indefendibles sólo por seguir ocupando el tiempo. Cualquier tonto con un teclado se cree Mariano José de Larra pero, creedme, a veces la propia percepción nos juega malas pasadas. 

 

¡Nos leemos!

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