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Pokémon X/Y y su mundo de criaturas ¿amigas?

Un ecosistema en tenso equilibrio
Por Adrián Suárez Mouriño

A tenor del veinte aniversario de Pokémon llevo todo el fin de semana jugando a Pokémon Y, uno de los títulos que representa la más reciente generación de Pokémon, y de las mejores. De Pokémon siempre me ha gustado cómo hacen malabares para explicar el sentido de la existencia de los Pokémon pero sin explicarla jamás del todo. Kalos y el resto de las regiones dependen enteramente de estos seres, y estos parecen saberlo, siendo dóciles cuando hay que serlo, agresivos cuando toca, amables con el viajero que hace su peregrinación Pokémon y rápidamente domesticables cuando entran en una Pokeball.

 

El vínculo de amistad entre Pokémon y humano crece a medida que caminan juntos, lo vimos ya en Pokémon amarillo, y estas criaturas ni se mosquean aunque existan laboratorios en el mundo que experimentan con ellos, los clonan, los dopan y controlan a voluntad cuando evolucionan y cuando no. Obviamente, esto no es una crítica, criticar esto sería como señalar con el dedo que no tiene sentido que Mario sea fontanero o que un dinosaurio escupe fuego tengan tendencias a secuestrar una princesa. Poner en duda la coherencia de un videojuego salido de una máquina de Nintendo creo que está de más.

 

 

La gracia es que esta relación va más allá juego tras juego, llegan nuevas opciones, nuevas características y nuevas maneras de entrenarlos que entregan nuevos matices de esta. Se sigue insistiendo en que los Pokémon están de acuerdo con esta amistad con los humanos; uno duda de que a un Metapod le guste luchar, ¿pero quién soy yo para dudar? Quizás las historias nunca alcanzan un grado de profundidad tremendo precisamente porque lo interesante resulta dejar en el aire esa duda, es decir, que lo óptimo es entregar al jugador la afirmación de que Pokémon y humano comparten un vínculo que los anima a colaborar a favor de estos últimos. Visto así, el trasfondo de Pokémon no es ninguna chaladura, y es incluso interesante.

 

Es complicado llegar a explicar plenamente la existencia de monstruos en un mundo. Tenemos nieblas que vomitan criaturas maléficas, brujos que las invocan e incluso la explicación de que son los animales que pueblan ese mundo. Lo curioso en esta última explicación es que no ha sido hasta los trailers de Horizon Zero Dawn que hemos visto una fauna que depende la una de la otra, es decir, un ecosistema sano.

 

Pocas veces se desarrolla la verdadera naturaleza de estos seres y es común recurrir a una mezcla entre monstruos que existen en el mundo real y las invenciones particulares de cada autor. En eso cabe destacar a The Witcher 3, que hace de la existencia de abominaciones, espectros y monstruos el trabajo del protagonista, siendo su eliminación parte de sus tareas y explicando su naturaleza de paso.

 

No digo que haya que explicar la naturaleza primigenia de los Pokémon, su naturaleza, nacimiento, vida y milagros, sino al contrario, alabo la tensión que construye Game Freak con respecto a esto y que me fascina y exploro siempre que me sumerjo en un Pokémon. Tiendo a buscar errores de esta relación, averiguar hacia donde la quieren llevar ahora, ver las reacciones de los Pokémon y cómo el mundo de juego evoluciona, cimentado en una simbiosis del que todo el mundo en el título habla pero de la que sabe realmente muy poco. Pokémon no suele ofrecer videojuegos con historias complejas, pero ver cómo llevan adelante esta tensión de la que hablo es lo que busco en un Pokémon en ese apartado, y suelo encontrarlo.


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