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Masacre: recogiendo el testigo de God Hand

Aterriza con todo su contenido
Por Alvaro Ondina

God Hand no era un juego especialmente llamativo. Aunque contaba con un buen diseño artístico, técnicamente se quedaba bastante lejos de los más notables ejemplos de PlayStation 2, hasta el punto de que en ocasiones denotaba una dejadez visual que hasta parecía intencionada. Incluso su planteamiento jugable parecía escapar de esa redondez a la que nos solía tener acostumbrados un genio como Shinji Mikami, si bien la contundente sensación brawler que transmitía hacía que se le perdonara todo.

 

Lo genial de God Hand es que, a pesar de la aparente dejadez, todo estaba calculado al milímetro. Esa cutrez, esa programación casi soez, el apagado colorido... No era propio de Capcom, y mucho menos de los genios de Clover, pero ahí estaba la cosa. Con todo, lo mejor de todo era cuando cogías el pad y comenzaba el espectáculo, traspasando la frontera de lo audiovisual y de la propia metodología lúdica para saber sacarnos más de una sonrisa con un arte que parecía mezclar a partes iguales a los Monty Python, Benny Hill y la más socarrona comedia de Takeshi Kitano.

 

A veces parece que los japoneses son los únicos que saben hacer un brawler contundente.

Y el tiempo pasó, saltamos de generación y, mientras tanto, ningún otro título logró suscitar las sensaciones de aquel God Hand. La sabia combinación de acción salvaje y cachondeo absurdo se atisbaba en obras como Shadows of the Damned (del propio Mikami), Eat Lead o el increíblemente cutrón Duke Nukem Forever, pero hacía falta algo más para llegar a evocar al maestro de la tollina más salada. Y es cuando Activision anuncia el desarrollo de Masacre (Deadpool) por parte de los siempre eficientes muchachotes de High Moon Studios, los tipos de los últimos Transformers.

 

Era un buen presagio. Buenísimo, de hecho, ya que, en primer lugar, High Moon ha demostrado por activa y por pasiva que son unos desarrolladores ciertamente eficientes. Su primer trabajo, Darkwatch (para PlayStation 2 y Xbox) fue la respuesta consolera al gran Painkiller, y la verdad es que los resultados fueron sorprendentes. Su Bourne Conspirancy no estaba mal, y los juegos de Transformers en los que ha metido mano pueden presumir de ser de lo mejorcito que ha visto la robótica licencia.

 

Irreverente es quedarse corto con este Masacre.

Por su parte, Masacre es un personaje digno de estudio. En el universo Marvel no abunda el humor absurdo, más allá de los mareantes monólogos de Spiderman o la añorada locura de aquella Hulka de John Byrne. Pero oye, fue leer algunos números de Masacre y reírme más que con El Jueves. Concretamente, recuerdo un número en el que Masacre viaja por el tiempo y termina asumiendo el papel de un joven Peter Parker, donde los responsables de dicho cómic fusilan viñeta tras viñeta uno de los clásicos números de Spiderman y meten a lo bestia a Masacre y sus despropósitos. Juro que lloré de risa.

 

Con esa combinación en mente, nada podía salir mal. Y voto a bríos que Masacre es un juego divertidísimo. A nivel técnico no hay nada que reprocharle, y en lo que a jugabilidad se refiere tenemos un beat'em up de lo más entretenido. Pero son las mamarrachadas del protagonista las que hacen de Masacre un juego prácticamente imprescindible, donde se rompe la cuarta pared constantemente y las risas surgen cada dos por tres. Wade, nuestro personaje, no tiene compasión ni con sus armas ni a la hora de insultar al personal, del mismo modo que es capaz de confundir los pectorales del mutante Cable con los senos de una guapa animadora. Pura locura que evoca lo mejor de aquel God Hand que tantas carcajadas provocó con los puntapiés a los testítulos enemigos, con risas enlatadas y todo.

 


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