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Mad Max y el compañero del héroe

Chumbucket y sus monólogos
Por Rafa del Río

Sigo jugando Mad Max sin que éste haya perdido ni una pizca de interés para mí en las dos últimas semanas... ¿dos semanas y media? bah, por ahí. A lo que voy es que, junto a todo ese rollo que ya os conté del realismo de las acciones, la tormenta perfecta o la manía de la Warner de sacarnos de nuestras casillas en las pantallas de carga, hay algo que no habíamos tocado aún: 

 

El papel del compañero del héroe

Interpretado en este caso por Chumbucket, la versión mecánica y dedinegra de Quasimodo haciendo del Sancho Panza particular de nuestro Quijote sobre cuatro ruedas, el papel del jorobado es imprescindible tanto en el desarrollo como en la jugabilidad de Mad Max, y con el paso de las horas de juego se convierte en alguien tan necesario como entrañable. 

 

 

Son muchos los factores que hacen que le vayas cogiendo cariño a Chumbucket: Su colaboración es inestimable a la hora de combatir contra los vehículos e infiltrarnos en las fortalezas acabando con las defensas del perímetro, su fidelidad es a prueba de bombas, convencido en su extraña fe de que somos El Santo, el elegido para conducir El Ángel. Por último, sus habilidades mecánicas nos serán imprescindibles a la hora de arreglar nuestro Magnus Opus y de mejorar su rendimiento.

 

Sin embargo, donde más luce la compañía de Chumbucket es en la soledad del páramo y sus múltiples diálogos, más bien monólogos, con el bueno de Max. Un doblaje excepcional que ya os sonará de algunos juegos de Rockstar se une a genialidades, consejos, un diálogo delirante y algunos apuntes de lo que sucede a nuestro alrededor que, de alguna forma, completan esa experiencia de ensimismamiento del héroe.

 

Un Sancho Panza de primera

No es la primera vez que un videojuego nos obliga a contar con la compañía obligatoria de un personaje secundario, pero Mad Max lo hace mejor que otros títulos. Chumbucket no es tan pesado como la frustrante -aunque tremendamente atractiva- compañera en Resident Evil 5. No hace falta preocuparse por él como por la hija del presidente en Resident Evil 4, pero tampoco se dedica a dar paseos estúpidos a nuestro alrededor como los secundarios de Naughty Dog en Uncharted o The Last of Us.

 

 

A este respecto, la IA de Chumbucket es estupenda, y aunque también es cierto que su lugar es siempre a lomos de El Ángel, sin moverse del coche salvo en las fortificaciones en las que somos bien recibidos para mirar la presión de los neumáticos, también es cierto que su comportamiento a lomos del vehículo es más que correcto.

 

Como si de un Jorobado de Notre Dame se tratara, Chumbucket salta de la trasera del coche al capó para apagar el fuego del motor, se agacha a por el gancho, dispara torpedos, esquiva a los atacantes o se esconde de la tormenta mientras nos pide que huyamos. Y lo mejor es que todo esto se hace sin caer en la repetición del mensaje: Una vez es suficiente y sobra para entender lo que pasa. 

 

Necesitamos más compañeros leales

Porque Chumbucket acaba por perfilar un juego que, lejos de ser obstaculizado por su presencia, es incomprensible sin su actuación. Estoy acostumbrado a que me sobren los compañeros en juegos como Dragon Age, Risen 3 o Fallout, pero en Avalanche han encontrado la fórmula perfecta para que vayamos acompañados sin sentirnos asfixiados. Bien por ellos.

 

¡Nos leemos! 


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