Los zombis siguen mostrando a la mejor Telltale
Si por algo se ha hecho famosa la franquicia de Robert Kirkman y Jay Bonansiga no es, en realidad, por los caminantes. En las múltiples evoluciones que viene sufriendo el género de los muertos vivientes en cine, literatura, novelas gráficas y videojuegos, la última se ha centrado en representar a un nuevo tipo de monstruo: nosotros mismos. Es un acercamiento interesante que permite explorar los lugares más perversos de la psique humana. Mientras utilizas un mundo lleno de come-cerebros como telón de fondo, muchos entrarán por el continente y se quedarán por el contenido.
En el vaivén cualitativo que lleva sufriendo Telltale Games desde la presentación de su nuevo modelo para contar historias, la primera temporada de The Walking Dead sigue resonando en muchos oídos como lo mejor del estudio. Si es el ganador de una categoría de los Steam Awards 2016 es porque hay parte de razón ahí. Tampoco vamos a ignorar que el primer encuentro con unas mecánicas que hoy dejan entrever sus taras tuvo algo que ver, por aquél entonces no se podía ser tan crítico porque no había con qué contrastar una evolución o un estancamiento. Hoy se pueden afirmar muchas cosas como, por ejemplo, que el verdadero potencial del estudio sigue encontrándose en su adaptación de The Walking Dead.
La evidencia es todavía mayor si, como en mi caso, vienes de Batman - The Telltale Series. No digo que no se pueda hacer algo digno enfundándose la máscara del murciélago, de hecho espero que en su segunda temporada se alcance el nivel que no ha tenido su estreno, pero mantengo mi convencimiento de que las mecánicas centradas en la toma de decisiones in extremis funcionan mucho mejor en el mundo de Clementine. Como mínimo eso parece. No me quiero aventurar demasiado y afirmar que este es el camino a seguir -con Batman me llevé una colleja por pensar algo similar- pero los dos primeros capítulos de The Walking Dead: A New Frontier apuntan maneras.
Durante la segunda temporada se exploró algo que causó controversia. Hablo de pasar a controlar a Clementine, la niña que durante los primeros cinco capítulos de la serie recibe los buenos o malos consejos de Lee, nosotros, para más tarde pasar a caminar sola. Siendo ella, se pierde la independencia de un personaje que hasta el momento había construido su escala de valores, su ética, de manera colateral. Clem era la consecuencia de nuestros actos. Por suerte en el estudio han sabido corregir el error y esta tercera temporada cede el testigo a Javier, mientras ella vuelve a su rol original sin que por ello pierda una pizca de protagonismo.
Sin embargo lo más destacable sigue encontrándose en esas decisiones que consiguen dar la sensación de que lo elegido importa, aunque a efectos prácticos todo conduzca a un punto similar. Las relaciones de confianza o prudencia que mantienes con cada persona te definen como individuo mientras Clem, esa persona al borde de desistir en lo que a pertenecer a un grupo se refiere, sigue construyéndose a sí misma. Esta Telltale, aunque conocida, es la que más me gusta. Aunque siendo inconformista, no estaría de más que al terminar la temporada se pueda hablar de alguna innovación, de una nueva frontera alcanzada.
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