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Lego, cine y videojuegos: Sin lo primero, mejor

En mis tiempos, tó esto era cutre
Por Kysucuac

Echo de menos el hechizo de ataque Flipendo. Si has entendido las últimas cuatro palabras de la frase anterior, te quiero. Flipendo era la base de Harry Potter, su forma de ser, su todo. No, no hablo de las películas, sino de los primeros videojuegos. Harry Potter y la Cámara Secreta es un juego que tengo grabado en mi memoria y en mi corazón. Era cutre, pero tierno. Y esa cutrez y ternura no la encuentro a día de hoy en los juegos basados en películas.

 

Existe en nuestros días una fiebre incurable basada en videojuegos de Lego. Jurassic World, Batman, Star Wars... Todos ellos han caído en las afiladas fauces (en realidad son más bien cuadradas) de Lego. Y la verdad es que este tipo de juegos no es santo de mi devoción. Yo prefería aquella antigua moda de sacar un juego al mes de la película, que fuera una chorrada enorme que todo el mundo se iba a comprar porque, coñe, ¡era el juego de la película! Si funcionó el videojuego del Internado, ¿por qué no iba a hacerlo el de El Señor de los Anillos?

 

En cambio, hoy en día, como mucho encontramos videojuegos de superhéroes. Y demos gracias que tenemos ahí a Batman dándolo todo. Pero, no, no tenemos videojuegos de películas, no se trata de una adaptación pixelada como lo fueron los primeros juegos de Harry Potter o hasta Orígenes de Lobezno (que eso no está al mismo nivel de cutrez, pero se me entiende). Es más, hoy he ido al cine a ver, por fin, Ant-Man. Y he pensado “Uy, pues molaría un juego de esto, esta escena quedaría bien, y podría tener estas habilidades...”. Lo mismo me vino a la cabeza viendo Los Vengadores, pero, oh, vaya, ¡Lego ataca de nuevo!

 

De verdad, basta, Warner, no sobreexplotemos un mismo producto todo el tiempo. No soporto a esos muñecos amarillos invadiendo las películas que me gustan. No, no hablo de los minions. Gru ni siquiera me gusta. Hablo de todos y cada uno de los personajes que pasan de la gran pantalla a las consolas con forma de playmobil (que no, Kysu, que son Lego, no Playmóbil. ME DA IGUAL). Que sí, que son muy guays, que sí, que son menos infantiles de lo que parecen, blablabla. No sabéis cuánta gente me ha aconsejado ver la Lego Película. Y aquí sigo, sí, sin verla, y siento que no me pierdo nada.

 

Os doy permiso a aquellos a los que os encante lo que hace Lego con las películas a lincharme, a odiarme, a no estar de acuerdo. Cada uno tiene su opinión, por supuesto, pero no me negaréis que echáis de menos esos juegos que, bueno, hicieron lo que pudieron con unos gráficos limitados. Aquellos juegos que nos vendieron lo mismo que vimos en el cine, pero con algunos extras y con mucha más cutrez de lo visto en las butacas, formaban parte de la película. Por eso no puedo olvidarlos. Hace poco os hablaba precisamente de la simbiosis, del feedback, existente entre los juegos y las películas, y en cómo afectaba el orden de los productos, si es que afectaban. Algunos juegos sobran, igual que sobran algunas películas basadas en juegos. Pero algunos se nos quedan en el recuerdo de esa forma tierna, como cuando sueltas un “Es fea/o, pero simpática/o” y te dejas llevar.

 

Juegos como aquel Harry Potter y la Cámara Secreta, o El Señor de los Anillos: Las Dos Torres ya no se hacen. Vale que son sagas que ya han visto su final, pero hay otras que están ahí, esperando a que Lego las suelte, para convertirse en lo que una vez fueron. A mí me gusta llamarlo “arte de vanguardia”. Pero, sí, eran la cutrez absoluta y eso los hacía maravillosos.  


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