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Las personas y los nuevos subgéneros

Mirar más a los protagonistas, cambia el juego
Por Adrián Suárez Mouriño

Esta nueva generación que ya no lo es tanto nos está anunciando algo nuevo: la creación de un buen puñado de subgéneros formado por un nuevo, mejor y más profundo acercamiento a las personas que protagonizan los títulos. El miedo, cuando llega en un juego de terror, lo hace ahora a través de la soledad; y superando el antiguo y tradicional horror de bicho feo apareciendo de un armario. Los puzzles son emocionales, resolviendo los acertijos de la mente con quien hablamos y los combates dependen cada vez más de entender al otro, no de machacar botones.

 

Todo esto ya lo habíamos visto antes, de hecho en videojuegos experimentales como el Deus Ex Machina de 1984, ya el videojuego se centraba en acompañar desde el nacimiento a un individuo, centrando toda la atención en las distintas etapas de su vida creada a partir de una caca de rata; pero es ahora cuando está cobrando más importancia y relevancia que nunca, como si una mejor calidad gráfica se hubiera transformado en una lupa que nos permite ver más de cerca a quien controlamos, y sí, intentar entenderlo, orientando hacia eso el grueso del videojuego.

 

Se ha llegado a un punto en el que contar con un personaje profundo, de mente atractiva, capaz de construir conversaciones interesantes y a través de ello una buena trama; pero no porque sea de calidad per se, sino porque se cuenta bien y te importan quiénes la cuentan.

 

 

Esto está transformando los géneros, siendo el más afectado el de la aventura gráfica; del que se han empapado el resto de los juegos. Quién le iba a decir a LucasArts y compañía que esas pausas en las que el mundo se detenía para conversar y hablar iban a recobrar todo su sentido al apreciarse los interlocutores más vivos que nunca.

 

Ahora hay más humanidad que nunca, y por lo tanto también más aventura gráfica; en The Last of Us, en The Walking Dead, en P.T. en... Y esa impresión luego se retorna luego a otros juegos, a otros géneros, que a la vez regresan a ellos. Y es curioso, porque cuando se le resta importancia al protagonista, cuando se le supone mucha, se obtiene un extraño sentimiento de misterio. ¿A quién encarnamos, por qué se viste de figurante anónimo?

 

Hay ganas de ver hasta donde llegan este conjuntos de subgéneros cimentados en el acento que ahora lleva la palabra “persona” en nuestro medio; que aunque no se vea, está ahí.


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