Larga vida a Dishonored

Puesto que tiene pinta de que Dishonored 2 va a ser el juego protagonista en la conferencia del E3 de Bethesda, no está de más recordar que su primera parte es un juego imprescindible que espero que todos hayáis jugado o al que, tras lo pesados que somos unos cuantos con él, al menos no le hayáis cogido tirria y de verdad le déis una oportunidad cuando tengáis la ocasión. Y la tenéis, porque ahora que No Man's Sky se ha retrasado y junio queda un poco huérfano de juegos, es el momento perfecto para retomarlo. 

 

Además, seguro que después de que muestren el primer gameplay durante el E3 2016, las ganas de catarlo os van a llamar a probar la primera parte. Al fin y al cabo, Dishonored no gozó en su día de toda la atención que se merecía, pero es algo comprensible desde el punto de vista empresarial: estudio poco conocido, Arkane; nueva franquicia, lo que nunca ayuda demasiado si no eres Naughty Dog; una localización atípica, porque no era victoriana ni steampunk, sino ambas cosas y ninguna; y una propuesta difícil de explicar, porque para resumir sus bondades hace falta tiempo y cariño.

 

 

Creo que se nota mucho mi pasión por este juego, pero también considero que se la merece. La suma de todos esos elementos era francamente brillante y contaba una historia que, sí, por momentos era algo predecible y no demasiado exigente con el jugador a nivel de trama, pero que lo exigía todo en cuestiones narrativas: los personajes te exigían ciertas cosas, pero si te involucrabas lo suficiente con el escenario, podías descubrir que todo lo que ocurría a tu alredador no era tan limpio ni tan claro como te lo exponían, y que la muerte no tenía por qué ser el final del personaje al que te mandaban asesinar. De hecho, podías elegir un destino peor a la vez que no letal. Hay pocos juegos que hagan eso.

 

Quizá mi mayor alabanza para este juego sea esa: te empuja a explorar sus detallados y ricos mapas, no solo para enterarte de qué pasa en realidad o buscar una solución alternativa a tu misión, sino también para encontrar otros objetivos secundarios que siempre te benefician en forma de runas o de subidas de nivel o de objetos que te ayudan. Y ya no hablemos de las distintas oportunidades que se presentan para asaltar al enemigo, tanto si optas por el camino del sigilo como por el de lo letal.

 

 

Y sí, ambos están casi a la misma altura. Aunque puede que Corvo no sea todo lo efectivo que a algunos le gustaría en combate directo, y eso que es el mejor espadachín de todo Dunwall, creo que el ingenio que se puso en el uso de poderes y accesorios realmente hace equilibrado tanto luchar a cuerpo descubierto como hacerlo desde las sombras. Luego ya, si decidías matar o no al enemigo, es cosa tuya; pero divertido era cualquiera de los dos caminos. 

 

Dishonored es de esos juegos que te pasas dos veces, primero metiendo la pata y luego haciendo las cosas ciñiéndote a la perfección más absoluta. Y no te cuesta nada ni sabe a tiempo malgastado, porque siempre descubres algo en la siguiente partida. Hasta en la tercera partida, en la que lo mismo te da por ser una máquina asesina sedienta de sangre, es posible encontrarse con un nuevo camino para finiquitar mejor la misión. Pocos juegos son tan redondos y tan evocados como este, así que por dios, dadle una oportunidad si os llama Dishonored 2 la atención o si, simplemente, os convenzo con esto que he escrito.

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