La sensación única de empezar un Pokémon

Sigo empeñado, pese a los 17 años que han pasado, en replicar la sensación que viví y que sigo teniendo presente, algún punto de mi memoria, cuando jugué por primera vez a Pokémon Azul. Seguramente, sea una sensación imposible de conseguir porque ahora tengo muchos más años, más experiencia en la vida, he jugado a un millón de cosas más de las que había jugado entonces y, en resumen, ya no soy la misma persona.

 

No sabría explicar bien qué sensación es la que intento reproducir, y quizá por ello no sepa hacerlo. Es una mezcla de emoción por lo que estoy empezando e intriga por saber qué está por venir, a lo que luego se suman otras como el orgullo por elegir un Pokémon u otro, la sorpresa de descubrir una criatura o un objeto de interés, etcétera. Todo esto, actualmente, cae un poco en saco roto cuando empiezo un nuevo juego de la saga, aunque alguna que otra vez haya sentido algo parecido.

 

Tengo esperanzas de que Sol y Luna consigan sorprenderme, pero no de que me hagan sentir como aquel niño de 1999. Pokémon X e Y lo consiguieron, y eso me ayudó muchísimo a acabarlo con un amplio número de craituras y a jugarlo en sus dos versiones. Por fortuna, la saga está cambiando en sus últimas entregas originales más que nunca, y eso ayuda a que los vejestorios que llevamos ahí desde el principio llevemos mejor la edad que poco a poco vamos acumulando. 

 

 

Es curioso que esa sensación se consiga con el cambio, cuando precisamente lo que intento reproducir es algo que se consiguió con el primer juego de todos. Eso me empuja a creer, sencillamente, que la falta de innovación en la saga es lo que quizá hace que no pueda hacerme sentir como un niño, que no puedo imitar una sensación antigua porque en aquel entonces era nueva y, la siguiente vez que la sentí, ya no era así.

 

¿Es esta la trampa de la nostalgia que sentimos muchos? ¿Es la razón por la que juegos que imitan lo que sentíamos por aquel entonces ya no nos llegan por igual? Hablo, en este caso, en general, de todos esos juegos indies que imitan estéticas y jugabilidad y que, al menos a mí, no me llegan ni una pizca de lo que me llegaron Super Metroid, ICO o Metal Gear Solid. Sin embargo, juegos como Dark Souls o Dishonored sí lo han hecho hace no demasiados años. 

 

Quizá deberíamos examinar de nuevo qué buscamos en los videojuego que echamos de menos y buscar un sustituto con otro nombre y que sea fiel al espírito, pero dentro de la contemporaneidad, no echando al vista atrás y calcando pixel a pixel. Pokémon, quizá, se ha dado cuenta de esto y, en parte por tener que llamar la atención a nuevas generaciones, en parte por llamarla de nuevo a los niños de 30 años; se esté transformando tanto en los últimos juegos. 

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