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La nostalgia en Red Dead Redemption 2

El tangible pasar del tiempo
Por Julián Plaza

Este artículo es una suerte de continuación de este otro, donde se trata la gestión de la pérdida en Red Dead Redemption 2. En ambos hay spoilers leves.

 

Red Dead Redemption 2 es monstruosamente largo. Tanto por la historia que se quiere contar como por los ritmos que nos pide la experiencia, es fácil llegar a acumular una cifra total de horas francamente astronómica. Pese a lo dicho, este western interactivo se las ingenia para mantener el interés del jugador, mediante una narración cambiante y gracias giros radicales en el guion que, en resumidas cuentas, te vienen a decir que aquí no se cuenta una historia, sino varias.

 

Escribo estas líneas mientras me encuentro en el último capítulo del juego, en el final finalísimo, quien haya llegado a este punto me entenderá. Echando la vista atrás, es fácil identificar varias etapas por el tono, los colores y hasta la música que envuelve cada entorno. Red Dead Redemption 2 es una peli sobre el día a día de una banda de forajidos, pero también es una historia sobre mafias en la industrialización, incluso tiene tiempo de ser una historia de terror sobre grupos repudiados que deben pelearse en colinas en las que nadie querría vivir. En su último tramo, Rockstar ha decidido que sea un western crepuscular, uno que bebe de la nostalgia que tú mismo has ido construyendo.

 

RDR2


Aunque desde un buen principio el leitmotiv de la historia es el fin de la era de las bandas, en cierta medida también vives una etapa dorada, especialmente durante tu estancia en los alrededores de Valentine y Rhodes. En esos meses, Dutch y los suyos todavía disfrutan del día a día y hasta tienen espacio para alguna que otra celebración. Viven al margen de la ley, pero todavía hay felicidad. Esto termina llegando a su fin, y viene precedido por un último acto que permite revisitar esos días.

 

El mundo del juego cambia, los campamentos madereros dan paso a colinas yermas, cuatro tablones apilados preceden nuevos domicilios y hasta se expande la línea ferroviaria. Hay un antes y muchos después. Volver al lugar en el que teníamos el campamento nos reserva sorpresas, incluso hay gente que nos recuerda algunas de nuestras fechorías. El paso del tiempo es tan tangible que incluso podemos llegar a encontrar las tumbas de algunos caídos, siempre que prestemos atención a los diálogos y nos apetezca cabalgar un poco.  


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El diario de Arthur no es solo un cuaderno de bitácora, también es un pozo de recuerdos que apetece volver a hojear desde sus primeros capítulos. El mundo de Red Dead Redemption 2 nos recuerda, nuestro paso es identificable en muchos aspectos y premia a quienes deciden conocerlos todos. Os recomiendo, llegado el momento, que desandéis lo andado y os toméis la molestia de volver al lugar que un día llamasteis hogar; no será un viaje hecho en vano.


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