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La frustración y la diversión en Dark Souls 3

El tiempo y tu estado son básicos
Por Álex Pareja

Los videojuegos son útiles en gran medida para abrir una puerta a un mundo externo al nuestro, lejos de nuestra rutina diaria y con el propósito de evadirnos durante un tiempo de nuestras preocupaciones. Una buena manera de liberar estrés, divertirnos y disfrutar con una obra que puede llegar a ofrecernos multitud de beneficios. Sin embargo, la saga Dark Souls puede llegar a caracterizarse y a diferenciarse del resto por todo lo contrario, ya que su nivel de exigencia es tan alto que es muy fácil que genere cierto estrés y frustración a sus jugadores

 

Reconozco que a mí me pasa y me está pasando actualmente con Dark Souls 3, la última entrega de la franquicia de From Software. Me ha costado mucho volver a adaptarme al juego e incluso he tenido la tentación un par de veces de dejar el juego de lado y dedicarme a otra cosa, en momentos en los que la frustración se apoderaba de mí. Sin embargo, al día siguiente volvía al juego y conseguía superar esa zona que tanto me había hecho sufrir anteriormente, encontrando una satisfacción especial y volviendo a reencontrarme con esas ganas de continuar y de seguir descubriendo este rico y magnífico universo. Hasta que vuelvo a toparme con otra sección del juego que me desanima y me hace apagar la consola cabreado. Dark Souls 3 es un juego tremendamente emocional

 

 

En este caso concreto, aunque también es aplicable con el resto de juegos del estudio, nuestro estado es un factor muy importante para disfrutar o no de la experiencia. Es curioso, pero cuando la frustración empieza a invadirte en Dark Souls 3 es muy probable que termine siendo peor: comienzas a corretear por los escenarios porque no quieres perder el tiempo con los enemigos o empiezas a enfrentarte a los combates con más dejadez, lo que provoca que encuentres la muerte de formas estúpidas. El estrés va aumentando y ahí es, según mi propia experiencia personal, el mejor momento para dejar de jugar y retomar el título en otro momento. 

 

Cuando estás más fresco, horas después o al día siguiente, la predisposición con Dark Souls 3 es diferente; ya no tienes esa frustración acumulada, comienzas a fijarte en más detalles, a enfrentarte a los combates como debes y es muy probable que ese sea el momento propicio para superar esa zona que tanto te costaba o para buscar otro camino con ganas. Ahí vuelves a divertirte, a disfrutar de la experiencia, a saber que lo que el juego propone es esto y la muerte forma parte de su naturaleza, e incluso llegas a entretenerte y a reírte de ti mismo por tus fallos o de las trampas y situaciones injustas a las que el juego te expone. El círculo vuelve a girar y es probable que vuelvas a toparte de nuevo con el camino de la desesperación, y otra vez sería un buen momento para dejarlo. 

 

Creo que esta sensación solo me ocurre con Dark Souls 3 y sus hermanos, siendo consciente de que es un juego donde el tiempo que estés jugando (lo mejor es dedicar sesiones cortas cada vez) y tu propia predisposición emocional, son piezas fundamentales y básicas para discernir entre la diversión o la desesperación. Esta experiencia es así de especial y debe tenerse en cuenta antes de embarcarse en esta exigente aventura. 


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