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La diferencia entre el autor y su obra

Pelear en un FPS, no solo jugar a pillarse
Por Adrián Suárez Mouriño

Debates. Me encantan los debates. Siempre me ha gustado comparar puntos de vista con la gente. Quizá sea por eso que tengo tanta afición a hacer artículos respuesta (aunque también pueda deberse a mi pantagruélico ego). Esta semana hemos hablado mucho sobre integridad, que si ética, que si puntos de vista… a lo que no me parece mala idea aportar a este debate desde otra perspectiva: la del individuo.

 

Por desgracia no soy una IA que está programada para escribir artículos. Me encantaría, os lo prometo, pero por ahora soy una persona con sangre corriendo por sus venas y creo que una cantidad preocupante de colesterol. Como ser humano que soy tengo unas opiniones, una visión del mundo, una forma de ser. A algunas personas les caigo bien, a otras mal, a otras les doy igual. Es inevitable, una parte del ciclo sin fin que lo envuelve todo. Aunque no he venido aquí para hablaros sobre algo evidente que ya enseñaba La Banda del Patio hace casi una década sino para regresar al debate sobre el sexismo, el cariz que está tomando y las personas con nombres y apellidos que están involucradas en este marrón.

 

4chan, siendo como es, ha saltado a extremos, proclamado que todo el grupo de la prensa y la industria de videojuegos que empuja el debate del sexismo es poco más que una panda de indeseables y los ha metido en su particular lista negra, proclamando que por el mero hecho de apoyar esa causa no merecen respeto en absolutamente ningún ámbito, que se deben bloquear sus páginas y evitar a toda costa comprar sus juegos o contribuir a sus campañas. Si me seguís en Twitter quizá hayáis visto que de pronto se me han cruzado los cables y he empezado a escribir sobre cómo todo este debate me está agitando los jaimitos o, hablando en plata, tocándome los cojones. No es algo que vaya a retirar y, tal como dije en mi anterior artículo, opino que hay un grupo muy vocal que defiende la igualdad de género y lleva todo el debate sobre el sexismo de forma particularmente radical o agresiva. Pero eso no significa que de pronto sean mis enemigos. No les odio. De hecho, respeto a varias de esas personas.

 

Por ejemplo, respeto a Leigh Alexander. La Leigh Alexander que luego suelta una retahíla de tuits mirando de forma extremadamente maniquea todo este debate, pintando la gente que se opone a su punto de vista como frikis obsesionados y sin vida. Esa misma Leigh Alexander. No me parece que sea una persona con la que me vaya a llevar bien si algún día la conozco, pero he leído muchos de sus textos y me gusta su estilo. También sigo a Christopher Franklin, youtuber también conocido como Campster y conocido por saltar habitualmente al debate sexista, en ocasiones de forma precipitada, y por limitar tanto su perspectiva que hasta censura el nombre de JonTron como si fuera una suerte de Lord Voldemort: alguien tan vil y ruin que no debe ser nombrado. Lo único que ha hecho JonTorn para merecer esto es decir que apoya a las mujeres pero no el cariz que está tomando el debate ¿y sabéis qué? A pesar de todo Christopher Franklin me cobra cinco dólares al mes porque esa es la cantidad que estoy donando a su Patreon. Porque me gusta su contenido como vlogero y creo que ofrece algo interesante. Separo la persona del profesional. No apoyo todas sus ideas y hay veces en las que me sacan de quicio, pero como generadores de contenido creo que tienen algo digno que ofrecer.

 

Absolutamente NADA que lo redima.

 

También me gusta Fez, pero Phil Fish es un personaje que me puede llegar a enfadar. Este es el ejemplo más clásico, pero hay mucha gente que se niega a comprar las obras de este autor porque, de cada diez tuits, doce son agresivos o arrogantes. Sin embargo, Fez no es Phil Fish. No me insulta, no me dice que le haga una felación, no me dice que compare mi vida con la de Gómez y luego me suicide. Es una aventura desenfadada con una banda sonora entrañable y un apartado visual colorido y atractivo. Sin embargo está hecho por él, así que lástima.

 

Este es un tema muy subjetivo. Más de lo habitual, de hecho: cada cual decide cómo quiere relacionarse con el mundo y tiene sus métodos, filias y fobias. Pagar puede ser visto como una votación económica, al fin y al cabo (una idea que yo mismo comparto), y puede darse a entender que, al adquirir algo creado por un individuo con cuya ideología no coincides, le estás dando un pase porque le permites subsistir y poner pan en su mesa. No digo esto para exagerar: hay gente que lo hace y entiendo que pueda ser así. Mi problema, no obstante, llega cuando eso distorsiona la visión de la obra. Fez no es un plataformas neo-retro: de pronto es un juego indie prefabricado, diseñado para gustar a la prensa, sin alma, sin desafío y sin interés de ningún tipo. Depression Quest y Gone Home son basura sin ningún mérito que sólo podrían contribuir al medio si desaparecieran. Como cierta página apoya la causa feminista eso significa que no puedes creerles, hablen de lo que hablen. No compres nada hecho por Double Fine: Tim Schafer ha cometido el imperdonable crimen de tuitear un vídeo de Anita Sarkeesian.

 

Volvemos a lo mismo. A la radicalización, a la deformación de la perspectiva, a cerrarse en banda.

 

El problema de todo este asunto es que se pierde el respeto hacia el individuo y se le convierte en amigo o enemigo, algo inferior o superior a humano. Escribo este artículo porque yo leo a Alexander a pesar de no coincidir con sus opiniones personales y me parece bien si hay gente que lo considera erróneo, pero el problema es que esa gente que habla de no apoyar a ningún nivel lo considera un estigma, un cáncer. Alexander no es alguien con quien no estés de acuerdo: es un monstruo, una amenaza al medio. Su opinión de pronto carece de cualquier valor, sea el tema que sea. No hay que escuchar una sola palabra porque una vez dijo algo sobre cómo GTA V era machista. Yo no creo que lo sea, pero para mí ella es más que debate sobre el sexismo. Es una mujer interesada en cómo funciona la comunidad de jugadores, los gamers, como quiera que nos llamemos. Es alguien que habla sobre la estructura de nuestro medio, sobre nuestra relación con las redes sociales, que parece plantear siempre sus artículos como si fuesen parte de algo mucho mayor. Es una visión que puede llegar a fascinarme.

 

Al final todo se reduce al respeto. Comprar, no comprar; visitar, no visitar. Creer, no creer. Hacer que pivote alrededor de algo tan arbitrario como una simple idea y que, de pronto, toda la casa de naipes pueda caerse y se pase de héroe a cero en una milésima de segundo no parece una forma muy sana de ver este medio. Hablamos de censura, pero quizá censurar toda una plétora de ideas por una sola no sea la mejor forma de proceder.


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