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Igarashi nos hace un `Inafune´: Estamos gilipollas con Kickstarter

Recuerdo cuando la gente invertía su dinero en sus obras
Por Rafa del Río

Ojo, no veo mal el crowdfunding. Considero que es una forma muy lícita de lograr una financiación en condiciones, y me parece genial que la aproveche cualquiera, aunque eso sí, con un mínimo de sentido.

Por favor. 

Lo dije ayer... uh... antesdeayer por twitter un poco de coña, imaginándome a Igarashi encontrándose con Inafune en una cafetería en Shibuya, diciéndole a Keiji que pagara, que él estaba pelado. Imaginé a Inafune, con una sonrisa y un billete de porrocientos mil yens, dándole a Igarashi una palmada en la espalda y el siguiente consejo:

 

Pero es que estás tonto, Koji-chan, ¿has probado con kickstarter? 

Porque resulta que IGA, el maestro Koji Igarashi, padre de Castlevania Symphony of the Night y de Tokimeki, nombre presente en Gradius II y en mil Castlevanias más, se ha puesto el mundo por montera y tras una campaña publicitaria muy maja y muy bien pensada, ha sabido alimentar el hype del usuario para sacar adelante su proyecto. Con dos cojones, un Bloodstained: Ritual of the Night y 1.298.000 dólares que lleva ya el colega mientras escribo esto y que mañana, el Rafa del futuro, os dirá a cuanto ha ascendido cuando corrija el texto para subirlo. (Hola Rafa del pasado, soy el Rafa del futuro, bueno, del presente, llevan la friolera de 1.705.461 dólares) 

 

Igarashi, el hombre que Konami no quiso y que se sentía solo y perdido, se ha convertido en el number one de la prensa de la noche a la mañana, a una semana del lanzamiento de The Witcher 3, y oye, como veterano estoy contento, pero eso no quita para que me de miedo lo que vaya a terminar haciendo con su dinero, porque... 

 

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¿Y si nos hace un Inafune?

Ya sabéis, una maniobra como la del señor Keiji Inafune, que empezó pidiendo algo para darle de comer a su Megaman que iba a ser más que Megaman y tras sacar mucho, pero mucho más de lo pedido -cuatro milloncetes de pavos a tocateja-, hacer una serie de animación, pedir más dinero para su DLC y prometer el juego hace unos meses, terminó 'arrejuntándose' con Deep Silver para colgarle 30 pavazos a su futuro lanzamiento que se va casi a finales de año. 

 

Tengo ganas de ver Bloodstained: Ritual of the Night, porque Igarashi me gusta, soy un viejo que adora los clásicos y hay que saber rendir culto a los maestros, pero eso no significa que esté contento con la situación actual ni con cómo puede terminar todo si seguimos volviéndonos locos cada vez que un programador de hace más de una década nos promete el oro y el moro con un vídeo bien montado, cuatro ilustraciones manga y un nombre propio en mayúsculas. 

 

Porque a lo mejor estoy loco, pero echemos un ojo a la situación: Mighty No. 9 pide menos de un millón, se saca cuatro, pide para un DLC y aprovecha para monetizar con una serie de animación y un juego que saldrá a 30/20 pavos en físico/digital. Bloodstained pide 500.000 dólares, y en menos de un día alcanza casi el cuadruple de su financiación, y Yooka-Laylee, el juego de los ex rare detrás de Donkey Kong Country, pide 175.000 libras y, cágate lorito, ya van por 1.560.683 libras, lo que viene siendo dos millones de euros y te sobran 176.200 para darte un caprichito

 

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¿Os acordáis de cuando la gente invertía en su propia obra?

Echo de menos los tiempos de la vieja y buena filosofía de Miyazaki -Hayao o Hidetaka, aquí los dos nos sirven-, una filosofía según la cual se trabajaba desde cero y se iban usando las ganancias para ir mejorando el producto posterior. Echo de menos esa filosofía porque me parece que, con las nuevas tendencias de kickstarter, todos estamos siendo complices y testigos de una nueva forma de hacer negocios que no augura nada nuevo para el futuro del mercado. 

 

Ojo, entiendo como videojugador veterano lo que lleva a la gente a gastarse 100 pavos a ciegas en el juego de alguien a quien admira, pero kicstarter no se inventó para eso. Shinji Mikami firmó con una distribuidora para crear su propio videojuego con The Evil Within dando como resultado un título moderno de calidad con mil guiños a su pasado y mucho, pero mucho sentido del humor. Igarashi, Inafune y los ex de Rare han preferido limitarse a tirar de curriculum y repetir sus trabajos anteriores a precio de trufas blancas.

¿El resultado?

Una cuarta parte del trabajo por el quintuple del sueldo. Porque sí, está bien aprovechar la situación y no hacerlo sería de tontos, pero, ¿Cuánto cobraría realmente IGA por un clon de sus trabajos anteriores con nuevo diseño y poco más? Y eso por no hablar del tiempo de desarrollo: teniendo el dinero en la mano es fácil irse a dentro de dos años, porque, total, la cosa ya está cobrada y 'estamos trabajando sin cadenas', algo que suena muy bonito pero que cuando es el usuario el que paga significa que como jefe no vales un duro, bro, y la cosa saldrá cuando le salga de los huevos al maestro de ego desmesurado de turno.

 

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Tiburones en el estanque

Lo siento, pero este rollo me supera. Kickstarter se creó para dar apoyo a los proyectos que no podían salir adelante sin ayuda económica, no para que cuatro glorias del pasado vuelvan a hacer juegos antiguos cobrándolos por un pastonazo. En un momento en el que las grandes compañías empiezan a mirar con avaricia el teritorio móvil/F2P, éste nuevo rollo de Kicstarter puede hacer más mal que bien al derivar los talentos creativos de las desarrolladoras sus esfuerzos y dejar de ser competitivos en el terreno de los triple-A porque, total, van a sacar mucho más dinero con un indie cutrón en kicstarter... Sin presiones y sin plazos de entrega.

 

¿Qué compramos exactamente cuando pagamos en kickstarter? hace unos años comprábamos una industria de desarrollo alternativo que trataba de cambiar los géneros mediante planteamientos originales y nuevas formas de hacer videojuegos. Ahora, compramos cuatro bocetos, un vídeo CGI y promesas que, por lo que sabemos, podrían ser una mierda, pero eh, sería una mierda firmada por un tío importante. Y eso mola.

...

¿No?

 

El lago de Kickstarter se ha llenado de tiburones antediluvianos contra los que los nuevos talentos poco o nada pueden hacer. Nos quejamos de que nadie contrata jóvenes, pero somos los primeros que ponemos la pasta sobre la mesa cuando el que firma el proyecto es japo, viejo o las dos cosas, obviando el duro trabajo de los que con una milésima parte de lo que recaudan los nombres propios de la industria podrían ir tirando con un videojuego que, seguramente, sería mejor que el clon 'modernito' del pasado-pasado. Nos quejamos del capitalismo de las grandes distribuidoras que colocan sus privilegios de reserva para que compremos el día 1 sin ver reviews, pero vaya, tome usted Igarashi, coja el dinero de la universidad de mis hijos que ese dibujito me ha gustado mucho.

 

Hemos perdido el norte, la industria está cambiando, el mercado va a cambiar, y cuando un creativo se acostumbra a cobrar millones por un trabajo que ni siquiera ha empezado, la cosa pinta mal. Espero equivocarme. Pero dudo que así sea.

 

¡Nos leemos! 


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