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Gris inicia su búsqueda en la Gamescom

El viaje de Nomad Studio
Por Dayo

Dicen que ninguna historia memorable ha empezado con alguien tomando una ensalada. Adrián, Roger y Gerard estaban borrachos cuando contrataron al que sería el artista de Nomad Studio, Conrad Roset. Él buscaba programadores y ellos necesitaban un dibujante. La pareja ideal. Y, hace unas semanas, no tenían intención de moverse de su Barcelona natal, donde estaban desarrollando Gris de forma totalmente independiente. Entonces alguien de Sony les empezó a seguir por Twitter, ellos hicieron lo propio y se pusieron a hablar. “¿Vais a la Gamecom?”, “¿Que si vamos? Eh… ¡Pues claro!”, respondieron… borrachos. Prepararon el viaje con tanta prisa que ni siquiera encontraron un lugar para exponer su juego dentro de la convención europea, pero no viajaban por eso. Iban a venderlo, a encontrar alguien que se lo publicara, y hace unos días, fruto de la pura casualidad, me tropiezo con Gris por Twitter. Les sigo, ellos me responden. Decidimos quedar al día siguiente. En un pub. Ellos ya están bebiendo cuando llego. Ven el partido que hay en la televisión.

 

Pero Adrián Cuevas y Roger Mendoza no son dos ebrios patanes o una panda de irresponsables. No es ni la imagen que pretendo dar de ellos ni la que ellos mismos transmiten. Más bien al contrario. Un saludo, apretón de manos, nos sentamos y empiezan a hablar. Esta es su primera obra independiente, pero ni de lejos su primer videojuego. Antes de lanzarse a la aventura de Gris, trabajaban en Ubisoft, en Far Cry y Assassin’s Creed, y según me explican aguantaron todo lo que pudieron en la compañía hasta que, inevitablemente, concluyeron que debían partir: Desarrollar un videojuego indie mientras trabajas en un estudio AAA que exige todo tu tiempo y energía es prácticamente imposible.

 

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Gris es un plataformas en scroll lateral, pero tal como apuntan sus autores, lo importante no es tanto el desafío como la experiencia, el absorber la atmósfera y perderse en su mundo. Sentir la historia. Bebe más de Journey y sus hermanos que de Super Meat Boy, pero, a petición de los propios desarrolladores, prefiero no entrar en la sinopsis exacta. Este es un videojuego metafórico, de navegar espacios que representan emociones, donde el color tiene un peso simbólico. Y aunque la obra todavía se encuentra en sus primeras fases, es innegable el hecho de que entra por los ojos. Conrad Roset crea paisajes hermosos, con una estética casi de acuarela, inmediatamente reconocible y vistosa. Hay mucho cuidado puesto en lo estético, pero esto no es por desmerecer lo jugable o narrativo. Es sólo que todavía no están lo suficientemente desarrollados: entendamos que Gris apenas ha comenzado a dar sus primeros pasos. De momento hay ideas y conceptos. La primera: morir no es un peligro. No hay amenazas, pero sí la posibilidad de fallar, y para avanzar en el juego debemos ir recolectando luciérnagas que nos ayuden a sortear obstáculos. Como en Braid, habrá que recolectarlas todas para llegar al final, pero también como en Braid, habrá otras diez ocultas que desbloqueen un secreto.

 

Ahora mismo Gris está luchando por existir. Esta reunión y el artículo que estás leyendo son fruto de la casualidad. Lo que buscan Adrián y Roger ahora mismo es encontrar alguna distribuidora interesada en publicar su obra. Conseguirlo o no significará no sólo la confianza de una casa apoyando el proyecto, sino también algo tan básico y necesario como poder desarrollar el juego en paz, sin prisas. Quizá tengan que apresurarse y entregar una obra menos pulida si no aparece nadie, e incluso si encuentran un publisher, según me dicen, aún estamos a unos 18 meses de la fecha de lanzamiento. Al fin y al cabo, lo que he podido ver han sido apenas cinco minutos de una prealpha. Pero Gris podría dar pie a algo interesante. Es cuestión de jugar bien sus cartas. De momento ya tiene aquél despliegue visual tan llamativo. Ahora viene lo difícil: llenar el resto. Por lo pronto, la experiencia de la Gamescom parece haber merecido la pena; las reuniones, me cuentan, han ido bien. Crucemos los dedos.


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