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Final Fantasy XIII fue una trilogía muy extraña

Una Square Enix de transición
Por Tipo de Incógnito

Los tres juegos de Final Fantasy XIII son complicados. Estamos ante una trilogía que no debería haber existido, pero que acabó haciéndolo por el dineral que costó hacer el primer juego y porque el spin-off dentro del mismo mundo, y que hoy conocemos como Final Fantasy XV, no terminaba de llegar. Y pese a todo lo que se ha dicho de los juegos, pasados varios años y con una nueva entrega a la vuelta de la esquina, echar la vista atrás no es menos complicado. 

 

Su primer juego era muy esperado. Era el primer Final Fantasy de verdad para la nueva generación de consolas y eso ya de por sí era una gran peso sobre los hombros de una compañía que estaba creciendo en occidente con compras, a la vez que tenía problemas con esos juegos que la hicieron grande en un primer momento. El resultado fue un juego lineal, distinto de lo que tradicionalmente se había relacionado con la saga y que no terminó de gustar ni a crítica ni a jugadores. 

 

Su principal problema era que no tenía una mundo abierto y que quitó casi cualquier adorno en torno al mundo para centrarse solo en la historia principal, que era un caos; y en sus personajes, que eran extraños, no demasiado carismáticos y que tenían unos arcos narrativos pelín estúpidos. La relación con Star Wars a mí me parece evidente: Final Fantasy XIII es a su prolífica saga lo que la segunda trilogía fue parar Star Wars: un amalgama de todo lo que identifica a la serie, pero mezclado sin gracia ni espíritu. 

 

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Las cosas no fueron a mejor con Final Fantasy XIII-2 y Lightning Returns: Final Fantasy XIII. El segundo juego intentó, de forma demasiado obvia, rentabilizar la inmensa inversión hecha en el primer juego, pero yendo en una dirección contraria: en lugar de solucionar la linealidad y los problemas de la historia, hicieron el juego más abierto y la historia todavía más liosa y, ahora, más difícil de seguir. Sin duda, el peor de los tres, a pesar de que tenía un buen sistema de combate. 

 

Lighting Returns, personalmente, me fascina por lo apartado que está de los otros dos, porque se centra en un personaje, porque su sistema de combate es raro y porque te obliga a jugar contrarreloj constantemente, hasta el punto de castigarte si no juegas bien y el mundo se acaba. Por supuesto, no dejaba de ser un spin-off dentro de la trilogía que, sin embargo, se pasó como capítulo oficial. Lógico que tanto cambio y tanta rareza no gustara ni a los que no habían visto con tan malos ojos los otros dos juegos. 

 

Ha llovido, ¿eh?

 

Y en este punto, llega Final Fantasy XV, que parece haber aprendido de los errores. Aunque los costes del juego hayan sido absurdamente altos y vayamos a ver, casi seguro, mucho más del juego de lo que a lo mejor deberíamos ver, el viaje de Noctis y compañía parece más sencillo en apariencia y en ambiciones que sus antecesores, que siempre fueron un muro contra el que pegarse. Y aunque seguro que no es perfecto y podamos reprocharle los males de otros juegos de mundo abierto, que no parezca tan complicado de entrada es algo de agradecer. 

 

Además, este juego ha conseguido algo que no hicieron los anteriores: renovar el mito de la saga. Ya en la demo me sorprendió cómo se planteaba el enfrentamiento contra un Bégimo gigantesco y poderoso, para luego continuar con lo asombroso de las invocaciones o la normalidad con la que se introduce en un mundo moderno otros aspectos tan particulares de la franquicia, como los Chocobo de alquiler, la magia que se encuentra como recurso natural o el contraste arma de fuego y espada de los dos países en guerra. 

 

Espero sinceramente que todo lo que hemos esperado de Final Fantasy XV esté ahí en mayor o menor grado y con mayor o menor acierto; pero, sobre todo, espero que no cometa los fallos de interpretación y comprensión de la franquicia que vimos en los anteriores. Sean o no sean buenos, algo que depende mucho de cada persona, esto era algo que saltaba un poquito a la vista y a día de hoy es lo más evidente.


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