El DLC de Dishonored, la mejor introducción a la secuela
Solemos tener la idea de que una expansión se limita a centrarse en ampliar el juego original. Hay excepciones, como sería el caso de Far Cry 3: Blood Dragon, pero lo cierto es que habitualmente terminan por ser un producto que no funciona por sí solo ni se aventura a explorar nuevos terrenos. Podrían usarse de interludio, con una continuación en mente, como dijo hacer Telltale Games con The Walking Dead 400 Days -algo que no terminé de ver- y como muchos esperamos que haya hecho Naughty Dog con The Last of Us: Left Behind.
El mundo de Dishonored es singular. Te traslada a un lugar donde el tejido industrial depende de la caza de ballenas, donde la brecha social entre altas esferas y pueblo llano está muy marcada, a unas calles asoladas por la peste y a un contexto donde unos pocos tienen poderes sobrenaturales. Sobre ellos recae el peso de cambiar el destino, por qué los elige el Forastero y cuáles son las intenciones de este misterioso ser sigue siendo una incógnita, pero las historias de los dos juegos se entienden mucho mejor conociendo la de Daud, el protagonista de los DLC del primer juego.
En el mundo de Arkane siempre suele haber dos verdades: la oficial y la escondida entre cartas, mensajes de audio y conversaciones a puerta cerrada. Aunque es un gustazo ir solucionando los problemas a golpe de cuchillo, la eterna mirada del forastero nos hace ver que un camino manchado de sangre tiene sus consecuencias. Quien la hace la paga. Somos parte de un propósito mayor, figuras prescindibles de una partida de ajedrez que va más allá de nuestro entender.
La historia de Daud condensa a la perfección la esencia de ambos Dishonored: somos la otra cara de la moneda, la verdad tras la historia oficial. Nos ponemos en la piel del asesino de la emperatriz Caldwin y el actual responsable de que el protagonista del primer juego termine entre rejas por un crimen que no ha cometido. A medida que avanza la historia, dividida en dos partes, empezamos a desentrañar a los responsables de todo, a los que mueven los hilos desde las sombras y a la bruja Delilah, un nombre que regresa en Dishonored 2.
El puñal de Dunwall y Las Brujas de Brigmore terminan siendo la mejor introducción a la reciente entrega. Sendas expansiones cambian el enfoque de la historia principal y asientan un terreno mucho más fértil para el desarrollo de Dishonored 2, sin que por ello se renuncie a una trama autoconclusiva que no deja insatisfecho. Los dos DLC hablan de Emily Caldwin, de las misteriosas fuerzas que atacan a un linaje a punto de desaparecer y, en general, de una historia con unos agujeros que cambian la historia a medida que se van rellenando. Y luego está Delilah, un nombre que se repite en la reciente secuela y que supuso, en su momento, la llegada del personaje más aterrador del universo de Arkane.
¿Cómo evoluciona la historia a partir de ahí? Quienes tengan Dishonored 2 ya lo sabrán, pero si todavía no habéis dado el salto las expansiones del primer juego son bastante más que nuevos mapas y misiones. Incluso a nivel mecánico se aprovecharon algunas ideas como la ralentización del tiempo durante el guiño de Daud, que ahora pueden verse en los nuevos Corvo y Emily, demostrando que también pueden servir como punto de experimentación ante producciones futuras. Si todos los estudios aprovechasen la oportunidad que les brindan las expansiones como hicieron en Arkane, seguramente su mala fama se desvanecería. Pero esta es solo mi opinión, y la verdad siempre tiene dos caras.
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