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¿Dónde queda la identidad nacional?

Hay que revisar la idea de que sólo existen "occidente" y "Japón"
Por Dayo

Mañana se estrena Torrente 5. Lejos de hablar sobre su calidad, quiero remitirme a esa frase sempiterna: “el cine español es una mierda”. No porque Torrente 5 lo vaya a ser, sino porque nuestro cine tiene sus idiosincrasias igual que, si lees este texto desde el otro lado del charco, lo tiene el cine de tu país. Somos gamberros, bruscos, tontos, hablamos del día a día, de las situaciones a la vuelta de la esquina y el Bob Esponja de la Puerta de Sol. El cine español toma lo cotidiano y desde ahí denuncia o se burla igual que el francés prefiere ser más amable o juguetón. El cine japonés es más contenido, el británico tiende a la iconoclastia o el reflejo amargo… Cada país tiene su propio sabor en la gran pantalla igual que lo tiene en su música o sus cómics.

 

Pero ¿y los videojuegos?

 

Ayer por Twitter vi a Alejandro Pascual, antes jefe de esta sagrada casa, hablar sobre cómo empezaba a sentir “un cierto orgullo europeo con la calidad de los estudios últimamente”, proponiendo que se matizara el mercado más allá de “occidente” y “Japón”. Porque ni siquiera es “oriente”. Es Japón. Él hablaba sobre juegos como Divinity: Original Sin, Legend of Grimrock o Risen, que estaban creando una escena de rol europeo. Ante esto comencé a pensar en otras posibles escenas y acabé concluyendo que nos vendría bien traducir este europeísmo, este nacionalismo, al resto de géneros.

 

 

¿Y por qué este interés en el divisionismo, en separar corrientes? Más que divisionismo diría yo que, parafraseando al sabio, “en la variedad está el gusto”. Hace unos meses le descubrí a un familiar que Crysis era un juego creado por un estudio polaco y quedó sorprendido ¿En Polonia se hacen juegos así? En Polonia y en todas partes. Mafia 2 fue desarrollado por un equipo de la República Checa. El director de Brothers: A Tale of Two Sons es un sueco nacido en Líbano. De hecho Starbreeze, responsables entre otros de Syndicate, The Darkness o Las Crónicas de Riddick, tienen el estudio en Estocolmo ¿Lo habríais adivinado si no os lo hubiera dicho? Si los miras en términos generales no se diferencian tanto de lo que puedas ver de otros estudios del estilo. Hay identidad como artistas, pero no como artistas de un país.

 

Empujar la idiosincrasia de cada nación para que se plasme en un videojuego puede aportar mucho. Cada gente tiene sus formas de ser, su visión del mundo y eso es algo que da un tono único a cada obra. Unepic es un juego irremediablemente español y sólo basta echarle un vistazo para darse cuenta con sus chistes y sus formas. Es algo que lo enriquece, que le da carisma. Metro 2033 y Metro: Last Light respiran el ambiente de Ucrania y la Europa del Este. En su Gameswipe, Charlie Brooker hablaba sobre una explosión de títulos con mucha identidad británica durante la era de la Spectrum gracias a la posibilidad de que cualquiera pudiese programar. Jaume Esteve tiene un libro titulado La edad de oro del software español. Pero miremos a Deadlight ¿qué hay de español en ese juego? ¿Dónde está el toque de la gente que lo ha creado?

 

El mundo es más grande que sólo dos mercados. Si los estudios abrazasen su identidad nacional y la impregnasen en sus títulos quién sabe con qué nuevas experiencias o visiones nos podríamos encontrar. Sería una forma de descubrimiento, cómo ver los videojuegos con la mentalidad de otra cultura. Tampoco es que quiera una división absoluta y que el próximo juego que hagan en MercurySteam esté protagonizado por un tipo de Vallecas o algo por el estilo, pero hay rasgos de nuestra identidad y de las de todos los países, como se ve en Unepic o Metro, que hacen de esos juegos algo distinto. Incluso cuando nuestro cine intenta imitar a Hollywood tenemos producciones como El Niño dotadas de una identidad cañí innegable. Ya sabemos cómo se salva el mundo, cómo se dispara, cómo se conduce, pero ¿cómo se conduce en Italia? ¿Qué visión tienen de las armas en Francia?


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