Difícil, una calificación injusta para Dark Souls

Mi enfrentamiento particular con Dark Souls está siendo un éxito. Las primeras horas, reconozco, fueron lamentablemente confusas y no fui capaz de encontrar solución a muchos de mis problemas durante la aventura, pero tras darme una y otra vez contra una pared imaginaria durante varias horas, acepté que, quizás, la culpa era mía. Dark Souls es un antídoto al juego actual, y los cánones establecidos por el videojuego presente no están en el título de From Software: es un reto con todas sus letras, pero no creo que esa fama de juego “grotescamente difícil” sea justo y positivo para una producción que es mucho más que eso.

No es una fama que se le haya atribuido por parte del público: viene desde la propia productora del juego, que se jacta de ser un título surrealistamente complicado. Me parece bien, y puede ser cierto, pero en una época en la que las aguas del videojuego son tan mansas, ¿puede entrar bien un producto así? ¿Qué nos hace pensar que los jugadores frustrados con su experiencia a los mandos de Dark Souls caerán y comprarán la segunda parte? Esos jugadores que se lo han pasado y disfrutado, ¿censurarían una bajada de dificultad o la creación de un modo que ayudase a los principiantes? Nos encanta hablar de lo fácil que son los juegos ahora, pero no sabemos reconocer un reto o enfrentarnos a algo complicado aunque estuviese delante de nuestra cara.

No obstante, seamos francos: es comprensible que la gente se frustre a los mandos de Dark Souls, ya que es una de las experiencias más anómalas de la presente generación. Hablaba con el bueno de Jaume Esteve y me explicaba su frustración bajando a las catacumbas y encontrándose con los esqueletos, que deben ser “Primos de Zumosol” de los del Castlevania, ya que no los tumbas ni queriendo. ¿Cuántos jugadores comenzaron su travesía por Londo o las Catacumbas y no subieron las escaleras para adentrarse en el Burgo de los No-Muertos? Es lógico que estén confundidos: tampoco hay ningún mensaje que te ayude a entender cuál es el camino a tomar. No obstante, esa hipotética merma acaba convirtiéndose en una de las cosas más deliciosas del juego según avanzamos.

El concepto de las almas, por ejemplo, es sencillamente maestro. Según vas captando más almas y vas sumándolas a tu botín, acaban pesando como una losa y nos obligan a dar un paso atrás para volver a la hoguera más cercana y guardar partida. Pero eso es un problema: has conseguido avanzar mucho, estás a punto de encontrar un nuevo camino que no habías visto, no te quedan pociones y sabes que el calor del fuego resucitará a todos los enemigos: ¿vale la pena volver al comienzo? Te armas de valor y te lanzas, pasito a pasito y escudo en ristre a investigar qué hay detrás de la puerta... entonces aparece un monstruo gigante de Capricornio y has perdido 8000 almas y tu cara es un poema, ahí Dark Souls te ha dado una lección, y has aprendido, pero volverás a caerte y seguirás aprendiendo. Ser 'amarrategui' vale caro en Dark Souls, pero no ser valiente cuesta mucho tiempo.

Y esa es una de las magias más potentes del título japonés: ante la adversidad siempre consigues salir adelante, y en caso de lograrlo, el juego premia con creces tu valía con premios, obsequios y abriendo nuevas partes del extenso (y genial) mapeado, otro concepto que deberíamos estudiar sobre el juego. La conclusión es, querido lector, que si te estás enfrentando a Dark Souls y crees que lo vas a dejar, saca fuerzas para continuar avanzando, ya que estás ante una experiencia única y deliciosa que no puedes dejar de lado. Algo me dice que con la segunda parte se pervertirá, así que aprovecha los coletazos de un juego tan jodidamente auténtico que es irrepetible en los status de videojuegos actual.