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Dejad lo que estéis haciendo y leed Ready Player One

Creedme, me lo agradeceréis
Por Rafa del Río

Como ya os comenté el lunes, la semana pasada estuve de aventura por tierras polacas, más concretamente en Krakow, regocijando mi alma geek con castillos de sal, dragones, catedrales medievales, Geralt de Rivia, vino de especias y todo lo que cualquier aficionado al rol de toda la vida y la literatura fantástica de magia y espada pueda desear. Fue un viaje familiar, con mi esposa, la madrina de la niña y mi hija, y por ello no podíamos volver a las mil al hotel, así que decidí empezar un libro que un gran amigo de esta página llevaba meses recomendándome y que ha sido, a pesar de la recomendación encarecida, una sorpresa aún mejor de lo que esperaba:

 

Ready Player One

Con estas tres sencillas palabras comenzaban los videojuegos en los 70 y 80 tras el clásico Insert Coin -o 'Hit Any Key'-, y con estas tres sencillas palabras comienza una novela que más que un libro es un canto a la cultura pop del videojuego en el que no faltan William Highbotham, Steve Rusell, Martin Graetz, Tim Anderson, la familia Garriot, Toru Iwatani, John Newcomer, Nolan Bushnell y todos los nombres que en algún momento fueron importantes por su dedicación a la grandeza del mundo del videojuego y a toda la cultura que se desarrolló a su alrededor. Tal es el caso de John Draper, uno de los primeros piratas informáticos que descubrió el uso de determinadas frecuencias para desbloquear llamadas telefónicas en las cabinas públicas y que luego crearía todo un movimiento cultural alrededor del uso de los walkman para piratear cabinas, cajeros automáticos, sistemas informáticos e incluso el mando a distancia de las puertas de garaje como pudimos ver en Terminator 2.  

 

 

La historia es la ópera prima de Ernest Cline, escrita en 2011, y nos presenta un doble plano universal en el que conviven el mundo real, en el que reina la distopía tras la crisis energética del petróleo, y un plano alternativo: Oasis, un mundo virtual asequible a todo el planeta que permite una libertad total a sus usuarios con contenidos de pago y gratuitos, muy en la línea de Electronic Arts. Sin embargo Oasis bebe de lo que en su momento podría haber sido Second Life con todo un universo dividido en sectores con cientos de miles de planetas, como No Man's Sky pero más vivos, en los que los usuarios pueden crear y construir a su antojo, montar negocios y medrar económicamente mediante el trabajo a distancia, la publicidad, la subasta de equipo y artefactos, y las competiciones en eSports.

 

La búsqueda del huevo

Ready Player One busca una excusa como cualquier otra para contar una historia que va en la línea de la literatura adolescente y el cine de Spielberg de los ochenta en el que no faltan El Protagonista, su Mejor Amigo y La Chica, sin embargo Cline va mucho más allá de los tópicos y logra manejar las situaciones entre mundo real y Oasis con una fluidez que no tiene nada que envidiar a John Scalzi, riéndose de los tópicos con una escritura veloz que no en vano hace hincapié en los puntos importantes y evolucionando constantemente al protagonista y sus relaciones con una ligereza narrativa muy de agradecer que no renuncia a la profundidad de la historia. 

 

 

¿La excusa? La clásica búsqueda del tesoro: James Halliday, programador de Oasis, ha fallecido sin herederos, y en su testamento ha dejado escrito que aquel que encuentre un huevo de pascua oculto en el juego se quedará con todo su patrimonio. Para encontrar el huevo antes hay que descubrir tres llaves y abrir tres puertas, y la única pista es una quintilla que habla de dónde puede encontrarse la primera llave. No faltan por supuesto los malos, la IOI, una megacorporación al más puro estilo Spielberg, que tiene medios ilimitados y hace trampas para ganar, ni los buenos, como Hache, Daito y Shoto -los 'hermanos' daisho- y Art3mis. 

 

El argumento nos situa frente al protagonista, Wade Watts, un adolescente que en una de las narraciones en primera persona más brillantes que he leido hasta ahora nos va contando su ascenso como huérfano adoptado por su tía drogadicta hasta convertirse en uno de los gunters -cazadores del huevo de pascua- más famosos de todo Oasis al ser el primero en encontrar una llave. A partir de ahí comienza una loca carrera en la que no falta el romance, la desidia y toda una serie de componentes muy bien narrados que han convertido Ready Player One en una de las lecturas más frescas de las que estoy disfrutando este año.

 

 

Bienvenidos a 1980. La enciclopedia. 

Más allá de los personajes, la narración, el universo y la historia creada por Ernest Cline, lo que de verdad resulta apasionante de Ready Player One son las múltiples alusiones a la cultura del videojuego y a toda la creación de 1980 en lo que responde a la cultura pop, los locales, la música, el cine, la literatura y un largo etcétera en el que no faltan Atari, Nintendo, TSR80, Bally Midway, Taito, Tron y todas las cosas con las que suelo tostaros la oreja -uh... o los ojos, más bien- en mis artículos

 

Cline hace un impresionante recorrido por la década de los 80 y no se deja atrás los salones recreativos, la cultura de ocio, la música del momento, el cine y la literatura, mencionando muchos de los nombres con los que suelo atacaros a quemarropa en mis textos y demostrando una impresionante cultura pop que me ha obligado en ocasiones a pasar un rato pensando para encontrar el guiño, e incluso visitar la wikipedia en busca de ayuda. 

 

La buena noticia es que Spielberg ya se ha hecho con los derechos de la novela y en 2018, por primavera, tendremos la película del libro que ensalza al cineasta entre otros muchos mitos del ocio, de la mano de ese propio cineasta. No obstante, mientras esperamos, os aconsejo encarecidamente, igual que me aconsejaron a mí, que le déis una oportunidad a Ready Player One en su formato de novela. Si eres de los 70-80 vas a llorar de emoción. Si eres de los 90, vas a recordar muchas cosas, y si eres de 2000, vas a culturizarte a base de bien con un libro que debería ser de lectura obligatoria para todos aquellos que se denominan a sí mismos como gamers.

 

¡Nos leemos! 


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