Bloodborne es el 'Souls' más redondo
Echar la vista atrás cuando se lanza un nuevo videojuego dentro de una saga suele ser complicado. El videojuego, como medio en el que la tecnología es uno de los puntos principales a la hora de 'avanzar', suele dejar atrás a cualquier antecedente, y no estoy hablando solo a nivel gráfico. Es una cuestión de las opciones que puede manejar una desarrollador para crear su juego: Dark Souls no está tan refinado como Dark Souls III no solo por el salto de plataformas y generación, sino por sus tripas más técnicas e impalpables.
Este salto no es tal entre Bloodborne y Dark Souls III, primos cercanos separados por apenas un año entre sus lanzamientos y que me han puesto en un auténtico brete mental: ¿cuál es mejor? ¿Cuál me gusta más? Y aunque esta es una cuestión difícil cuando te gusta tanto una franquicia de videojuegos – ¿Super Mario Bros. 3 o Super Mario World? NO ES FÁCIL TAMPOCO –, creo que he llegado solito a la conclusión y tras dos vueltas completas a Dark Souls III de que Bloodborne es, definitivamente, el mejor de la saga y mejor que la última entrega.
Creo que Dark Souls III ha conseguido ser más variado dentro de la fórmula. Eso sí, sigue siendo un juego eminentemente defensivo, quizá ya no tanto con los escudos, pero sigue siendo necesario esperar a tus enemigos, rodar y atacar cuando hay un momento para ello. Bloodborne es más agresivo y esto no funciona así, al menos no en la manera en la que yo juego. Con mi cazador, yo no paro de ir hacia delante y soy el que se mueve siempre primero para atacar lo antes posible y para pillar al enemigo con un parry en su primerísimo ataque.
Pero ya no es solo una cuestión de jugabilidad, que muchos podéis preferir en ese sentido los esquemas de Dark Souls antes que los Bloodborne, y no pasa nada. Sin embargo, en cuanto a estética e historia, creo que la superioridad de Bloodborne es tal que desde ningún Souls, ni tan siquiera mi adorado Demon's Souls, se acerca lo más mínimo. Aunque la trama se refugia muy bien en la tinieblas de Yarnham y da muchas vueltas en torno a sí misma para no dejarse entender fácilmente, está ahí y se capta mucho mejor que en un Souls, y sin dejar de perder su esencia. Dark Souls III también es más fácil de entender, pero justamente en el mal sentido: es evidente, y eso no es propio de estos juegos.
Tras ponérmerlo antes de ayer un par de horas, y avanzar más de lo que yo mismo pensaba que avanzaría en mi quinta maldita partida a Bloodborne, es que hasta me parece que se ve mejor que Dark Souls III, que es algo más moderno. Cómo contribuye todo a su atmósfera es algo que su primo solo consigue en algunos momentos sueltos, y no voy a entrar a valorar la densidad y el sentido de su mapeado porque es injusto: Bloodborne ocurre en una ciudad y aledaños; Dark Souls III te hace recorrer todo un mundo.
Aún así, si debo criticar a Bloodborne por algo es por lo mucho que he echado de menos la magia. Dark Souls III, aunque la ha debilitado bastante en comparación con Dark Souls II, ha hecho un brillante trabajo colocándola en una posición de ventaja gracias a la nueva barra de magia y diciendo adiós a los usos numerados, algo que Bloodborne también tiene en forma de balas para sus pocos conjuros. Ojalá Bloodborne 2 enmende estos errores, introduciendo quizás una barra de sangre al margen de la barra de vida, para hacer sus embrujos más presentes y darnos, si todo sale tan bien como el primero, otro juego que pueda llamar definitivo... hasta que salga el siguiente y me lo tenga que replantear todo, como ha ocurrido con Dark Souls III.
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