Adiós al 'sense of wonder'

No recuerdo muy bien cuál fue el primer videojuego que jugué porque toda mi vida, que solo ha durado 25 años de momento, la he vivido con alguno al lado. Creo que lo primerísimo que experimenté fue Duck Hunt y Super Mario Bros., pero mi primer recuerdo de un gran momento de auténtica maravilla con un videojuego lo tuve con Pokémon Azul en Game Boy. Creo que la sentí cuando me di cuenta de que tenía por delante una larga aventura con unas criaturas como acompañante, y claro, por eso sigo jugando a Pokémon a día de hoy, porque lo hice entonces y me encantó.

 

El problema ahora, con 25 años y currando a diario con videojuegos, porque ya de niño quería hacer esto, es que esa sensación de maravilla, ese sense of wonder, ha desaparecido completamente con todos los videojuegos. La semana pasada la pasé jugando compulsivamente a Pokémon Zafiro Alfa y ni rastro de ella. Creo que volví a vivirla un poco con Pokémon X e Y, que he vuelto a empezar porque es el mejor Pokémon desde Oro y Plata, y con diferencia; pero ni por asomo fue algo igual.

 

 

 

Otros videojuegos han despertado en mi ese niño interior que alucinó con Squirtle: Half-Life 2, Portal, Dishonored, Skyrim, Demon's Souls, Super Hexagon, Braid; pero la sensación la perdí muy rápido y cualquier intento por perseguirla o fabricarla artificialmente hacía que se me escapara entre los dedos con mayor velocidad. Es como intentar coger un puñado de arena. Y la verdad es que sufro un poco y odio los videojuegos por ello.

 

Pero creo que el problema lo tengo yo. ¿Juego demasiado? ¿Es mi trabajo, que ha fagocitado completamente mi manera de ocio favorita, el culpable? Creo que en parte sí. No hay semana en la que no termine, como mínimo, dos juegos y pruebe otros cuatro o cinco más pequeños o gratuitos. La sobreexposición a los videojuegos me ha inmunizado por completo ante sus maravillas. Ni los mejores gráficos del mundo ni las mecánicas más asombrosas me impactan. Curiosamente, hay productos chiquititos que me llegan mucho, pero eso: me llegan, no me asombran. 

 

No he perdido la capacidad de que un juego me haga sentir algo, por lo que creo que quizá no he perdido el sense of wonder, sino que ha evolucionado. ¿Hacerse adulto conlleva estas cosas? ¿Que nada te sorprenda porque tienes un background complejo que automáticamente fagocita lo desconocido y lo cubre de experiencias propias para explicarlo? Posiblemente, sí. Solo Demon's Souls me ha empotrado contra algo que realmente no me esperaba, pero aún así, me he sabido adaptar con cierta velocidad y he asimilado todo lo que me gusta y he extraído un conocimiento. De niño, ese conocimiento llegaba muy a largo plazo, y lo primero que sentía era, eso, maravilla, asombro, ilusión.

 

 

Por eso quizá la culpa también la tengan los videojuegos: ¡ya casi nadie hace nada realmente nuevo! ¿Cuándo fue la última vez que se inventó algo tan rompedor como Pokémon? Portal es algo inusual y bello, pero sigue descansando en cosas que todos conocemos: dispara un arma, salta, coge un objeto, evita trampas, etc. Sabe mezclar muy bien todos estos elementos y sorprender porque les da la vuelta a nuestros conocimientos aprehendidos; pero no es 100% nuevo. 

 

Pero claro, solo conocemos algo nuevo cuando somos niños, cuando no sabemos. Siendo adultos, pues claro, nada es radicalmente nuevo, y aquí ya no hablo de videojuegos. 

 

En cierto modo, me alegro de tener esta "viejo dolor" porque significa que al menos he tenido una experiencia de asombro inicial, pero no puedo evitar echarla de menos y disfrutar a ese otro nivel de los videojuegos. Lo que me lleva a la importancia de los clásicos para las nuevas generaciones y al problema de que existan ciertos remakes, pero eso es harina de otro costal. Y ya está, no hay solución en este post, solo es un comentario en voz alta.

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