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Perdiendo la perspectiva

Sábado 07 de Enero de 2012 por Raúl F. Rosso
Cuando era pequeñajo mi primo tenía una Game Gear. Hermosa, magnificente y de Sega, la santísima trinidad del infante que curiosea con sus primeros gatgets. Eran 3.2 pulgadas de magia pixelada que por la acusada infancia de su poseedor tan solo tenía la posibilidad de utilizarse en casa, de modo que la autonomía de su disfrute quedaba relegada a jugar en el salón, presumiblemente conectada a la toma de corriente.

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Pero vamos, que te pones a pensarlo y lo hubiera tenido también jodido si la sacaba a la calle, primero por la escasa duración de la batería, y segundo y no menos importante por la necesidad de alquilar un remolque para poder trasladarla de un lado a otro. Casi medio kilo de diversión, capaz de desfondarte los pantalones de pana. Y claro, muy portátil eso no es.

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Ya saben cómo acabó la película. Game Boy se llevó todos los laureles de aquella época y su legado ha quedado patente desde entonces con la estirpe de consolitas de bolsillo que Nintendo ha parido. Eso si, el concepto de portabilidad de hace dos décadas no es el mismo que el de ahora. La tecnología de integración en el ámbito electrónico es la distancia que hay entre los transistores de un chip. Actualmente se acaba de alcanzar la barrera de los 28 nanómetros, eso es la 28 mil millonésima parte de un metro. Teniendo en cuenta la cantidad de millones de estos que caben en un chip, ¿entonces por qué vamos a ver en 2012 una consola supuestamente portátil que vuelve a tener el tamaño de una Game Gear? Que me lo expliquen, señores directivos de Sony.

Yo me ruborizaría un poquito, sobre todo al ver la funcionalidad de un iPod Touch de última generación por ejemplo, no más grueso que una galleta María Fontaneda y que puedo llevar uno en cualquier parte, o directamente en mis partes, ya que su irrisorio tamaño lo hace verdaderamente portátil. Pero no, la suntuosidad imperante en nuestro sector aboga por la tecnología en detrimento de la utilidad. Que una máquina así tenga supuestamente la potencia de una consola actual de sobremesa es desde luego una pasada, pero precisamente ahí está el tic de la cuestión.

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