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MGRetro | Thanatos retro

El auténtico camino del Dragón. -
Sábado 12 de Septiembre de 2015 por Rafa del Río

Hace muchos, pero muchos años, los tipos de Durell Games tuvieron un sueño que parecía casi imposible para la época: Un juego en el que manejaras un dragón enorme con una animación fluida y una historia curiosa plagada de buenos enemigos y, para hacer bonito en la portada, una sacerdotisa con poquita ropa. El sueño desempolvó su diccionario de griego del instituto para darle un nombre 'de muerte' al dragón, Thanatos, y en 1986 despertaron y vieron que lo había conseguido.

 

 

Escúchenme lores y damas...

Los tipos de Durell Games eran unos monstruos, eso ya lo sabemos, y tal y como nos tenían acostumbrados le dieron un punto especial a su mastodóntico proyecto con un argumento que mezclaba la historia medieval y la mitología griega en una versión draconiana del descenso de Hércules al Hades -o a los infiernos, si lo preferís, pero no os vayáis a liar con Dante Alighieri y La Divina Comedia, que esa es otra-. Durell mezclaba dos escenas de la literatura clásica dando como resultado un argumento que tenía como protagonista a Thanatos el dragón y la sacerdotisa Eros. Muerte, y Amor, y dragones... Era como para ponerse tonto.

 

Encarnando al dragón debíamos enfrentarnos a las fuerzas oscuras del malvado Señor del Inframundo -ya os dije lo de Hades-, rescatar a la sacerdotisa Eros, encontrar su libro de hechizos y llevar a la chica y su grimorio hasta un caldero en el que Eros recitaría la plegaria que salvaría al Inframundo trayendo la luz a sus recónditos rincones. 

 

 

Arte en movimiento

La jugabilidad era, como siempre, la mayor baza de este título, cuya premisa parecía ser sencilla pero no lo era en absoluto. Thanatos se presentaba como un simulador de dragón con scroll lateral y vertical en el que el terreno, plagado de castillos, cuevas, inmensos mares y montañas, estaba densamente poblado por enemigos de todo tipo, desde soldados y arqueros, piqueros y caballeros hasta inmensas serpientes marinas, dragones de dos cabezas y arañas gigantes.

 

Para enfrentarnos a las amenazas teníamos a nuestra disposición unas fauces capaces de tragarse a todo el ejército del Inframundo de un bocado y unas garras afiladas capaces de atrapar a nuestros enemigos y elevarlos por los aires para estrellarlos contra el suelo o lanzarlos contra otros enemigos. Tampoco podía faltar la siempre eficaz llama del dragón, un fuego capaz de incendiar las rocas, los árboles y las puertas y murallas de las fortalezas enemigas.  

 

Lamentablemente, la llama del dragón no era eterna, y su uso iba consumiendo lentamente nuestras reservas, lo que nos obligaba a alimentarnos de alguna de las escasas brujas que encontrábamos por el escenario. Pero cuidado, a veces las brujas aparecían atadas como un regalito para nuestro poderoso reptil, y eso significaba que cerca, oculto entre los árboles, había un caballero escondido dispuesto a cargar contra nosotros lanza en ristre y matarnos de un sólo golpe. 

 

Y es que si bien el amigo Thanatos era una despiadada máquina de matar en el aire, sobre el suelo se convertía en una bestezuela lenta y pesada capaz de tragarse todo lo que el enemigo tuviera a bien lanzar contra nosotros. Si tenemos en cuenta que el juego nos obligaba a aterrizar cada vez que queríamos reponer fuerzas, alimentarnos, rellenar los depósitos de llama, reventar las puertas de las fortalezas y recoger a Eros, el grimorio y demás, la cosa se ponía complicada. Para ponerlo aún más difícil, una vez rescatábamos a la sacerdotisa ésta subía a lomos de nuestro dragón para guiar su avance, pero no estaba libre de caerse si realizábamos giros muy cerrados. Si Eros caía sobre el mar la partida acababa, si caía cerca de una cueva de arañas, la partida acababa, y si caía sobre el suelo podíamos rescatarla... Antes de que la mataran los enemigos. Pero era bastante complicado, y en ocasiones acabábamos pillándola con nuestras garras sin querer, lo que se traducía en un Game Over la próxima vez que aterrizáramos, pues lo haríamos sobre ella

 

 

¿Todo esto es tuyo?

Es difícil explicar a día de hoy la sensación que provocaba ver en movimiento por primera vez a Thanatos a mediados de los ochenta. El puñetero dragón ocupaba casi toda la pantalla -un tercio de la misma, en realidad-, el entorno se movía de forma bastante fluida, los enemigos no perdían detalle, ya fueran grandes o pequeños y la animación de la criatura mitológica era poco menos que magistral. Podéis pensar en la sensación que produce el salto de una generación a otra y ni siquiera os estaréis acercando, porque lo que hizo Durell con Thanatos era, simplemente, imposible, y por muchas horas que jugaras no podías acabar de creerte que, efectivamente, el juego fuera una realidad y estuvieras moviendo a ese pedazo de bicho por el CRT de tu salón.

 

Pero claro, esto no se consigue de la noche a la mañana, y los tipos de Durell Games no eran unos mindundis. Ya hemos hablado antes de ellos con uno de sus títulos estrella, Saboteur, y sin duda volveremos a hablar de su impresionante catálogo que recogía estrellas como Spitfire -una forma de aprovechar el motor de Thanatos en forma de avión para la II Guerra Mundial-,  Turbo Esprit, primer juego que nos invitaba movernos en coche libremente por una ciudad... ¡en 1986! o esa maravilla llamada Sigma 7.

 

¿Puedo jugar?

Thanatos salió en 1986 para los ordenadores ZX Spectrum, Amstrad CPC y Commodore 64, sin que se versionara a posteriores sistemas, y de él bebieron títulos como Panzer Dragoon, Drakengard o Divinity II. Sin embargo es fácil encontrarlo emulado por la red. El cese de Durell Games como compañía desarrolladora de videojuegos y que su actual dueña, Elite System, no tenga pensado hacer nada con él a corto plazo, parece permitir según la legislación actual echarle un ratito por stream, algo que, entre nosotors, merece la pena.

 

¡Nos leemos! 


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