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MGRetro | Saboteur retro

Sábado 12 de Septiembre de 2015 por Rafa del Río

Algo se mueve en Mundogamers. Botones nuevos, más contenido y, ahora, secciones nuevas... Que no se diga que no os cuidamos. Se inicia así MGRetro, una sección retro-nostálgica en la que iréis viendo aparecer todos los títulos del pasado que significaron algo en su día y que supusieron un paso adelante en la carrera hasta la meta de la industria del entretenimiento electrónico actual. Para inaugurarla, nada mejor que un auténtico must have de los ochenta:

 

Saboteur

Todos tenemos un juego fetiche, un título que nos hace recordar de sopetón nuestra infancia y el momento en el que decidimos que todo este rollo de los videojuegos iba a ser algo más que un hobby con el que pasar el rato. En mi caso, el arcade de Space Invaders en una bolera en 1983 supuso una auténtica revelación: había movimiento en pantalla, podía controlar las naves y destruir la amenaza alienígena, y yo era, como sería después tantas veces, la última esperanza de la humanidad

 

Después de Space Invaders, conseguir un ordenador para jugar en casa se convirtió en una obsesión. Mis cuadernos de preescolar se llenaron de filas y filas de naves alienígenas que destruía 'jugando' con mi nave en la parte inferior del folio, y cada vez que nos retaban en clase a escribir una redacción, el tema era siempre el mismo: Encontraba una moneda antigua, ganaba la lotería, descubría un tesoro en el sótano de mi casa -algo jodido, porque vivía en un cuarto piso-... Todo lo necesario para desembocar en un único final genérico y universal a todos mis relatos: 'Y me compraba el ordenador'.

 

Ya hemos acabado con el guarda... ¡Ahora a correr!

 

En 1986, los reyes magos pillaron la indirecta y dejaron un Spectrum ZX bajo el árbol para los cuatro hermanos -sí, éramos familia numerosa, eran otros tiempos-, aunque no tardé mucho en apropiarme de él a pesar de ser el más pequeño. Ese mismo año descubrí uno de los títulos más épicos de los ochenta, el que se convirtió en mi juego fetiche y el que le dio sentido a todo lo que después sería. Y sí, me refiero, por supuesto, a Saboteur, publicado por Durell en 1985.

 

Ninja Style

La premisa de Saboteur era bastante sencilla: Encarnando a un ninja anónimo debíamos infiltrarnos en el almacén de un complejo industrial para robar un disco con una lista de nombres rebeldes, colocar una bomba en los cimientos, y acto seguido, escapar. Rompía con la premisa de salvar el mundo y, para colmo, no dejaba demasiado claro si éramos parte de 'los buenos' o de 'los malos'. Lo único importante era la misión y, como los ninjas de Kobe, era ésta la única motivación para nuestros actos. 

 

El nivel gráfico era rompedor para los años que corrían, con unos gráficos enormes, una transición de sprites bastante suave, lo que se traducía en un movimiento espectacular, y un diseño de escenarios original y diferente. La narrativa visual también nos llevaba más allá con la primera intro 'in game' de la historia en la que veíamos llegar a nuestro ninja en una zodiac hasta el embarcadero de nuestro objetivo, como si de una película se tratara. 

 

La huida en el helicóptero... Otro momento épico.

 

Saboteur supuso un boum en su momento no sólo por la ruptura con el argumento tradicional y sus estupendos gráficos, si no también por una buen puñado de elementos que posteriormente fueron sepultados por la historia y, finalmente, se recuperarían para los títulos actuales. Por poneros un ejemplo, nuestro personaje no sólo tenía barra de vida, sino que además ésta se podía rellenar lentamente si descansábamos tras ser herido por un guarda, una caída o uno de los perros guardianes. También teníamos la posibilidad de operar dos trenes subterraneos para movernos por el complejo rápidamente, e incluso podíamos improvisar armas con los cascotes y restos abandonados por el edificio para eliminar a los guardias con un sólo golpe. 

 

Sigilo y protección animal

Pero lo mejor de Saboteur era, sin duda, su jugabilidad. Tras esos movimientos suaves y ese aspecto potente se ocultaba un gran juego que invitaba a ser rejugado una y otra vez, con varios niveles de dificultad que incluían trabas como las de cerrar diferentes puertas, ocultar el disco y la bomba en sitios más inaccesibles e incrementar el número y dificultad de los enemigos. En estos niveles era necesario recurrir al sigilo tal y como lo entendemos hoy en día, evitando correr y saltar para hacer ruidos que alertaran a los guardias, atacando a los enemigos por la espalda y tratando de movernos lo más rápido posible para conseguir la puntuación más alta.

 

Revisa esos platos. Fijo que hay un arma oculta en ellos...

 

Porque a la hora de la verdad de eso iba Saboteur: De ser uno de los mejores diez ninjas de la historia y lograr el mejor pago en dólares por nuestros esfuerzos. Para ello, nada mejor que elegir elevados niveles de dificultad, acabar con nuestros enemigos de forma sigilosa, colocar la bomba, robar el diskette, activar la bomba y desaparecer en el helicóptero antes de que ésta explotara y/o se nos acabara el tiempo.

 

Toda una delicia a la que su creador Clive Townsend, no dudó de dotar de toda su magia y un toque personal en lo referente a los perros guardianes. El amor de Townsend a los animales lo llevó a no puntuar las agresiones de los perros guardianes durante el juego y a escribir en la tabla de puntuación de las instruccciones: 'Perros guardianes......0 puntos (¿qué mérito tiene matar a un pobre animal inocente?)'

 

¿Se puede jugar? 

Saboteur salió en 1985 para ZX Spectrum, Amstrad CPC y Commodore 64. Tuvo una segunda parte dos años después, mucho más larga y con protagonista femenina, y se han hecho mil adaptaciones y mods que pululan por la red. A día de hoy se puede encontrar en varias páginas de abandonware y emuladores on line, pero la turbia legislación a éste respecto no me permite colocar los enlaces. No tenéis más que echar un ojo por google para encontrar varios sites. Os aseguro que vais a disfrutar con un título que, cuando menos, os descubrirá muchas cosas sobre la industria y el actual mercado indie. Disfrutadlo.

 

¡Nos leemos!


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