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MGRetro | Castle of Illusion

MGRetro 34
Viernes 13 de Febrero de 2015 por Toni Piedrabuena

Once upon a Mouse...

 

Lo brillante de Castle of Illusion no es que sea un plataformas increíble o que aproveche a las mil maravillas todo lo que supone ser un juego de Mickey Mouse: Sega fue capaz de hacer dos videojuegos imprescindibles en dos hardwares diferentes, diferenciando con matices deliciosos el ejercicio de Master System y el de Mega Drive, cada uno de ellos maestro en su campo. Es como si una de las empresas de actuales fuese capaz de hacer dos videojuegos de mismo nombre diferentes y brillantes en Xbox One y Xbox 360 por separado, respetando personajes y universo, pero variando todo lo demás.

 

 

Sega, la del Genesis Does, fue capaz de hacerlo con Castle of Illusion, pero también fue capaz de hacerlo con los dos primeros Sonic. No son pocos los fanáticos de Master System que aseguren que sus Sonic eran mejores que los de la hermana mayor. Sin desmerecer, dios me libre de hacerlo de dudar de cuatro obras que son parte de mi vida, pero puede que exageren: son piezas brillantes de la ludoteca de Master System y merecen tanto respeto como las versiones de 16 bits. En el caso de la aventura de Mickey Mouse en tierras de Sega, más de lo mismo: ¿Cuál es mejor? Cada usuario te dirá una cosa diferente y tendrá sus motivos para hacerlo.

 

No querría pasar por alto el hecho de lo que supone ser un videojuego basado en una licencia de Disney y lo que supone serlo en tiempos actuales. Creo que los nenes de 2015 tienen mucha suerte de gozar de Infinity, pero sí pienso que los juegos de Disney han estado muy descuidados en los últimos tiempos. Con algún asterisco, cierto, pero creo que no cambiaría ninguna época de software Disney como la vivida a principios de los noventa con Sega y Capcom rompiéndose los morros creando títulos inolvidables. Sega, necesitaba iconos que le permitiese hacerse un hueco en el mercado, y aunque jugó con muchos, puede que lo hecho con Mickey sea uno de sus desarrollos más excelentes.

 

 

Castle of Illusion en Mega Drive es simple: la bruja Mizrabel ha secuestrado a Minnie, y Mickey deberá rescatarla. Para ello se adentrará en el Castillo de la Ilusión, una mágica fortaleza en el que cada puerta lleva a un mundo diferente. Las únicas armas de Mickey son unas esferas que puede lanzar a los enemigos y su ataque en salto: un culetazo que, además, le ayuda a subir grandes alturas. La composición de las pantallas, normalmente, consiste en tres checkpoints y un boss final, planteamiento que se respeta hasta el final. Un final entrañable que vale la pena vivir. Una experiencia imperecedera e inolvidable: no dudéis en echarle un tiento si podéis.

 

Hay pantallas de todo tipo: Pasamos de un bosque a un mundo de juguetes, pasando por una torre del reloj, las mazmorras de Mizrabel y una pantalla en la que correteamos por una sala de estudio. En uno de los lances del nivel deberemos navegar en una taza de té y corretear por el mundo de la merienda: coloreado con dulces, barquillos y gominolas de todo tipo. Elementos técnicos espectaculares para la época, una animación increíble y un universo absolutamente verosímil con la creación de Disney a pesar de su realización nipona.

 

 

¿Cómo transportar la magia del juego a un sistema inferior técnicamente? Creándolo de cero. Castle of Illusion es una entidad propia y excelente en Master System, imprescindible para cualquier fanático de las plataformas. Igual que la versión de Mega Drive, es perfectamente jugable a día de hoy y mantiene su frescura intacta, sin importar la edad que tengas y los años que hayan pasado desde su estreno. Mickey aquí tiene un diseño diferente: aquí se opta por un diseño más clásico del ratón y le sienta como anillo al dedo.

 

No tenemos esferas para lanzar, pero a pesar de sus propiedades diferentes y física distinta, mantenemos el culetazo. Ganamos la posibilidad de coger objetos del escenario, circunstancia que acaba convirtiéndose en rompecabezas durante el resto del juego. Si en Mega jugábamos una pantalla tras otra, aquí podemos escogerlas al estilo Mega Man: primero tres, luego otras tres habitaciones y un último encontronazo con Mizrabel. Final diferente al de Mega Drive, como no podía ser de otra forma. Siendo dos juegos relativamente fáciles, creo que el de Master tiene momentos plataformeros más retantes, algo que difiere de la imagen que se quiso imprimir de consola para niños. Difícil o no es una auténtica maravilla.

 

Difiere de algunos elementos de diseño vistos en la entrega de 16 bits, pero no en mucho: si el tercer nivel de Mega es una caverna aquí es un mundo de chocolate, una contrapartida a las meriendas de la pantalla del escritorio. La pantalla está compuesta por onzas de chocolate y montañas de helado. Es un diseño tan acertado que solo puedes admirarlo. Y su melodía, una de las mejores de todo el juego, aunque encaja más en una gruta que en un mundo de galletas y piruletas. Música en Mega, por cierto, con momentos y cambios muy interesantes.

 

 

La serie continuó de múltiples formas: Mega Drive tuvo un World of Illusion en el que Mickey colaboraba con Donald en un plataformas para dos jugadores de gráficos increíbles y gusto indiscutible; en Master tuvimos un Land of Illusion que era más que una secuela digna. El último referente de la serie lo recíbimos hace unos años: aprovechando el tirón de Epic Mickey se decidió hacer una secuela espiritual para Nintendo 3DS. El resultado, Power of Illusion, os lo expliqué en su momento: mejor intención imposible, se nota en cada rincón el amor impreso por sus desarrolladores, pero la realidad es que no es el gran juego que todos esperábamos.

 

Puede sonar un poco absurdo que llamase exagerados a los que decían que el Sonic de 8 es mejor que el de 16 bits y ahora os diga que prefiero el Castle de Master antes que el de Mega, pero la nostalgia es así de absurda. No hablo de memoria, hablo de rejugarlos en su momento para El Club Vintage y el presente texto y no hago más que reafirmarme: el de Master es parte de mi vida como jugador. Tiene un rincón en mi curriculum gamer y es un título que no dudaré en poner a mis hijos... en 20 años.


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