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MGReplay | Star Wars: Battlefront

Antes todo esto era campo... de batalla
Martes 13 de Octubre de 2015 por Diego Emegé

Seguro que muchas de las personas que leéis esto habéis probado la beta de Star Wars Battlefront, el juego de DICE que saldrá el 19 de noviembre. Posiblemente vuestras opiniones al respecto sean muy variadas, especialmente en lo tocante a las mecánicas de juego y cómo está ajustado todo, pero seguro que estaréis de acuerdo en que la recreación del universo de La guerra de las galaxias es fiel no, lo siguiente, y que pisar la nieve de Hoth es, sencillamente, divertido. Aunque esta franquicia no haya nacido ahora, lo lógico y más conveniente es compararla a Battlefield, en lugar de al juego de 2004, Star Wars: Battlefront. Con este solapamiento de nombres, podría parecer que EA y DICE quieren sepultar la presencia del progenitor en nuestra historia con la «experiencia definitiva de Star Wars™», pero aquí estoy yo para recuperarla.

 

Sería una pena no hacerlo. A pesar de que su aspecto 3D no aguante muy bien el paso del tiempo (o aún no resulte suficientemente retro), es un juego que aún logra despertar muchas emociones y reacciones positivas. Para ser concisos, diríamos que Star Wars: Battlefront tiene un alma, y si, como yo, habéis crecido creyendo en un universo unido por un campo de energía que une a todas las cosas vivas, esto debería evocar vuestro interés.

 

 

Los juegos anteriores de Star Wars nos colocaron en las botas espaciales de Luke, Han o algún otro héroe o heroína de primer nivel para llevarnos por delante a tropas y tropas imperiales, algún que otro cazarrecompensas y jedi oscuro. En Battlefront no tenemos ningún sable de luz, la fuerza ni «+20 al carisma»; somos soldados rasos de los de bláster láser y mala puntería. Para los jugadores inexpertos, jugar puede resultar algo abrumador al principio, porque estar en un enorme campo de batalla rodeado de las explosiones y los disparos de las batallas míticas de la saga espacial hace sentir al jugador muy pequeñito.

 

También es un juego en el que hace falta cambiar el estilo de juego al que estamos acostumbrados —especialmente en el modo en solitario. La idea de ir directos a las grandes concentraciones de enemigos que aparecen en el minimapa con la idea de acabar con ellos fácilmente suele acabar en una muerte humillante por parte de un stormtrooper cuya puntería es mejor de lo que pensábamos. Que sí, tendréis ganas de ser Luke Skywalker, pero si acaso llegaréis a ser Dack, el artillero de su aerodeslizador de nieve: «¡Siento como si pudiera acabar con todo el Imperio yo solo!» Ah, pobre diablo…

 

 

Pero no temáis, pues a lo largo del juego uno se vuelve más astuto y más mortífero. El sobrevivir a una batalla entera como un mero stormtrooper o un piloto rebelde racionando a los droides de salud y munición es algo muy satisfactorio. También cabe la posibilidad de fenecer estúpidamente y aun así ganar. Cada escaramuza es un lío caótico, y nuestra misión es nadar a contracorriente ocupando puestos de mando, pilotando vehículos o, simplemente, mermando las filas enemigas: todo lo necesario para acercarse a la victoria. Cada batalla funciona como el mecanismo de un reloj que funciona a pesar de nuestras acciones, y el juego nos lo recuerda constantemente. Cuando morimos y nos paramos a decidir con qué clase volveremos a luchar, podemos ver cómo se desarrolla el conflicto en el mapa en tiempo real. Viendo esas hormiguitas de colores moverse y hacer aparecer luces en el mapa debería servirnos de ayuda táctica, pero también entran ganas de pararse a respirar para ver cómo saldrían las cosas en Yavin, Kashyyyk o Naboo sin nosotros.

 

Es la sensación de que la guerra no nos va a esperar; una sensación que le sonará a las personas acostumbradas al juego en línea. Star Wars: Battlefront es un juego que se diseñó con la experiencia multijugador en mente, con la idea de que los jugadores reales dieran buen uso a las distintas clases complementándose. El trabajo en equipo funciona perfectamente, y tratar de variar el curso de una batalla en solitario es una tarea hercúlea. Por ello lo ideal es jugar con un amigo o conocido, no para explotar los ánimos competitivos, sino para disfrutar al máximo de los fallos garrafales que siempre ocurren. Aquí el juego emergente pasa al segundo plano, porque lo que uno recuerda son las payasadas propiciadas por las físicas de muñeco de trapo.

 

 

Lo gracioso es que esta realidad se mueve sobre los pasos del propio Lucas. Pensad en la trilogía original de Star Wars y los extraños momentos de humor en plena masacre: ese grito de Wilhelm cuando algún infeliz encuentra su muerte más espectacular, la cabina de un AT-ST aplastada por dos troncos atados con lianas… Debajo de esa apariencia molona, Star Wars: Battlefront esconde un alma pícara que nos anima a descargar toda la rabia que pudiera habernos poseído al vivir La amenaza fantasma, por ejemplo, acabando con todos los gungans que queramos en la batalla de Naboo jugando como los malos. De no haber sido por la marca Star Wars, este juego no habría sido tan efectivo. Depende mucho de los personajes, la música y los sonidos para construir sus mundos. Aun así, nos pasamos tanto tiempo tratando de capturar los puestos de mando, que es inevitable no sentirse en casa cada vez que disminuimos el flujo de energía de los mismos, porque al hacerlo suena el mismo sonido que cuando Obi-Wan desactiva el rato tractor de la Estrella de la Muerte en la primera película.

 

Un año más tarde el difunto estudio Pandemic lanzó la segunda parte, expandiendo la experiencia de combate, sacando a los soldados de las trincheras y metiéndoles en combates espaciales más aventureros, y explorando las promociones en plena batalla. Después de cierto número de muertes, podíamos dejar atrás la dura vida del soldado raso para encarnar a un Yoda o a un Jango Fett. Recibió mejores críticas, por lo general, y es un juego cuyos servidores han mantenido el tipo muchos años, pero ese primer Star Wars: Battlefront tiene un algo mucho más encantador. Torpe, tonto y divertido: la fuerza es intensa en él.


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