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MGReplay | Persona 4

¡Máz amigoz, máz aliadoz!
Martes 25 de Agosto de 2015 por Diego Emegé

Persona 4 destacó por encima del resto de RPG de fantasía desde que llegó al mercado en 2008 para PlayStation 2. Mezclaba ambientación moderna con exploración de mazmorras y resolución de misterios con simulación del día a día en instituto. Fuera de la propia franquicia no existe nada parecido, y una vez deis el paso, no os arrepentiréis, sea en PS2 o en Vita, con la versión remozada y apellidada Golden, que cuenta con algunos ajustes del combate, nuevos personajes y escenarios, con lo que se añaden varias decenas de horas a la experiencia total de juego. Ahora bien, Persona 4 es mucho más que un título raro o largo: es un juego sublime. Cuenta con personajes y líneas narrativas muy bien desarrollados, un sistema de combate estratégico muy satisfactorio, y otra plétora de sistemas que están pulidísimos y ajustadísimos, que para la franquicia ya es mucho decir.

 

En Persona 4 comenzamos la historia acompañando a un protagonista adolescente al llegar a Inaba, un pueblo rural japonés al que se ha mudado para vivir con su tío y su primo durante un año. Su viaje se torna dramático al presenciar el extraño suceder de asesinatos en el pueblo. El protagonista y sus amigos del instituto pronto se encuentran en el mismo centro de los sucesos, buscando al asesino al tiempo que descubren que tienen poderes algo peculiares. El juego nos propone dividir la experiencia entre el progreso narrativo en forma de novela visual y simulador social y la construcción de personajes mediante incursiones a las mazmorras. El primer segmento es la verdadera chicha del todo, pero el combate de tipo RPG se merece toda mención.

 

 

Podemos viajar a las mazmorras hasta con tres amigos que luchan a nuestro lado en combates por turnos. Cada personaje cuenta con una persona, que es una identidad alternativa proporcionada por una deidad que le proporciona poderes para lanzar hechizos. Mientras los personajes secundarios se ven obligados a subir de nivel una misma persona, el protagonista tiene a su disposición varios tipos de personas, que se pueden coleccionar para formar un pequeño pero poderoso ejército.

 

Al tener más de 100 personas por encontrar, toda la labor de ubicarlas, subirlas de nivel y escoger la más adecuada para nosotros acaba por convertirse en una adicción al estilo de Pokémon. Cada persona y cada enemigo tienen fuerzas y debilidades de tipo elemental que tienen que equilibrarse. La búsqueda de ese aliado perfecto se apoya en la posibilidad de fusionar hasta 6 personas para crear un ente que herede las habilidades, o también la de proporcionarles poderes utilizando tarjetas de habilidad. Es un sistema muy, muy complejo, e intimida al principio, pero gracias a esa profundidad podemos encontrar formas muy creativas de hacer de nuestros personajes luchadores imparables, una vez que comprendemos los entresijos del sistema.

 

 

Hay algo de grinding, especialmente en las dificultades más elevadas, pero en la versión Golden, Atlus se ocupó de realizar un par de ajustes en el sistema de combate para recortar la necesidad de regresar a las mazmorras antiguas, como el shuffle time, una mecánica basada en barajas de cartas que, al final de los combates ganados, nos permite elegir entre un número de cartas sacadas aleatoriamente. Cada una cuenta con un efecto positivo y otro negativo —como reducir a la mitad el dinero ganado en el combate o curar un poco al equipo. Si tenemos un poco de destreza y de buena suerte, se pueden sacar más cartas como bonificación con las que obtener más experiencia y muchas otras ventajas de peso. A pesar de que las cartas que salen se escogen de forma aleatoria, existe el punto justo de estrategia en el asunto como para sentirse dueño de nuestra suerte.

 

Hay un apartado en el que la versión de PS2 y la de Vita difieren profundamente, y es en el planteamiento de la muerte en las mazmorras. En la versión original morir significa empezar desde el punto de guardado previo. En el caso de Golden, en vez de obligarnos a perder una hora de juego, nos permiten reducirlo a 15 minutos, aproximadamente, que es lo que se tarda en cubrir un nivel de la mazmorra. Es una bonita concesión, pero también algo necesario, si tenemos en cuenta que Golden es portátil. Ya fuera de las mazmorras Persona 4 se centra en un guion repleto de situaciones absurdas y de lecciones morales muy típicas del mundo anime, y su ritmo responde más al de una serie de televisión que a un juego de misterio tradicional, pero con montones de personajes secundarios con sus propias historias que se llevan el centro de atención de cuando en cuando.

 

 

Puede resultar ridículo y frustrante pasar horas y horas (la escena introductoria dura unas 3) sin pelear contra nadie, pero el guion y los personajes son tan buenos que ya solo con ellos el entretenimiento está asegurado. Desde Chie, el carnívoro obsesionado con el kung-fu, a Ayane, una moza con problemas con el trombón, pasando por Dojima, un padre policía con más trabajo que vida, tenemos un reparto con características tontas y extrañas, pero memorables, que acaban enraizando y adquiriendo mucha consistencia.

 

Aún en las secciones de historia, Persona 4 necesita que tomemos el control para decidir a qué dedicamos el tiempo. Además de ir a la escuela todos los días, es necesario escoger las actividades vespertinas y nocturnas. ¿Quedamos con nuestro colega Yosuke, dedicamos la tarde al entrenamiento de baloncesto o pasamos de todo y nos ponemos a estudiar para el próximo examen? Pero el juego logra un equilibrio muy curioso entre el estrés y los aires estudiantiles y las mecánicas de RPG, de forma que las amistades (o vínculos sociales) suben de nivel a medida que las fomentamos.

 

 

A pesar de que algunos de sus temas sigan los pasos arquetípicos de los animes y RPG japoneses (como que la amistad da poder), es un título que no deja de tratar algunos temas más serios con tacto e inteligencia. Los vínculos sociales se aventuran a explorar situaciones traumáticas, como la muerte de un ser querido, la realidad de una infancia a merced de la televisión o de la confusión sexual de la adolescencia. Aunque muchas de estas digresiones acaben con buen tono, los desarrolladores no caen en la condescendencia de simplificarlas o rebajarlas en importancia.

 

Los estudiantes no son los únicos que dependen entre sí en Persona 4. Aunque en un principio las mazmorras y el apartado social parezcan no pertenecer a la misma ecuación, muy pronto comienzan a demostrar su interconexión. Al mejorar los vínculos sociales logramos desbloquear habilidades poderosas y nuevas personas, y al equiparnos con las personas adecuadas, podemos mejorar nuestros vínculos sociales más rápido. Así, la historia y la progresión lúdica se unen de forma que el prota se haga más fuerte a medida que sus amistades crecen.

 

Persona 4 y Persona 4 Golden son dos joyas resplandecientes. El juego en PlayStation 2 ya es una experiencia única y potente, pero si tuviera que recomendar una de las dos experiencias ahora mismo, me decantaría por Golden, porque mantiene intacta la esencia del original añadiendo algunas mecánicas de combate mucho más amables y rellena algunos huecos en la historia. Para resumir, podemos decir que es la obra más ajustada, mejor escrita y más necesaria de Atlus. No tengáis miedo, amigos, y probadlo.


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