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MGReplay | Metal Gear Rising: Revengeance

Es rápido, directo y deliciosamente gore
Martes 09 de Diciembre de 2014 por Diego Emegé

La historia de Metal Gear Rising: Revengeance no tiene mucho sentido si uno no conoce la línea narrativa de la saga de oro de Konami, Metal Gear Solid. Es un juego ubicado después de los acontecimientos de Metal Gear Solid 4, y, aunque para mí sean totalmente desconocidos, no me da vergüenza reconocerlo, porque en realidad no es necesario saber nada de Snake para poder disfrutar de Revengeance. El pobre llevaba una buena temporada esperando a ser desempolvado en Steam y ya le tocaba.

 

Revengeance fue el debut del estudio osaqueño Platinum Games, el creador de sueños interactivos tan maravillosos como la saga Bayonetta, el memorable Vanquish y el exclusivo MadWorld. Sus juegos son un estudio sobre la lucha, sobre el estilo y la profundidad interactiva y sobre la parodia como forma de cimentar historias. Obviamente, Rising no es el mejor del estudio, pero los usuarios de PC también nos merecíamos un plato de Platinum en nuestro menú de Steam. La corona seguirá perteneciendo durante años a Bayonetta, pero viendo lo mal que trataron las distribuidoras a la pobre bruja de Umbra, mejor que se quede en Nintendo, que se lo han ganado.

 

Jugamos como Raiden, un ciborg de pelo plateado que tiene la suficiente destreza para empuñar una espada samurái futurista que puede cortar metal como si fuera mantequilla de Soria. Se expresa a través de su agilidad, y de su danza de esquives, estocadas, combos y tajos certeros, que se controlan muy precisa y elegantemente con un sistema de combate muy sencillo. Hay dos ataques, uno ligero y otro pesado, y Raiden no nos pide que nos aprendamos ningún combo para hacerle bailar el tango de la muerte. La cosa, en Revengeance va de los esquives.

 

«A saber dónde tendrá este las cosquillas...».

 

Con inclinar el stick en la dirección en la que viene un ataque y presionar el botón de ataque ligero, nuestro colega Raiden ejecutará —dependiendo de nuestra precisión— un bloqueo o un esquive encadenando un contrataque. Al igual que en los Arkham, los Assassin’s y demás juegos de bofetones, los enemigos nos avisan de forma visual para que podamos preparar nuestra defensa. Obviamente, también hay ataques infranqueables, con lo que toca evadirlos como los mediocres gallinas que somos.

 

Al clavar un contrataque, o al dar suficiente cariño a un enemigo en particular, podemos desencadenar un zandatsu, que es algo así como una masturbación sangrienta pero tremendamente placentera. Perdonen por la guarrería, pero es una acción muy repetida en el juego, pero que no pierde su poder satisfactorio jamás. Raiden nos permite filetear, trocear y, literalmente, hacer picadillo a los enemigos a cámara lenta, agarrar sus columnas vertebrales y absorber su energía para recuperar salud. Es un movimiento muy bien animado y muy, muy, vistoso. También tenemos la posibilidad de trocear farolas, coches, piedra, sandías, etc. Esta posibilidad se lleva para sí, fácilmente, una hora de nuestro entretenimiento, como no podría ser de otra forma, porque esta clase de tecnología no se ve en muchas partes, y nos convierte en niños sádicos y juguetones al segundo.

 

«Buen cocido que me voy a hacer con esta pieza, sí señor».

 

Y eso es el combate en Revengeance. Parece básico sobre el papel, pero cuando nos lanzan avalanchas de enemigos, cada uno con su ritmo y su ataque diferente, la cosa cambia radicalmente. En ese momento es donde nace la dificultad del juego, y puede llegar a ser muy puñetero en ocasiones, especialmente en el caso de los jefes finales, que resultan brillantes. El cortejo y rechazo de misiles es un acto digno de ver mientras nos enfrentamos a robots gigantes, partimos en dos tanques y nos medimos con un senador de los EEUU con poderes sobrehumanos. La experiencia es apabullante, muy barroca y exagerada —cosa que no tiene por qué ser para todos—, y eso es algo que se ve poco en PC.

 

Lo único que puede mellar la afilada espada de Revengeance es la cámara. No es agradable que la cámara le baile a uno en medio de una dura batalla, y, por desgracia, es un problema que tiene lugar en mayor medida cuando nos encontramos rodeados por múltiples enemigos. Aparte de este problemita, los entornos resultan carentes de carácter, y eso es algo ultrajante en comparación con la extravagancia que caracteriza a los personajes y al combate. Aparte de estas minucias, Metal Gear Rising: Revengeance es una estupenda pieza de entretenimiento que todo pecero debería tener en su máquina y que todo consolero debería probar en su maquinita. Es rápido, directo y deliciosamente gore.


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