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MGReplay | Kingdom Hearts

El comienzo de una saga única
Martes 08 de Septiembre de 2015 por Diego Emegé

Kingdom Hearts ya tiene unos añitos, como la inmensa mayoría de los juegos que se pasean por esta sección. Por suerte, muchos de ellos han logrado superar el asalto del tiempo manteniendo el tipo y aún son experiencias entretenidas. El de hoy es un juego que tuvo la responsabilidad de vender un concepto nuevo, apoyado en buenas marcas y buenas inspiraciones, y acabó siendo el mejor de la franquicia, se mire por donde se mire. Visualmente sigue resultando único; a nivel interactivo, la acción es ágil; y en lo que respecta al universo y a la historia, aunque esta última es uno de los mayores líos que uno puede echarse a la cara, siguen resultando muy atractivos.

 

Ay, qué daño le ha hecho el tiempo a la línea narrativa de la franquicia. Me pregunto a dónde llevarán la trama con la tercera entrega. Lo que comenzó como la más simple de las luchas entre la oscuridad y la luz (o el mal contra el bien), ha acabado degenerando en un amasijo de nuevos términos y de complementos que no han hecho más que confundir hasta a los más fanáticos del lugar. Hay ocasiones en los que la historia es genuinamente sorprendente, pero cuestiones como la mismísima presencia de Disney en todo el asunto podrían ser responsables de que nos perdamos en mundos y personajes que no aportan realmente nada… solo por quedar bien con papá Disney.

 

 

Jugamos como Sora, un prepúber risueño y poco preocupado por los problemas de la vida. Sobre él recae la responsabilidad de portar la llave espada (que para nada es un tópico) para salvar una red de mundos cuyas conexiones han ido muriendo por culpa de una fuerza maligna. Estos mundos están basados en las películas animadas de Disney, como Pesadilla antes de navidad, Alicia en el País de las Maravillas o Tarzán. Esto da pie —obviamente— a una dirección artística muy marcada por cada pequeño universo de Disney y que no hace más que conectar con esa parte nuestra tan tierna que se encuentra sepultada bajo kilos de cinismo. Por otra parte, y aunque la historia parezca simple, la parte personal de Sora es la que realmente cautiva al jugador, con toda la carga temática de la amistad, el coraje, la lealtad y la fuerza frente a las tentaciones del mal.

 

En lo que respecta al propio ritmo de juego, ahí es donde destaca la experiencia Kingdom Hearts. A su salida fue un título llamativo por mezclar elementos de RPG con otros de acción, con lo que se ganó el interés de los jugadores con fobia a los combates por turnos. Así, tenemos combates a tiempo real y personalización al estilo RPG. Yendo a lo concreto, hablamos de un sistema de acciones basado en tres espacios que se activan con la cruceta y el botón X. Uno aloja los objetos, otro para las magias y el tercero para los ataques. La idea de este sistema es la de permitir combates fluidos y sin parones. Además, el juego nos permite también realizar otras acciones como esquivar y bloquear, con lo que los combates acaban adquiriendo un matiz más cercano al hack and slash.

 

 

Si a estas mecánicas les añadimos que los combates resultan realmente complejos, el entretenimiento se explica solo. A medida que avanzamos y aumentamos de nivel, obtenemos más ataques, más magias y más equipamiento. Con esto, a pesar de que las primeras horas de juego resultan tediosas, al avanzar los enemigos van requiriendo un uso más concienzudo de nuestras habilidades, y los jefes finales son la mejor muestra de esta intención. Por ello, la personalización es de lo más importante del juego, y es una mecánica confeccionada para adaptarse a nuestro estilo de juego: si queremos alejarnos de los combates y atacar desde lejos, por ejemplo, podemos equiparnos con magias de larga distancia y un arma que aumente nuestras capacidades al respecto.

 

Por el otro lado, Kingdom Hearts también es un juego de plataformas, y en ese aspecto resulta bastante extraño. Donde realmente se nota esta realidad es a la hora de tratar de acceder a los coleccionables, con lo que no necesariamente todo el mundo lo sufre. Pero al ir a buscar a los dálmatas o las páginas del libro de Winnie the Pooh, etc., la cosa se complica. Vale, no es el centro de la experiencia, pero vaya bofetada nos dan al intentar respetar nuestro espíritu completista. Hay mucho por hacer. A pesar de que hayamos terminado las misiones principales, los distintos mundos suelen guardarnos la vez para cuando hayamos avanzado en la partida y también hay desafíos ocultos, como jefes finales ocultos o un coliseo en el que podemos enfrentarnos a oleadas de enemigos.

 

Kingdom Hearts es un juego que sigue dejándose disfrutar. A pesar de que la historia no sea la más excelente, si os gusta Disney o Final Fantasy, seguro que os enamoraréis de ella, tanto en términos generales como en los pequeños detalles que pondrán a prueba al niño que lleváis dentro. No es el juego más memorable, digan lo que digan sus seguidores, pero sí que se puede ganar el calificativo de «clásico atemporal», especialmente por el hecho de que sigue siendo único en su especie.


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