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MGReplay | Duke Nukem Forever

Síndrome de colon irritable.
Martes 31 de Marzo de 2015 por Diego Emegé

Duke Nukem Forever es, sin lugar a dudas, un montón de mierda. No hay casi nada bueno que pueda decir de él. No es el peor juego de la historia, porque E.T. the Extra-Terrestrial se mantiene fuerte en el trono desde 1982, pero es especialmente malo si tenemos en cuenta todo lo que tendría que haber sido y todo lo que acabó siendo. No es que esté tremendamente roto, pero sí que es una experiencia plana con una historia aburrida repleta de referencias sin ton ni son, y justo lo poco original que tiene Duke Nukem Forever es lo peor. Como se trata de un juego de disparos en primera persona satírico, voy a ponerlo frente a frente con otro de la misma liga: Shadow Warrior, justamente creado por los mismos que comenzaron a desarrollar DNF, 3D Realms.

 

Shadow Warrior no fue ningún superventas, pero hay que reconocer que no era un juego malo. Es fácil entrar al trapo con este y dejarse llevar con las chorradas que nos echan a la cara, especialmente en lo que respecta a las galletas de la fortuna. Es un juego tontorrón, pero lo justo, y con esa catana la experiencia de combate gana enteros. Los entornos son diversos, cambiantes y se aprovechan lo suficiente. A los que hayáis jugado a Duke Nukem Forever estas premisas os sonarán, porque fueron las mismas sobre las que se basaron para hacerlo (salvo por las galletitas y la catana, claro), pero en este caso la cagaron estrepitosamente.

 

Esta primera escena resume toda la experiencia del resto de juego.

 

Obviemos todo lo concerniente a los años extra de desarrollo, a los líos corporativos y a la expectación que se creó y también el hecho de que se trate de un juego de Duke Nukem. Imaginemos que se trata de otro jueguecito de tiros. ¿Qué tiene de malo? Voy a daros la versión resumida, porque como dijo el poeta, «Conrado, párrafo corto».

 

El equipo de desarrollo se dedicó a trabajar con esmero en montones de detalles, y los colocó en los peores sitios. Uno puede jugar con el papel en el retrete, con las mismísimas heces que allí descansan, al hacer autógrafos, etc., y eso sería maravilloso si se hubieran preocupado de cimentar las mecánicas del juego como Dios manda primero. Es como si en vez de recubrir el tierno bizcocho de chocolate nos hubieran tirado la tableta a la cara.

 

¿De verdad que hacía falta esto?

 

Por otra parte, matar no es divertido. Hace poco vi un vídeo de Mark Brown explicaba muy acertadamente cómo hacer que un juego resulte gamey, es decir, que sea atractivo, satisfactorio… ese algo que catapulta a nuestro subconsciente hacia la mentira del videojuego, vaya. Duke Nukem Forever no es gamey. Matar no nos da nada a cambio, porque los enemigos mueren sin gracia alguna. Además, el arsenal es paupérrimo, y eso es muy necesario en los juegos de disparos. Los juegos modernos dejaron atrás hace mucho las listas de armas en pantalla, pero empezaron a recurrir a las ruedas o menús para acudir a ellas. A los desarrolladores de DNF no se les ocurrió nada para solucionarlo, así que acabaron por limitar el número de armas que podíamos llevar a dos.

 

Solo hay una cosa que flota sobre el montón de mierda, y es el tema principal del juego. Uno de los elementos que más se infravaloran de los juegos es el tema principal. Esa canción que nos acompaña durante el menú principal o que siempre flota por el resto de la banda sonora. En el caso de Duke Nukem Forever, esa canción no es más que una versión de otra que viene de una época en la que los temas principales tenían su lugar en el desarrollo; temas que siempre recordaremos. Por eso, debemos estar en deuda con Megadeth por haber logrado versionar uno de los temas más icónicos de la historia de los videojuegos como siempre habíamos soñado. Quizá esa canción sea el único elemento con el que DNF supera a Shadow Warrior.

 

Dale duro, Mustaine, que tú sabes cómo nos gusta...

 

Podéis decir que Duke Nukem Forever es una decepción, un feto de desarrollo mal parido, una broma coja, un videojuego de serie B con mucha pasta, un excremento interactivo, y os daré la razón. Personalmente, aún sigo esperando un nuevo Duke Nukem que merezca la pena, por el gran aprecio que tengo hacia la franquicia. Wolfenstein 3D me enseñó a amar la sangre. Duke Nukem 3D me enseñó… tetas. Y eso para un niño de 8 años es algo impagable. 


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