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MGIndie | Hatoful Boyfriend pc

Sábado 12 de Septiembre de 2015 por Diego Emegé

Hará cerca de 10 años que no jugaba a un simulador de citas. Recuerdo que durante una temporada me aficioné a este, tan japonés, género interactivo, pero siempre tendía a las versiones más hentai porque, para qué negarlo, era un púber salido y hasta un par de años después no iba a yacer con una mujer. Mis recuerdos de esos juegos no son muy nítidos, pero sí que puedo recuperar la noción de que alguno era especialmente profundo y elaborado. Hatoful Boyfriend no es profundo, pero sí elaborado. Es un juego que parece reírse de sí mismo, pero no lo hace, para nada lo hace. Es nuestro deber tirar de sentido del humor y decidir si es la estupidez más grande que hemos probado nunca o una pieza de cariño por las aves inocente y con tacto.

 

Hatoful Boyfriend fue creado originalmente por el mangaka Hato Moa y se lanzó de forma gratuita en 2011. Mediatonic se ha ocupado de realizar el remake de este juego de citas aviario y de reformar el arte y el interfaz de los textos, mejorando así la experiencia, tanto en lo visual como en lo interactivo. Aparte de incluir algunas escenas adicionales trazadas por el mismo Moa para la ocasión, la versión de 2014 de Hatoful Boyfriend mantiene el espíritu y el encanto del original. Traspasa lo raro y lo surrealista y roza lo incómodo, pero nunca llega a burlarse de sí mismo. Es uno de los simuladores de citas más excéntricos e incoherentes de todos los tiempos, y eso es lo que lo hace entretenido.

 

Me he tomado la libertad de elegir la banda sonora del MGIndie de hoy

 

En el mundo de Hatoful Boyfriend, los pájaros han heredado una tierra post apocalíptica. La población de humanos ha mermado y se han visto obligados a vivir a la intemperie, volviendo a un estadio de cazadores-recolectores. La protagonista es una chica humana entusiasta y con mucha energía que ha decidido matricularse en un prestigioso instituto llamado St. PigeoNation (pidgeon significa paloma), en el que todos sus compañeros de clase son pájaros. Nuestro objetivo dentro del juego es… comenzar una relación romántica con cualquiera de estos pájaros.

 

Hay opciones de sobra para encontrar el amor, incluyendo tu mejor amigo de la infancia, una excéntrica estrella del atletismo, tu profesor de mates y el médico del instituto. La historia se desarrolla de formas completamente diferentes según el pájaro en el que decidamos centrarnos. Así, por ejemplo, podemos acabar en el camino de la estrella del atletismo: un pájaro cuyo objetivo en la vida es encontrar el pudding verdadero… Os aseguro que el juego se toma muy en serio cada camino.

 

A medida que profundizamos en cada relación, las elecciones de diálogo y las escenas irán expandiéndose. El sistema está pensado para que, incluso si tratamos de buscar el triángulo amoroso con dos pájaros a la vez, descubramos nuevas escenas en las que estén los dos y, eventualmente, tengamos que tomar la decisión final. A veces descubriremos un final apoteósico y emocionante, mientras que otros finales, dada la naturaleza sosa de algunos de los pájaros, serán un poco más convencionales.

 

Los pájaros también tienen corazones... y algunos tan grandes como el de Azami.

 

Otra de las características que sorprende del juego es la forma en que nos anima a jugar mediante el fallo. Me explico: el juego está diseñado de forma que si al llegar hacia la mitad del recorrido no nos hemos dado besitos con ninguno de los pájaros nos toparemos con un final inesperado del juego. Esto está pensado para evitar que tomemos decisiones aleatorias o que nuestro trasiego por el St. PigeoNation sea pasivo. Hatoful Boyfriend pide compromiso y esfuerzo; quiere que tomemos decisiones y que las llevemos hasta la última consecuencia; en resumen, quiere que luchemos por nuestro amor aviario.

 

Sí, sí y sí: en todo momento el personaje principal es una humana, y cuanto antes lo asimilemos más rápido podemos disfrutar de una historia tonta e inocente como pocas, que no se ríe de sí misma, sino que se acepta y se explota hasta el final. Eso es lo mejor de la experiencia, porque nos permite quedarnos doblados de la risa y sentir una ternura inmensa hacia estos personajes al mismo tiempo. También será raro que, una vez inmersos en la partida, no os entre el impulso de hacer una captura o de llamar a algún habitante de vuestra casa para compartir alguna de las escenas que tienen lugar dentro de la partida.

 

Creo que hace falta tener un muy buen sentido del humor para acercarse a Hatoful Boyfriend sin hacer una mueca y desecharlo para siempre. Como todo lo japonés, las reacciones solo pueden ser dos: o gusta hasta el punto de la fascinación y la obsesión o disgusta hasta el punto del ostracismo extremo. No obstante, está realizado con una intención tan pura y luminosa que es difícil catalogarlo como una excentricidad del autor. Hay que ser más abierto y atreverse con estas obritas: le hacen a uno mejor persona.


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