Mejores videojuegos del año 2018 según Adrián Suárez

Celebrar los GOTY es una estupenda manera de reconocer las filias de cada uno, lo que más nos gusta a nivel individual y lo que buscamos en el videojuego. 2018 me ha encantado porque me ha dado justamente eso, lo que yo necesito de este medio que amo: buenas propuestas originales en las que la narración y la jugabilidad se dan la mano con honestidad y perfección mecánica. También estoy encantado de que, otro año más, un juego indie encabece mi lista de los mejores juegos del año. Porque sin nuevos autores con voz propia estamos perdidos.

 

Este año me gustaría felicitar a la producción independiente de nuestro país. Es de aplaudir las obras que nos han brindado nuestros autores; originales, frescas, con algo que contar, bien rematadas… En serio, muchas felicidades a todos. Es posible que 2018 no sea recordado por sus AAA más mainstream, pero sí lo será por mí por tres de los juegos que recojo a continuación.

 

 

 

Miyazaki ya se siente más cómodo escribiendo textos, tanto es así que se atreve a dirigir y desarrollar un juego que quiere contar una historia a su manera, y nada más. Déraciné es sugerente, bien escrito e imprescindible para comprender al autor. Supone un punto de inflexión entre los Soulsborne y lo que está por venir, y a mí me ha encantado pese a sus muchos problemas de navegación.

 

 

 

La serie Monster Hunter es una de mis debilidades. Capcom ha sabido añadirle accesibilidad a la fórmula, ritmo y más acción a costa de suavizar las aristas de su gestión. El resultado es una nueva rama del árbol principal de la franquicia de la que me he pasado colgado medio año. Monster Hunter World es divertido, está muy bien construido y tiene que seguir creciendo.

 

 

 

Pese a algunos excesos en su escritura, su necesidad de dar lecciones y algunos bajones de ritmo, The Red Strings Club sabe recurrir mejor que Telltale Games y que tantas otras a la aventura gráfica como artefacto narrativo. Las decisiones que el juego nos plantea funcionan muy bien, su ambientación sabe partir de unas ideas muy manoseadas para convertirlas en algo original y se le coge cariño a sus personajes.

 

 

 

Revisar una obra clásica para parir algo nuevo y original no es fácil. Minit revisita el The Legend of Zelda original y nos da un héroe en blanco y negro que muere al llegar a cero el cronómetro. Todo el título es una reflexión entre el viaje y el tiempo que usamos para formalizarlo, sobre la muerte en el videojuego, su utilidad y lo que dura un instante. Lo mejor es que todo esto lo hace sin moralinas, con mucho humor, respeto y un anciano que habla muy despacio.

 

 

 

Este Papers, Please a la española es una reflexión desternillante sobre lo idiotas que somos, lo idiota que es la televisión y lo idiotas que son las redes sociales. Todo es un círculo vicioso de estupidez que se retroalimenta y nosotros somos monos que nos matamos por creer que somos un personaje importante en este ridículo teatrillo. Gestión, decisiones y sacrificio personal son las claves de un juego imprescindible para entender este año.

 

 

 

Rockstar repasa la historia de los videojuegos del mundo abierto y pone de protagonistas a unos tipos muy bien escritos. A eso le añade un ritmo de juego que invita al paseo y a la contemplación, a jugar despacio y a disfrutar de la niebla, los atardeceres y el agua de los ríos. Red Dead Redemption 2 pone un punto y aparte en lo que a construcción de sandbox se refiere a golpe de inversión y ambición, pero he de reconocer que no me ha ‘tocado’ tanto como me esperaba.

 

 

 

Infernium es diseño vertical, terror sin violencia, puzzles ambientales, narración partida en capas, desparpajo y toallas flotantes con muy mala leche. A esta deconstrucción de Pac-Man hay que acudir siempre que uno quiera comprender cómo diseñar bien un mundo de juego con entornos semi-abiertos. Eso sí, es más difícil que resolver un cubo de Rubik con los ojos cerrados. O que resolverlo siendo Spiderman Noir

 

 

 

Tras Monster Hunter World necesitaba un nuevo videojuego al que regresar una y otra vez para subir de nivel, farmear, grindear y mejorar. Eso es lo que me ha dado Super Smash Bros. Ultimate, mucho mejor equilibrado entre sus facetas de party-game y juego de lucha que sus entregas anteriores. Las acertadas referencias a Metal Gear Solid, su buen sistema jugable y sus espíritus han sabido ganarse toda mi atención.

 

 

 

Kratos, su hijo y la dirección del juego me sirven de sobra para darle este puesto. Tremenda la reinterpretación que se hace de un héroe de PS2 añadiéndole rotundidad, un nuevo contexto y un combate estupendo. Cory Barlog toma muchos riesgos jugando con la cámara y, para nuestro disfrute, sale bien.

 

 

 

Mi GOTY de este año es para Celeste. Sabe cómo hacer que narración, historia, mecánicas y dinámicas se den la mano para que todo tenga sentido. La montaña, la sombra, la pluma… cada una de sus metáforas y simbolismos se explican solo a través de la coalición de todos los elementos que conforman el videojuego.

 

Celeste funciona como un videojuego que quiere contar algo. Celeste funciona como título perfecto de plataformas y, por supuesto, también funciona como el GOTY de este redactor.

 

Y tras este año tan disfrutable, llevemos toda nuestra atención hacia lo que se avecina, a un 2019 con Sekiro y, sí, por fin, Kingdom Hearts III. Aleluya.

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