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MGReplay | Bayonetta ps3

Sábado 12 de Septiembre de 2015 por Diego Emegé

Bayonetta, o como dirían Les Luthiers: «¡Qué hembra!». Es la gran diva de los videojuegos. Su nacimiento tuvo lugar en el año 2007, con el comienzo del desarrollo del juego al que da nombre. Shinji Mikami, fue el responsable de traerla al mundo, con sus trajes de cuero, sus piernas de infinito calibre y esas cuatro pistolas que de tanto carácter le imprimen. La dama de cuero es reflejo de la experiencia que el juego proporciona: atractiva, fresca, misteriosa y muy surrealista.

 

Ahora bien, ¿por qué me da ahora por hablar de Bayonetta? Bayonetta, amigos, es el juego que escogí para dar comienzo a MGReplay. En esta sección que inauguro haré un repaso semanal a esos títulos no tan recientes. Cada juego da una cosa diferente, así que cada artículo os dará una cosa diferente. Espero que os guste.

 

 

Bayonetta llegó a mis manos hace cuatro años, en marzo de 2010. Entonces me encontraba en mi particular etapa dorada del juego en consola. Las navidades anteriores mi por-aquel-entonces novia me había regalado una Xbox 360. Así volví a las consolas de sobremesa, tras mi querida Gamecube. Al poco descubrí el mundo de las compras Reino Unido. De esta forma, pude nutrir rápidamente mi biblioteca consolera de aquellos —muchos— títulos que no habían salido en PC. Siempre había querido tener un hack 'n' slash, así que lo cogí con muchísimas ganas. Para mí fue una de las primeras experiencias totalmente consoleras, y eso me llenaba de ilusión. Desgraciadamente, no estaba hecho para ese mundo... aún.

 

Lo jugué durante lo que calculo que serían un par de meses. Llegó un momento en que el juego se convirtió en una prueba muy difícil de superar: cada combate se me hacía imposible, no tenía interés por la historia y, en resumen, encender la consola se me hacía tedioso. Pude haber bajado la dificultad, como hice en su tiempo con Dante's Inferno, pero fui tozudo y por mis narices que no bajaba la dificultad. De cualquier manera, me faltaba el gancho de la historia, que, con el paso de las semanas, se me había olvidado.

 

Lo dejé de lado.

 

 

Creo recordar que mi hermana sí lo cogió con fuerza y llegó a acabarlo. Ella siempre ha preferido el juego en consola por la simple razón de que no le gusta jugar con ratón y teclado. Esto inició un periodo de hegemonía hermanística en el salón y durante mucho tiempo perdí la pista a Bayonetta y a muchos otros juegos que ella sí que tuvo el interés de acabar.

 

Ahora bien. Cuando mi querido Víctor me encomendó la misión de ocuparme de esta sección no dudé ni un segundo cuál iba a ser el primer juego. Ha sido como un quiste que había ido creciendo durante estos años, por lo que siempre he creído que tenía que volver a él y acabarlo con honores, así que hace unos días volví a encender mi 360 y cargué el disco de Bayonetta en sus tripas. Lo que ha pasado mientras jugaba me ha sorprendido... He jugado exactamente hasta donde sé que mis pasos perdieron su fuerza hace cuatro años, ni más ni menos, y la experiencia ha sido tan gratificante que estoy hasta orgulloso de haber vuelto al título.

 

Al haberlo jugado estos días he visto cómo los diferentes aspectos que me habían frenado antaño ahora no eran nada particularmente obtuso. A día de hoy la historia me interesa, los enemigos ya no son los horribles muros que no me dejaban superar las fases, los personajes me hacen gracia... De repente el juego ha florecido para mí. O, casi, yo he florecido para el juego. Me preguntaba qué me habrá pasado en estos años para que hasta ahora el juego no me hubiera cautivado de esta forma y la respuesta es obvia: he jugado más, he visto más, he leído más y sé mucho más. ¡He madurado como jugador! Supongo que tendré que ponerlo en el currículum...

 

Este descubrimiento me ha dado que pensar que si las diferentes artes que existen nos pueden dar muchas cosas a lo largo de nuestra vida, los videojuegos siguen esa línea. Esta sección se me antoja como una oportunidad para volver a aquellos títulos que no entendí, que no descubrí o incluso que entonces me dieron una experiencia y ahora me darán otra. Porque las personas cambian, pero las buenas obras son eternas, y cada persona encuentra su propia realidad dentro de cada obra. Sé que cuesta pensarlo así, pero quizá un día hablemos de los grandes juegos clásicos como quien habla de las grandes tragedias griegas...


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