Analisis Tales from the Borderlands ,PC,PS3,PS4

Atlas Mugged empieza con un personaje sacando el ojo de un cadáver con una cuchara de plástico. Un minuto después se descubre que no era un cadáver sino un hombre en animación suspendida. Ups. Todo ese segmento exuda comedia negra de la más cabrona, esa que es como un hermano que te obliga a mirar algo desagradable mientras se ríe. Tales from the Borderlands no avanzaba ni un solo paso respecto a las otras producciones de Telltale Games, con su estilo de cuasi-novela visual y sus quicktime events siempre redundantes y aburridos apareciendo a cada poco rato para molestar a la tecla Q, pero al menos tenía la comedia de su parte. Es algo que nunca imaginé, que un juego de Telltale me hiciera reír, pero Zer0 Sum resultó que era una comedia más que aceptable que me hizo pasar un buen rato en pandora. Pero ahora miro a través de la ventana mientras cae la lluvia y suena un poco de jazz suave en mi habitación, anhelando esa sensación de ligereza que causa el humor. No está en ninguna parte.

 

Yo sólo quería reírme.

 

El susodicho momento del ojo es un buen ejemplo de esta desgraciada pérdida: una escena que podría haber sido deliciosamente negra acaba convirtiéndose en un simple momento de incomodidad, de “mete la cuchara y hazlo ya, que es para hoy”. El capítulo en general es una constante espera a que el personaje meta la cuchara, solo que no siempre es una cuchara. Una vez es una escopeta que no quiere dispararse. Otra es un Jack el Guapo redivivo que aparece para meter cizaña y en general liarla. Hay un momento en que los personajes empiezan a decir “bro” pensando que es lo más gracioso del mundo. Estas escenas son un desperdicio de buena comedia, ocasiones que se pierden constantemente y se alargan tanto que casi acaban causando vergüenza ajena.

 

 

Tales from the Borderlands había encontrado su espacio: la comedia. Hay muy pocos juegos que pongan la risa en el centro de la experiencia y Telltale necesita cambiar el tono de sus juegos para mantener sus propuestas frescas, y de hecho lo estaba haciendo tan bien que llegué a pensar que quizá superase a Borderlands 2 si sabía mantener el nivel, pero esas ganas de reírse parece que han desaparecido o, peor aún, están ahí por estar. El proceso creativo de Telltale significa que su equipo va cambiando constantemente entre episodios: hay dos guionistas más en esta ocasión, el director es distinto y hay un jefe de diseño menos entre Zer0 Sum y Atlas Mugged. Esto supone un problema: demasiados cocineros pueden acabar arruinando el plato y un director que no sabe manejar los tiempos en la comedia, como bien demuestra Jonathan Stauder en el episodio dos,  significa que muchos chistes no van a hacer tanta gracia, si es que la hacen en primer lugar.

 

Los cambios entre episodios son sutiles, pero están ahí. Este ha sido un juego narrativo desde el principio (es de Telltale, al fin y al cabo), pero antes era más libre, más juguetón a la hora de plantear qué venía después. Zer0 Sum metía a Bossanova, un boss que entraba al ritmo de una Excision a todo volumen y tenía una escena en la que Rhys intentaba estrangular a un bandido y fracasaba de la forma más patética. Permitía a sus personajes errar, hacer el tonto para mostrar al jugador qué clase de universo tan ridículo estaba habitando. Abría con un directivo flotando en el vacío del espacio como señal de su despido de Hyperion; es una buena declaración de intenciones. Sin embargo ahora ese espíritu no está o, de existir, no tiene la misma fuerza.

 

Atlas Mugged sigue siendo una comedia, pero en el mismo sentido en que una película de zombis se pone en la estantería de “terror”, porque es lo que toca, porque algo tiene que ser, porque tira más hacia ese camino. Pero no siente los colores. Era todo lo que tenía y en este capítulo no recuerdo haber sonreído una sola vez. Me gustaba pasármelo bien.

 

Si quieres profundizar en la opinión de este texto puedes leer el análisis expandido.

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