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Analisis Super Mario Odyssey ,SWITCH

El Breath of the Wild de Mario
Jueves 26 de Octubre de 2017 por Adrián Suárez Mouriño

Super Mario Odyssey es a Mario lo que Breath of the Wild ha significado para The Legend of Zelda. Es un llamativo cambio de rumbo que trastoca muchas de las preexistencias de la saga para ofrecer algo nuevo. En Odyssey se difumina el espíritu de los Mario originales: ese esmeradísimo esfuerzo por entregarle al jugador la carrera perfecta desde el primer minuto, el salto perfecto y la emoción perfecta. Esa labor de ingeniería mecánica sigue en los engranajes de la nave Odyssey, pero difuminada, lo que ahora manda es investigar, explorar, vivir distintas situaciones de solución rápida y correr raudos a un nuevo escenario en el que encontrar algo más. Y tarde, mucho más tarde, desafiarnos verdaderamente como antes.

 

Este cambio de planteamiento, que no deja de ser algo parecido a lo que pretendió en su día Super Mario Sunshine, aspira a ofrecer una experiencia de juego que se interprete como 'infinita'; no lo es, por supuesto, pero es tan alto el número de energilunas a recolectar, tan variada su localización y tanto lo que se va desbloqueando a medida que las encontramos que llegamos a sentirnos agradecidamente abrumados. Super Mario Odyssey es largo, intenso y sobre todo variado, muchísimo, tanto que siempre te apetecerá reencontrarte con él para recolectar un nuevo puñado de energilunas nuevas a cambio de vivir un montón de inesperados nuevos desafíos, que a su vez conducen a otros.

 

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Super Mario Odyssey es un conjunto de retos que parecen infinitos ordenados por una estructura de sandbox a pequeña escala

 

Este nuevo planteamiento de juego supone sacrificios. En Super Mario 64, Miyamoto se esforzó para que cada recorrido de cada punto A a otro B, y que remataba en la recolección de una estrella, fuese perfecto, fuese una traslación de su Mario en dos dimensiones a la tercera. Eso le permitió entregar un desafío en forma de 120 estrellas.

 

Con el añadido de nuevos planteamientos jugables, esas isometrías fabulosas que al final culminaron en un excelente 3D World, y los planetas, se pudo aumentar su número hasta las 242 de Super Mario Galaxy 2. Todos estos títulos ofrecían experiencias sensacionales para la recolección de cada una de ellas pero ¿qué ocurre si el número de las mismas sobrepasa holgadamente las 300? Que hay que añadir una nueva capa jugable más, una que trae de la mano esos sacrificios de los que hablamos.

 

En Super Mario Odyssey no solo obtendremos estrellas al superar el complejo desafío que se oculta al atravesar una puerta misteriosa, un agujero que parece no tener fin o un jefe final muy bien diseñado, también conseguiremos energilunas por pasear, por golpear con el culo un bache en el camino, por desviarnos ligeramente de nuestra ruta y sí, por cumplir misiones secundarias. La capa extra de juego que llega a Odyssey es hija del sandbox, pero de uno que se produce a pequeña escala. Se sacrifica el recorrido perfecto de A hasta B a cambio de poder recorrer sin planes cada escenario al que llegamos, encontrar cosas y ser premiados por ello.

 

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Super Mario Odyssey recupera la esencia del patio del castillo de Super Mario 64: salta, juega, corre sin guía y disfruta con lo que ocurre

 

Estas 'cosas' que encontramos son varias. Podemos toparnos con un un excelente desafío que nos recuerda a los mejores momentos de Galaxy 2, de Super Mario Bros.: The Lost Levels o incluso de Super Mario 64, un puzle bien orquestado que pone al límite lo que creíamos saber del juego y que emociona, un trepidante jefe final o una carrera contrarreloj que nos obligará a exprimir cada segundo y cada mapa. Todo eso nos entrega más o menos energilunas, pero también podemos encontrárnoslas sin más, lanzando nuestra gorra tras un arbusto, rompiendo una caja o saltando a la parte superior de un tejado, y lo que es peor: superando misiones secundarias en las que hay que encontrar ovejas perdidas o músicos extraviados.

 

A efectos de obtención de secretos, desbloqueos de trajes y de distintos premios, se le da el mismo valor a las energilunas más complicadas como a las más sencillas. Estas ni siquiera son difíciles de encontrar, casi siempre tendremos a un loro que nos dará pistas para ser localizadas y un Toad nos las marcará en el mapa a cambio de una comisión.

 

Al empezar a jugar a Super Mario Odyssey esto te parecerá un error, a mí me lo pareció, pero cuando llevas obtenidas 300 puñeteras energilunas, te faltan un puñado para conseguir eso que necesitas, y que sabes que se desbloquea al alcanzar esa cifra, pues hasta agradeces que existan. Es en este instante en el que realmente empiezas a cogerle el punto al juego, a entenderlo y a quererlo tal y como es. Super Mario Odyssey solo decide ser ese juego absolutamente desafiante que recuerdas que tiene que ser un Mario cuando atraviesas esa frontera, la de las tropecientas energilunas obtenidas. Todo lo que precede a ese instante es un tutorial, la parte sandbox es un tutorial, la campaña principal del juego es un tutorial y esas energilunas que se encuentran casi sin querer sirven para que el jugador novato, torpe y manco se sienta premiado con los primeros secretos del juego desbloqueados, y se anime a seguir adelante.

 

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Super Mario Odyssey mejora enormemente tras superar la campaña principal y dejar atrás una narración que no aporta demasiado

 

Super Mario Odyssey va ordenando sus partes a medida que nos hacemos con todos sus coleccionables fáciles, vencemos a Bowser, rematamos las misiones secundarias chorras y comprendemos cómo es cada escenario a golpe de buscar las energilunas más tontas. Luego empieza lo bueno. Es como deshojar una cebolla. Para llegar al corazón del juego hay que sudar, capa a capa, y luego un poco más, porque ahí están los infernales tránsitos de A a B que requieren de toda tu habilidad, tanta, que he de reconocer que hay un par de ellos que no es que no haya sido capaz de superarlos, es que no sé cómo se hace, y eso es fabuloso. Esto no quiere decir que eso que esperamos de un Mario se presente de repente a borbotones, no, aparece en formato comprimido y con una dificultad acertadamente pasmosa, pero sigue existiendo el sacrificio mencionado al principio del texto.

 

Hablando de juicios prematuros que se hacen al empezar el juego, en Super Mario Odyssey no existe el game over, o si existe yo no lo he visto. Hay una prueba concreta en El Reino de la Arena en la que habré muerto más de veinte veces. Me gustaría decir que ya la he superado al escribir este texto, pero no, lo que sí que puedo afirmar es que no he visto un game over pese a mis continuados fracasos. Cada vez que fallo y me caigo, el juego me castiga haciéndome perder 10 monedas, pero siempre que renazco estas aparecen casi a mi lado. Cuando superas los primeros niveles creerás que el videojuego es absurdamente fácil por este motivo, pero Cuando llegues al endgame agradecerás que no se te haga pasar por la pantalla de game over una y mil veces.

 

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Creerás que Super Mario Odyssey es fácil, pero eso será solo al principio. Es en su endgame en el que muestra todo su genio

 

Lo curioso de Super Mario Odyssey es que logra todo eso, ser sandbox, ser Mario y ser variado con unos pocos escenarios pequeños. Las dimensiones de los mundos de juego que recorremos son diminutas si lo pensamos, pero obtienen una gran profundidad y complejidad gracias a la gran aportación a la jugabilidad del título: el uso de Cappy. Podemos lanzar nuestra gorra contra casi cualquier enemigo y trasladar la consciencia de Mario a su cuerpo. Al hacerlo, y gracias a las mecánicas particulares de cada bicho, experimentaremos el escenario de una forma distinta. Al hablar de la obtención de energilunas, esto se traduce en una nueva exploración con cada ser por cada rincón del escenario de juego, los jefes finales reconfiguran su reto para poder enfrentarnos a ello de maneras poco vistas en un Mario, como lanzando cañonazos desde un tanque, por ejemplo, y también se preparan puzles muy divertidos para usarlos en su resolución.

 

Nintendo ha hecho un laborioso trabajo consiguiendo que la ejecución de los movimientos de cada enemigo sea cómoda y fácilmente memorizable, que sea muy divertida y que en ningún instante suponga un engorro. En el último nivel de la campaña principal se nos obligará a alternar entre uno y otro enemigo, comprendiendo entonces lo bien que están construidos estos saltos entre monstruos, tanto por los efectos que se logran al hacerlo como por lo satisfactorio que es su control.

 

Se nota lo aprendido con A.C.U.A.C., para empezar porque existe un enemigo que realiza las mismas acciones y tiene el mismo aspecto, pero también por la decisión de ampliar sus posibilidades. Ya puestos a otorgarle nuevos movimientos a Mario a través de un artefacto mejor que sean muchos, ¿no? Si en lugar de cacharros hacemos que estos sean enemigos conseguimos de paso una excelente relación entre personaje, enemigos y escenarios. A veces jugamos siendo enemigo, a veces jugamos pudiendo usar a Cappy, en otras ocasiones se nos limita su uso… Super Mario Odysssey siempre tiene algo nuevo y diferente que ofrecer y esa es su mayor fuerza.

 

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Poder manejar a otros enemigos le da a Super Mario Odyssey una profundidad maravillosa

 

Técnicamente el juego es precioso. En Super Mario Odyssey encontraréis el castillo de Bowser más bonito de la historia de Mario, pero también un montón de trajes y detalles muy conseguidos. Con la obtención de energilunas desbloquearemos todo esto, elementos que podemos comprar a cambio de monedas púrpuras y doradas que nos tocará encontrar por el escenario. Hay un cuidado exquisito en el diseño de cada nuevo traje que se pone el ex-fontanero, tanto que querrás conseguirlos todos. Hay también un elemento nuevo que se ve pocas veces en esta serie: los efectos atmosféricos: nieve, lluvia, ceniza y humedad, que afectan a la percepción de la escena, al control y a cómo manejamos a los enemigos que controlamos. En lo musical, nos encontramos con tres cuartas partes de lo mismo, con las voces que ya conocemos además de toda una nueva colección de melodías, grititos y efectos. En esto, Nintendo no falla. Y cuando hay que decirlo, se dice: en todo Super Mario Odyssey no me he encontrado ni el más pequeño de los bugs.

 

Super Mario Odyssey es un título apasionante, pero no es perfecto. Es al Mario al que más le cuesta enfrentarnos a sus auténticos retos, no todas las energilunas se consiguen de una manera apasionante, la libertad de la que disfrutamos por sus escenarios a veces parece una pérdida de tiempo y muchas de sus misiones secundarias se repiten. La peor es la que nos obliga a recoger a tres ovejas; luego regresa pero teniendo que recolectar seis; también tenemos que pelear varias veces contra los mismos bosses pero siendo un poquito más difíciles. Tampoco ayuda mucho la historia que se nos brinda, presentando una narración pobre que frena el ritmo del juego y que solo está ahí para construir un buen climax al llegar a la batalla final.

 

Pero a pesar de esto y de ciertos problemas con la cámara, no se puede negar que Super Mario Odyssey es un videojuego sobresaliente. Es divertidísimo y es capaz de ofrecerte algo diferente cada vez que te sientas a jugar con él. Es largo, su contenido llega a ser abrumador y cuenta con desafíos que te harán sudar mucho. El añadido de Cappy y el manejo de enemigos manipulando su ser vuelven a demostrarnos lo buenos que son en Nintendo preparando jugabilidades accesibles y fascinantes.

 

Como decía al comenzar este análisis, Super Mario Odyssey es el Breath of the Wild de Mario, un soplo de aire fresco que la franquicia necesitaba, que insinúa el nuevo rumbo que la serie quiere tomar, que recoge a los nuevos jugadores y que no se olvida de los viejos, y lo más importante: que sabe a ‘nuevo’. Super Mario Odyssey no es 3D World, no es Mario 64, no es un New, es otra cosa y es sobresaliente, una vez más.

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