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Analisis She Remembered Caterpillars ,PC

«Se acordababa de oruguitas».
Sábado 28 de Enero de 2017 por Diego Emegé

Cuando terminamos She Remembered Caterpillars nos tuvimos que dar un tiempo para que se asentara en nuestra cabeza. En un estrato tenemos un juego basado en rompecabezas lógicos ambientados en un pequeño mundo de puentes y arcos de colores que los desarrolladores describen como «fungipunk», y en otro nos encontramos con el de una historia que se da a conocer por fascículos entre nivel y nivel. Para explicar el juego creemos muy importante hablar primero del funcionamiento interactivo, así que allá vamos.

 

Cada nivel transcurre en islas compuestas por plataformas y caminitos. Hay una especie de duendes de colores que podemos mover por estos niveles con el objetivo de llevarlos a las plataformas blancas ubicadas en los extremos del «tablero». La clave del problema radica en el hecho de que los caminos pueden estar separados por puentes o arcos de colores. En ese punto se genera una relación directa entre el color del duende que intentamos hacer pasar por esos segmentos y el del propio elemento. Así, por ejemplo un duende rojo puede pasar por un puente rojo, pero no así por los arcos rojos. El juego va introduciendo los conceptos lúdicos poco a poco, dejando que los aprendamos al mover a los duende y entrar en contacto con los elementos.

 

 

Aunque los rompecabezas sean fríos ejercicios de pura lógica, She Remembered Caterpillars tiene uno de esos diseños de arte que le da calidez a nuestro corazón, hablándonos con tonalidades amistosas, adorables y orgánicas. Las animaciones que tienen lugar cuando mezclamos dos de esos monigotes o cuando un puente nos impide el paso son encantadoras, además de combinarse perfectamente con unos efectos de sonido evocadores. Nos da la sensación de que la forma en que va introduciendo las ideas y cómo se traza la curva de dificultad son totalmente asequibles para cualquier persona, por poco que esté acostumbrada al género.

 

Ya sabéis que en esta sección nos machacamos el coco a acertijos interactivos durante todo el año, pero no podemos evitarlo. Es muy placentero resolver un problema como los que se plantean en esta clase de juegos, pero también es complicado explicar la sensación. Creemos que la mejor forma de darle forma a la idea es plantearse cada rompecabezas como un momento de hallazgo en potencia, es decir, como cuando reconocemos una canción, la cara de alguien famoso o una cita de un libro. Este juego presenta apropiadamente todos los elementos de los puzles lógicos espaciales de la misma forma que cuando oímos esas notas de una canción o vemos esos rasgos faciales que nos hacen cosquillas en el hipocampo. Le damos vueltas y vueltas hasta que algo hace clic y todo encaja.

 

 

No puede decirse que Caterpillars sea un juego demasiado difícil. No en vano, cada «tablero» es relativamente pequeño, y el número de movimientos posibles es limitado. De hecho, podría darse el caso de resolver algún puzle sin saber cómo lo hemos hecho solo con agotar todos los movimientos, pero tenemos la suerte de no haber caído en ello en ningún momento o, en el peor de los casos, de haber movido sin rumbo a los monigotes hasta que se hizo la luz. El que no haya forma de deshacer movimientos y que solo pueda reiniciarse cada nivel nos da la sensación de que perdemos nuestro progreso, pero, una vez más, tratándose de espacios tan pequeños, no duele mucho. Lo bonito es que como todo proceso de estrujamiento cerebral, en cuanto hacemos una pausa y dejamos que el oxígeno devuelva la esponjosidad al órgano gestor todo parece más fácil.

 

Acompañando a este desarrollo lúdico se presenta un peculiar relato. Es peculiar porque se deja ver en forma de pequeños diálogos o escenitas en forma de prefacio para cada nivel. Adopta la forma de un álbum de recuerdos seleccionados que nos sirven de referencia para pintar nuestro propio cuadro narrativo. Al principio no lograba conectar con nosotros, porque nos resultaba algo desligado del ritmo lúdico, aunque use su vocabulario como una suerte de cordón umbilical narrativo, en el sentido de que sus palabras siguen esa imaginería cálida y orgánica que crea el apartado artístico. Comparten una misma lengua, pero la conexión entre la almendra narrativa y los puzles parecía ausente. No obstante, hay algo en lo que intentan transmitirnos que logra engancharnos, y en ese momento el muro que divide esos dos apartados se derrumba. Es como si se reconciliaran, aunque sigan estando a cierta distancia.

 

She Remembered Caterpillars merece la pena ya solo por los puzles y cómo los plantea, pero es una experiencia encantadora que gusta, una de esas que, encontremos los fallos que encontremos (en este caso pocos), consiguen que pensemos que es culpa nuestra por no entender lo que quiere contarnos. «Ay, criatura».

8.5
/ 10

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