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Analisis Rock Band 4 ,XONE

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Miercoles 14 de Octubre de 2015 por Diego Emegé

Hace unos días me encontré unas fotos de una noche de invierno de 2007 en la que habíamos quedado los amigos del barrio para jugar a Guitar Hero 2 (y dar rienda suelta a nuestro frikismo, en general). Para mí fue el mejor momento de la franquicia. En el grupo de amigos éramos unos cuantos los que tocábamos con buen nivel, y nos permitíamos hacer duelos de guitarras muy reñidos hasta en los solos más complejos. Uno de los momentos que mejor recuerdo de esa noche fue cuando mi buen amigo Rubén y yo nos retamos a tocar el riff de Sweet Child of Mine sin mirar y sin hacer fallos. Si conocéis la frase diréis que es una tontería, pero a lo que voy es que, por lo que he visto durante esta semana, parece que Rock Band 4 no permite lograr eso fácilmente.

 

Estoy decepcionado. Siempre me he decantado por la competencia, porque Rock Band, el verdadero Rock Band, debería jugarse con todo el paquete de instrumentos, y eso siempre ha sido un engorro que en pocas casas cabe sin sobresalir. No obstante, desde que probé la cuarta entrega de la franquicia en la Gamescom de este año, me he sentido atraído a este nuevo reinicio para la generación de consolas —y de jugadores, todo sea dicho— actual. Nuevas canciones, instrumentos mejorados, un modo gira interesante y un par de modos de improvisación para guitarra y voz parecían ser suficientes para que me cautivara la experiencia, pero parece ser que la apuesta de Harmonix complica la cosa. Primero voy a hablar de la experiencia de tocar con gente, y luego hablaré de la carrera en solitario como semiprofesional del género.

 

 

Anoche invité a casa a varios amigos para formar la banda y disfrutar de la experiencia real, con gente real, lejos de ferias, eventos y RRPP. El primer obstáculo que encontramos fue la lista de canciones iniciales. Como decía antes, nunca antes he tenido un juego de la franquicia, por lo que «solo» tuvimos a nuestra disposición las cerca de 60 canciones de base. Había mucho donde elegir y mucha variedad, con temazos y grupos de los de toda la vida y otros melocotonazos más actuales y populares, pero faltaba más. Quizá era la falta de más rock,  blues o heavy, o quizá que la elección de canciones de ciertos grupos era demasiado caprichosa. Solo os diré que no conocía la canción de los Foo Fighters que tiene el juego, y eso es muy, muy difícil. Lo que quiero decir es que esa primera lista de canciones permite conocer nuevos grupos o nuevas canciones de nuestros grupos conocidos, y eso es de apreciar, pero cuando entra en juego el gusto musical de cada persona o los antojos ocasionales, hay que pasar por caja, y eso no mola. No mola nada.

 

Los de anoche no eran los del barrio, y me vino genial para ver un punto de vista menos sesgado sobre el juego. Todos nos lo pasamos genial, claro que sí: ver a un colega totalmente alejado del mundo del heavy tratando de imitar los agudos del señor LaBrie, cantante de Dream Theater, es lo más hilarante que he vivido en varias semanas. Pero sé que ellos se lo pasaron mejor. Más tarde os explico por qué.

 

 

Rock Band 4 llegó a mi casa el martes de la semana pasada. Tras un año (exceptuando ferias y eventos) sin tocar un instrumento de plástico, me costó un poco acondicionar las extremidades a la clase de movilidad que piden la guitarra y la batería y, sobre todo, acostumbrarme a las peculiaridades que diferencian a estos instrumentos de los de la saga Guitar Hero. Los botones de la guitarra son más bajos, los cuatro pads (no cinco, como en GH) de la batería están todos al mismo nivel, etc. Cuando ya estaba a tono, me puse a tocar ya en mi modo experto de guitarra y mi modo difícil de batería. Aquí me centro en la guitarra, porque es la que más disgustos me ha dado, tanto por problemas técnicos como por decisiones sobre las mecánicas de juego.

 

Lo primero que me ha estropeado la experiencia con la guitarra en Rock Band 4 ha sido la calibración. El juego, por lo que me ha contado la gente de Harmonix a través de los RRPP, es tremendamente preciso, dado que se mueve a 60 cuadros por segundo, y además tiene problemas con la última actualización del sistema de PlayStation. A falta de una solución en forma de parche que aún no ha llegado, me he encontrado en todo momento con un juego que desajusta el ritmo en momentos clave cuya naturaleza aún no logro delimitar. No sé por qué, pero he calibrado el juego unas 10 veces, cada una con una configuración distinta, y aún no he llegado a estar cómodo jugando. A veces noto que las frases rítmicas se reproducen sonora y visualmente al mismo ritmo, pero sin encajar con la interacción del instrumento; otras, logro falsear lo que veo para que se sienta más natural, pero entonces, cuando llego a frases rápidas, como las de los solos, hay una pequeña variación y se me desbarata la canción durante un segundo, hasta que vuelvo a recuperar el ritmo que me marca el juego, y no la canción.

 

 

Lo segundo que me tuvo en jaque unos días fue el tema de los solos improvisados. A priori e incluso después de probarlos las primeras veces, la idea tenía mucho potencial para mí. Hablamos de una mecánica que funciona en las secciones de solos de la mayoría de canciones, y que nos permite «improvisar», en lugar de tocar los solos originales. En los niveles de dificultad superior estas secciones cuentan con distintos patrones de improvisación que debemos seguir para tocar «bien» los solos. Así, por ejemplo, hay partes de notas sostenidas, otras de ritmos dobles o cuádruples, otras de tapping o, por supuesto, de estilo libre. Como os decía, sobre el papel es una idea brutal, pero a la hora de la verdad el resultado es nefasto a nivel musical. Es divertido juguetear con las notas, los ritmos y las técnicas para que suenen en el momento, pero no es bonito de oír, porque a pesar de que haya un sistema de programación detrás que permite que lo que oigamos mantenga la coherencia tonal, la mitad del tiempo interpreta a su manera lo que tocamos y acaba sonando lo que sonaría si las guitarras de Eddie Van Halen, Jimmy Page y John Petrucci se emborracharan e hicieran un trío muy guarro.

 

Eso es lo que yo siento al jugar a Rock Band 4, pero lo que sintieron mis colegas anoche fue muy distinto. Les daba igual que sonara mal, porque estaban tocando casi de verdad. Recuerdo a uno de ellos dándolo todo tocando el solo de a saber qué canción y viviéndolo al máximo, su cara convertida en un vivo retrato en movimiento de emociones y expresiones. Rock Band 4 es un juego para tocar con gente y punto. Antes de empezar mi propia carrera en este juego pensaba que el planteamiento del juego era lo que hacía que debiera jugarse con gente, pero ahora que he sufrido algunos inconvenientes técnicos y de diseño, me doy cuenta de que hay que jugar con más fiesta y menos drama en la cabeza. Quizá así pueda disfrutar más del juego… Aunque claro, tendría que pagar para tener esas canciones que tanto me gustaría tocar.

 

¿Sabéis qué? Lo tengo muy claro: si tenéis alguno de los antiguos juegos tenéis que haceros con este. Está claro que este no es un nuevo inicio de la franquicia; no es un juego para gente como yo que no está dispuesta a abrir su cartera de par en par para pagar instrumentos y canciones, sino para el jugador de Rock Band de largo recorrido. Si no sois esas personas, si jugáis en solitario o siempre os decantasteis por Guitar Hero, esperad a que salga Guitar Hero Live. Ahora bien, si tenéis muchos primos, soléis invitar a gente a casa o, simplemente, podéis permitíroslo, Rock Band 4 será el único juego musical que necesitaréis esta generación.

7.5
/ 10

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