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Analisis Oxenfree ,XONE

Sonidos cegadores en la noche.
Sábado 30 de Enero de 2016 por Diego Emegé

Las obras radiofónicas de nos llenan los oídos y la imaginación de historias misteriosas, pero reflejan vida humana. Oxenfree permite que los personajes se muestren y desarrollen también la historia a través del diálogo sin perder nuestro interés, igual que estas obras. Relata la pequeña aventura de un grupo de amigos que se junta con otro grupo de conocidos para montar una fiesta en una isla desierta. Después de una peculiar versión de «verdad o atrevimiento», algunos componentes del grupo se deciden a ir a explorar una cueva cercana —Álex, la protagonista, entre ellos. La cueva esconde varias torrecitas hechas con piedras colocadas una encima de otra en equilibrio y, según se cuenta, al sintonizar una radio analógica frente a ellas, algo sucederá. Después de abrir una grieta en la realidad, la velada se transforma y parece que todo se vuelve más oscuro, pero más prometedor.

 

 

Nos pasamos gran parte del tiempo conversando, sea atravesando los hermosos paisajes de la isla o negociando los varios encuentros que va regurgitando el relato. La forma más extraña de que contamos para interactuar con Oxenfree es la radio. Al sintonizarla, podemos oír melodías, fragmentos de la misteriosa historia subyacente, información sobre el entorno y, también, podemos abrir nuevas zonas. Es una herramienta muy especial y utilizarla es muy estimulante, en parte por el componente ampliamente interactivo que añade y en parte por el componente estético —tanto el sonoro como el visual— y atmosférico que aporta. Si alguna vez habéis utilizado una radio antigua, esbozaréis una sonrisa cuando os mováis por las sintonías.

 

 

Moverse por la isla es uno de los elementos que podrían haber resultado muy tediosos de no ser por las conversaciones. Los diálogos van germinando entre paseos arriba y abajo, enriqueciendo y construyendo las relaciones entre los personajes. Parece que cada ruta está plagada de pequeños descubrimientos o pequeñas ramitas en el camino que podemos decidir si recoger o no. A falta de jugar una segunda vez, es difícil delimitar hasta qué punto puede variar el desarrollo del juego según las acciones de Alex. Lo que sí que se puede ver es que el personaje en sí puede dar pie a muchas opciones dialécticas, aunque parezca tender hacia la amabilidad y la facilidad de trato. Por lo pronto, Alex cuenta con mucho fondo del que tirar a la hora de elegir hablar por las buenas o por las malas con ciertos personajes, así que todo lo que elegimos es coherente.

 

 

Oxenfree trabaja el diálogo del momento: sin pausar ni esperar. Puede dar lugar a alguna que otra frustración, especialmente cuando no estamos familiarizados con los personajes ni la importancia de lo que decimos. Por un lado, el fluir de las conversaciones es muy agradable y natural, permitiendo que callemos si no sentimos que podemos aportar nada o, simplemente, porque sabemos que un silencio es mucho más poderoso… Muchos son los juegos que trabajan el texto, las decisiones o el contenido, pero pocos los que permiten escuchar y ser escuchados. Por otro lado, en ocasiones el sistema de diálogos propicia ciertas interrupciones que quizá no queremos realizar al hablar, aunque también hay otras en las que espera a que esa persona haya terminado de hablar. Las interrupciones son parte de la vida del juego, porque añaden una dimensión muy interesante al transcurso de las relaciones. Donde falla es cuando por limitaciones del sistema o por desajustes varios nos quedamos sin conocer una información que queríamos conocer.

 

 

Es una de esas aventuras contenidas pero muy satisfactorias, con un desarrollo normal de varias horas que nos lleva por caminos misteriosos e inquietantes, pero nunca terroríficos, que no dejan que nos desviemos mucho, aunque podamos, y cuyo desenlace deja un poso claro y limpio. Oxenfree es una obra de una factura muy sensible que se permite explorar buenos planteamientos interactivos sin romper con su esencia narrativa y su atmósfera misteriosa. Con arena en las zapatillas nos rodeamos de ondas radiofónicas y sudaderas con capucha, y nos permitimos soldar nuevas conexiones con gente que no conocíamos. Oxenfree habla, y mucho, pero también escucha.

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