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Analisis Hue ,PC,PS4

Pigmento de vida.
Domingo 04 de Septiembre de 2016 por Diego Emegé

Hue es un juego de plataformas y rompecabezas en el que el protagonista, el bueno de Hue, debe recoger y coleccionar segmentos de distintos colores de un anillo especial para descubrir qué ha ocurrido con su madre. Entre sus influencias encontramos unos obvios Limbo y Braid, pero la mecánica principal por la que intercambiamos los colores del escenario le dan una perspectiva totalmente diferente al asunto. Hue se controla de forma muy parecida a Limbo, y eso debe considerarse como un cumplido. Los dos protagonistas comparten muchos elementos de diseño, entre los que se encuentran la fragilidad. También puede interactuar con el entorno de formas similares: salta, empuja y tira de cajas y puede activar interruptores para atravesar los rompecabezas.

 

La diferencia es que Hue tiene un elemento innovador, un Espectro Anular que le permite cambiar el color del fondo y de todo lo que le rodea. Una vez que Hue recoge varios colores para su anillo, puede usarlo para hacer que los objetos del entorno del mismo color seleccionado desaparezcan o actúen de formas distintas. Si conocéis Ikaruga u Outland, os sonará este concepto: si algo es del mismo color, no puede hacernos daño. Todos los rompecabezas del juego giran alrededor de esta idea para evitar o anular los obstáculos y alcanzar nuevas zonas mientras vamos recogiendo más colores.

 

 

Cambiar de color es obscenamente fácil. La acción se vincula a un clic y movimiento del ratón o a un simple movimiento del stick derecho, en cada caso. Al hacerlo, el tiempo se ralentiza para Hue, y los elementos no interactivos del nivel pasan a verse en blanco y negro. Es una forma muy útil de llevar a cabo los cambios, especialmente cuando lo hacemos bajo presión. Muchos de los rompecabezas requieren que combinemos saltos de plataformas con cambios de color, por lo que muchas veces variamos los colores mientras volamos por el aire. Es fácil morir unas cuantas veces cuando intentamos asimilar las mecánicas, pero no por culpa de los controles, sino por ser novatos.

 

No obstante, en Hue, morir no tiene muchas consecuencias. Si nos ocurre, los ojos de nuestro personaje pasan de ser dos orbes brillantes a dos «X» brillantes monísimas. Después, regresamos al comienzo de la habitación para volver a intentarlo. Si nos quedamos atascados en un rompecabezas, no hay más que salir al menú o salir de la habitación y volver a entrar. La carencia de penalización fomenta la experimentación, así que no pasa nada por decir «¿Y si…?» y hacer el loco un poco. Por otra parte, como el juego no tiene la misma sensación de violencia explícita que Limbo, tampoco tenemos la sensación de estar haciendo sufrir tanto al pobre Hue.

 

 

En cuestión de ritmo va bien servido, y tiene la virtud de mostrar a través de la propia interacción qué hay que hacer antes de obligarnos a hacerlo. Las primeras dos horas nos tienen ocupados recogiendo todos los colores del Espectro Anular, y después la dificultad de los niveles aumenta apropiadamente. Hacia el final de nuestro recorrido, tenemos que hacernos cargo de varios colores para controlar láseres, globos, superficies de salto que cambian de color al usarlas, unas calaveras que recuerdan a los Twomps, pinchos y chorros de pintura que pueden cambiar de color elementos del escenario. No existen enemigos ni obstáculos que no veamos venir, así que nuestra única responsabilidad es la de decidir qué hacer y llevarlo a cabo, y no tirar de reflejos. Dicho esto, hay que decir que resolver los rompecabezas es muy satisfactorio, y resulta gratificante.

 

El sonido de Hue es agradable y poco intrusivo. Durante la mayor parte del juego se oye música de piano muy relajante que aumenta de ritmo hacia los niveles finales. De vez en cuando nos encontramos cartas de mamá que se leen automáticamente como registros sonoros a medida que nos movemos por las zonas más vacías, y la verdad es que aunque como recurso narrativo no vale mucho, el trabajo actoral es decente y ayuda a entrar un poco en la dinámica contextual. Por otra parte, es un juego un poco lineal, pero sí que ofrece la opción de regresar a niveles ya completados para encontrar elementos escondidos. Nada muy loco, pero digno de mención.

 

 

Una de las pegas que podríamos achacarle es que los colores de la ruleta están muy cerca entra sí, y mientras que al principio la acción de cambiar los colores resulta muy instintiva, cuando contamos con más colores se vuelve un poco liosa. Además, si por lo que sea tenemos mal calibrada la pantalla, puede ser complicado distinguir entre ciertos pares de colores como el verde y el amarillo o el rosa y el morado. Por otra parte, está la posibilidad de activar una versión para daltónicos, que añade unas runas a cada color. Quizá el juego pierda un poco la esencia pura de los colores, pero puede ayudar si las cosas se complican. Otra de las pegas es que solo cuenta con un espacio para guardar la partida. Si tenéis familia o amigos, os tocará ceder el derecho de recuperar la partida.

 

Hue es una experiencia bien construida y muy agradable. A pesar de que ya tengamos callo en esto de los juegos de plataformas basados en físicas, los controles son tan simples y reaccionan tan bien que jugar es una cuestión muy amable. El apartado visual es limpio y muy especial, y los rompecabezas hacen lo que tienen que hacer, incluso se permiten sorprendernos de vez en cuando. Es corto, pero porque no quiere ser largo. Justo lo que necesitamos a veces en la vida: juegos coloridos que enriquezcan el espectro cromático de nuestra vida.

8
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