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Analisis Crazy Machines 3 ,PC

El ingenio se queda corto.
Domingo 23 de Octubre de 2016 por Diego Emegé

Crazy Machines 3 consigue algo muy hermoso: que recordemos aquellos tiernos años en los que empezábamos a usar el coco delante de una pantalla con The Incredible Machine. En Mundogamers creemos que hay un cielo especial reservado para Kevin Ryan, creador del juego de rompecabezas que nació en 1992. Se basaba en las máquinas de Rube Goldberg, que son aparatos excesivamente sofisticados que realizan «una tarea muy simple de una manera deliberadamente muy indirecta y elaborada, normalmente haciendo uso de una reacción en cadena», según el artículo de la Wikipedia, que lo explica muy bien. El juego de 1992 y sus secuelas tenían un encanto especial, dado por un aspecto visual de dibujo animado, melodías inolvidables, una interacción intuitiva, unos sistemas de juego ajustados y, cómo no, una mala leche al plantear los rompecabezas que no tiene igual (eso de golpear jaulas de hámsteres con bolas de bolos…).

 

Sentimos dejarnos llevar tanto por la nostalgia, pero el de hoy es un juego que reitera en el planteamiento de TIM sin rodeos, actualizando la fórmula visualmente y a nivel de físicas. Crazy Machines 3 ofrece un modo campaña en el que ir resolviendo los rompecabezas que nos propone Fakt Software y otro en el que podemos crear nuestras propias máquinas de Rube Goldberg.

 

 

La campaña es el apartado al que más tiempo hemos dedicado, que para eso es el que más contenido de base ofrece. El primer nivel de cada área introduce un concepto nuevo o planteamiento que la caracteriza, y cuya solución es un mero trámite para aprender de qué va la vaina. Las máquinas que vienen después no presentan una variación consistente de la dificultad, especialmente por el hecho de que las opciones para resolverlas son limitadas. A diferencia de lo que ocurre en TIM, los objetos que podemos usar son inalterables (no podemos variar ni forma ni orientación), por lo que para darles buen uso hay que colocarlos en un sitio muy específico o dejar que la física haga su magia aleatoria. En muchos niveles la solución no es muy obvia, y eso debería ser algo bueno, pero a pesar de que los objetos dependan de un sistema de anclaje basado en una cuadrícula, la sensación que nos llevamos es de que la curva de aprendizaje no está bien planteada.

 

Hay algo frustrante en la combinación entre ese sistema de anclaje y el sistema de detección de colisiones, y es que en muchas ocasiones la resolución de un rompecabezas pasa por dedicar varios minutos a colocar cada elemento de la máquina para que no entren en contacto entre sí. En ocasiones es muy obvia la ubicación de los elementos, por la fisonomía del nivel, pero otras nos sentimos perdidos, y acabamos hallando la solución de rebote, ¡y a veces literalmente! Parece que Fakt Software no acaba de encontrarle el punto al arte de colocar objetos en el mapa, porque mientras que en unos mapas no hace falta activar la secuencia para saber que falta una pieza de dominó aquí y un guante de boxeo con resorte allá, en otros hay que ir probando cada pieza en sitios distintos y moviéndola ligeramente para comprenderlo.

 

 

Por otra parte, es un juego muy goloso de recursos. Es verdad que visualmente impresiona con unas texturas de altísima resolución mejores que las de Battlefield 1 y efectos de luces y sombras que ya les gustarían a otros títulos de talla similar al mencionado. Es posible que a cierto estudio se le haya ido la cabeza un poco con la forma y se le haya olvidado trabajar el fondo. A todos nos gusta acercarnos a un balón de baloncesto con la cámara y ver clara y nítidamente la rugosidad de su superficie, pero, redundando en la odiosa comparación, The Incredible Machine, aunque no se volvía loco con el apartado visual, sus elementos encajaban y su curva de aprendizaje era excelente. Leñe, si Crazy Machines 3 también trata de imitar el sentido del humor, pero canjea mala leche y absurdo por monerías.

 

A pesar de que es de agradecer que intente mantener cierta coherencia con las formas del género, Crazy Machines 3 no solo se queda corto a la hora de innovar, sino que además no acaba de acertar a la hora de replicar una fórmula que ya es ganadora. Es una pena, porque teniendo unos modelados en 3D tan impresionantes, podrían haberse pasado del todo a esa tercera dimensión, por ejemplo, para darle la vuelta del todo a la tortilla. Ni siquiera eso, qué narices; nos conformábamos con que nos dejaran mover la cámara en esas tres dimensiones, porque si la física responde completamente a esa lógica, deberíamos ser capaces de verlo antes de tomar decisiones al ubicar los objetos. Por otra parte, aparte de esa pequeña frustración, el juego se deja disfrutar y entretiene sin problemas y relaja bastante, especialmente gracias a una banda sonora que, aunque no sea tan carismática como la de TIM, sí que se asemeja a la de algunas BSO de los juegos de Maxis. Aunque si queréis meteros en el mundo de las máquinas de Rube Goldberg, os recomendamos el juego que abrió las puertas, The Incredible Machine (y que podéis probar aquí mismo).

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