Analisis Final Fantasy XIV: A Realm Reborn ,PS4

Final Fantasy XIV: A Realm Reborn convence ya solo con mirarlo. En PS4, caminar por el mundo de Eorzea es todo un placer, más aún con el excelente control que se ha conseguido implementar en un mando de consola. Atrás queda el anterior intento, fallido, de los de Square-Enix. El reino de Final Fantasy XIV ha sabido renacer, y cómo.

 

Las críticas al original fueron terribles, principalmente por contar con una interfaz horrible, lenta y exasperante que se traducia en una mala navegación entre menús y un combate penoso. Square-Enix organizó entonces un evento que puso fin al título. Un cometa, contenedor de Bahamut, llegaría al mundo del juego, y con su fuego vomitado, prepararía el terreno para A Realm Reborn. Y así fue. El cataclismo se menciona en éste, se habla de los supervivientes, de la llegada de una nueva era y del retorno de los aventureros a las tierras renacidas.

 

Square-Enix ha conseguido que aquel batacazo online se tranforme en un trasfondo muy interesante, que articula la trama, los sucesos de la historia y le da vida a su mundo. Éste es sensacional y uno de los que más sentido tienen como conjunto de toda la saga. La escala de los escenarios, el tamaño de los árboles de su bosque, de los cristales teletransportadores ubicados en los pueblos importantes o de las casas, consiguen darle al jugador una auténtica sensación de mundo auténtico a explorar, lejos de las habituales caracterizaciones cómicas de otros JRPG.

 

Final Fantasy XIV: A Realm Reborn es bellísimo, con un acertado interés en imprimirle carácter a la naturaleza que exploramos, consiguiendo que apetezca seguir viajando y descubrir nuevas zonas. El diseño de los enemigos son de una calidad y una riqueza que le van a la par, los monstruos son preciosos, bien definidos y perfectamente explicables en el entorno en el que aparecen. Se establece una sobresaliente relación entre criatura y lugar que habita, olvidando esa tendencia tan de JPRG de poner criaturas horteras donde no corresponde. Este A Realm Reborn ha conseguido superar la difícil prueba de tomar todos los referentes de la saga y haberlos juntado con sentido. Tenemos el tono bucólico de los primeros, los personajes estilizados del ocho y el once, la tecnología del siete y el octavo, llevándonos al doce y al noveno si hablamos de armaduras, chocobos y elementos del combate. Me ha gustado mucho, tanto que me encantaría que una entrega offline tomara a éste como referente visual.

 

 

Las luchas funcionan muy bien, todo un elogio teniendo en cuenta que no lo estoy jugando con teclado, sino enteramente con el mando. Es cierto que acciones como decir algo mediante texto o moverse rápido entre menús y mapas, se hacen mejor en el teclado, pero el resultado final es excelente y creo que inmejorable. Uno que también se traslada a Vita, con el empleo de la pantalla en lugar del táctil del mando de PS4. En la portátil se juega también correctamente, sólo que la resolución no es tan buena como debería y la imagen se deshace un poco en función de los elementos que tenemos en pantalla. Eso no quita que sea una buena opción en caso de que tengáis la tele de vuestro salón ocupada. Pero lo que son las peleas se ejecutan a la perfección con el mando de consola, en un sistema de combate heredero de los anteriores online y del Final Fantasy XI.

 

En función de nuestra clase, con hasta diecinueve distintas, amén de las cinco razas disponibles, obtenemos diferentes habilidades en combate. Su ejecución consume puntos de una barra que se rellena si finalizamos la pelea, como también le ocurre la vida. Es un sistema amable con el jugador, pero también consigue meternos en líos. Si vamos demasiado confiados, pueden asaltarnos grupos de enemigos demasiado numerosos que acabarán con nosotros en un santiamén. Pero, aunque perdamos, la derrota tampoco se castiga con demasía en A Realm Reborn. Volveremos al punto que tengamos marcado como “hogar”, y vuelta a empezar. Pero sin duda, lo mejor de este sistema de clases es poder cambiar entre unas y otras sin tener que construirnos otros personajes, tan sólo variando el arma equipada. Esta flexibilidad adquiere todavía más sentido cuando se permiten combinar habilidades de varias al alcanzar niveles intermedios y con los jobs, especializaciones de las propias clases. Un sistema heredado del anterior y que se traduce aquí en uno versátil y muy inteligente.

 

 

Si algo hace muy bien este título es la entrega de cosas nuevas para hacer, tanto por las tareas como por la manera y el ritmo de entregarlas. Este MMORPG te lleva de la mano, poco a poco, para que aprendas, con una estructura de juego de rol clásico, sin olvidar, claro está, el montón de misiones de recadero tontorronas y la de exterminio masivo de bichos. Cuando considera que ya estás lo bastante formado, te permite participar en peleas junto con otros jugadores. Al superar este trámite te habilita nuevas misiones mucho más interesantes y desafiantes, en pequeñas dosis, mientras subes de nivel hasta el cincuenta, instante en el que el título enseña los dientes, transformándose en la experiencia que tiene que ser.

 

En definitiva, no me queda otra cosa que aplaudir el trabajo de Square-Enix. El único “pero”, que sólo el tiempo dirá si lo es, es el referido a sus cuotas mensuales de casi once euros. En principio parece que el pago de la misma nos ofrecerá nuevo contenido de calidad y cantidad de manera regular; pero sigue siendo el precio por el que, a día de hoy, se puede encontrar un juego de segunda mano. También es una lástima que el título esté en inglés, y en uno bastante complejo, aunque la historia tampoco es nada del otro mundo. En resumen, si os gustan los MMORPG o buscáis uno para iniciaros en consola, la oferta de A Realm Reborn os dejará más que satisfechos.

 

(Versión analizada: PlayStation 4)

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