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Analisis Diablo III Reaper of Souls ,PC

Un correcto JRPG en el que destaca su trama y la creación de Digimon.
Martes 09 de Febrero de 2016 por Adrián Suárez Mouriño

Después de toda la expectación, Diablo III nos acabó cogiendo a todos por sorpresa, para mal. Muy pocas novedades en su tónica tan conservadora, y las novedades aportadas llevaron a que, a un largo plazo que no podíamos esperar, todo acabase dejando un regusto amargo a pesar de las horas y horas (y horas) de adicción. La casa de subastas terminó por ser un error que desviaba gran parte de la atención del juego principal y le quitaba gracia al looteo para darnos una parte de mazmorreo por cada tres partes de eBay de fantasía. Pero eso ya no está, y con Reaper of Souls o no, volver a Diablo III ahora es volver a un juego casi completamente diferente.

 

Hay muchos cambios que hacen que el juego sea una experiencia nueva, que sea lo que Diablo III siempre tuvo que haber sido, aunque aún le queda solucionar el gravísimo inconveniente del siempre online. El sistema Loot 2.0 no es sólo una palabreja inventada para quedar bien y que parezca que haya diferencias. Las hay, y muchas, empezando por que ahora la inmensa mayoría de los items recogidos son sólo aptos para tu personaje, o como mucho, para los de tus acompañantes en ese momento, pero siempre habrá algo a lo que sacar partido, y sin llegar a un exceso, el número de items raros y legendarios ha aumentado para que, cada poco tiempo, saciemos nuestra obsesión de menús, estadísticas y nueva equipación. Pero no todo nos servirá, ya que no todas las ventajas de un objeto nos pueden venir bien, añadiendo ahora encantamientos que pueden afectar al uso de una habilidad en concreto, o teniendo que decidir entre hacer más daño, movernos más rápido, ganar más experiencia, regenerar más salud,... Y todo está perfectamente indicado para que sea ágil y comprensible.

 

Tenemos una nueva artesana que nos permite modificar las propiedades mágicas y la apariencia de nuestra equipación favorita. Una muestra más de que Blizzard sabe que está dando lo que los fans de Diablo quieren.

 

Pero más allá de las novedades accesibles para todos vía actualización, Diablo III: Reaper of Souls, más que una expansión, es todo un endgame infinito. Puede parecer un precio excesivo, casi tanto como el precio del juego completo cuando en realidad sólo ofrece un capítulo de la historia principal frente a los cuatro del juego, y sí, es un capítulo soberbio y lleno de novedades, con un tono mucho más oscuro y localizaciones y ambientación más acorde a lo que uno podría esperar de Diablo, pero el camino para derrotar a Malthael, el Ángel de la Muerte, no es ni el principio de todo lo que ofrece Reaper of Souls. Una vez pasados los títulos de crédito comienza el Modo Aventura, que nos ofrece un sinfín de contratos que no son más que objetivos aleatorios de exploración de mazmorras y eliminación de objetivos de élite concretos, misiones rápidas para recompensas rápidas y potentes, que, también, no son más que el principio de todo, ya que varios contratos nos llevan a la posibilidad de abrir Fallas Nephalem, espacios aleatorios plagados de enemigos de mayor dificultad donde tenemos que poner los cinco sentidos para sobrevivir y conseguir mejores items.

 

Las secuencias, como siempre, una delicia.

 

¿Es que todo gira en torno a los objetos? Podría decirse que sí. Una buena equipación es clave en Diablo III, pero no sin una correcta configuración de tu personaje eligiendo las habilidades activas, sus runas y las habilidades pasivas que más se adapten a nuestro propio estilo de juego. Con las novedades para cada personaje, todos están mucho más equilibrados, donde algunos sobresalen más en movilidad, otros en cuerpo a cuerpo u otros en ataques de rango, pero lo importante es que todos tienen un poco de todo, para que jugar en solitario no sea una molestia ni jugar en compañía una imposición para los niveles de dificultad superiores. Y el nuevo límite de nivel de 70, una vez más, es sólo el principio, ya que a partir de ahí subimos nivel de Paragón, niveles que nos permiten asignar los puntos de mejora a las estadísticas que elijamos para hacer a nuestro personaje aún más nuestro, para poder afrontar los varios niveles de Tormento y así conseguir objetos aún mejores.

 

El Modo Aventura es la auténtica salsa de la expansión. Tras el espectacular quinto acto, accedemos a misiones ilimitadas, para recorrer escenarios aleatorios sin fin con un pretexto.

 

La otra novedad, el Cruzado como clase seleccionable, es un importante añadido que da aún más variedad como clase más o menos mixta entre tanque defensivo (pero tanque de verdad) y habilidades de apoyo, aunque no es manco con sus ataques de rango. Se acaba convirtiendo en un aliado imprescindible para las buenas partidas multijugador equilibradas, no esas en las que te cruzas con alguien que avanza mucho más rápido que tú haciendo millones de puntos de daño por segundo.

 

Ahora, Diablo III es su Modo Aventura. Pasar por Diablo III o Reaper of Souls y quedarse simplemente en pasar la campaña, aunque totalmente respetable, es un desperdicio. De más de 40 horas, pero un desperdicio. Ahora que todo ha sido arreglado para que sea un placer recorrer mazmorras aleatorias y lootear a diestro y siniestro, coger a un personaje y subir de nivel hasta que tu dedo índice aguante (o que un fallo en el servidor te eche de la partida) no hace necesario volver una y otra vez a la campaña y sus eventos prefijados, sino que ahora, de verdad, da lugar a una experiencia ilimitada.

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