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Analisis Crash Bandicoot N. Sane Trilogy ,PS4

Saltando al presente
Sábado 08 de Julio de 2017 por Julián Plaza

En el mundo del videojuego hay cosas que no cambian. Aunque la oferta hoy es mucho mayor y el valor de los estrenos se deprecia más rápido que nunca, sigue habiendo gente que debe esperar a la jubilación de una generación para lanzarse a ella, para ‘ponerse al día’. De hecho, siempre la habrá. Soy de los que tuvo que esperar al nuevo milenio, en esos días en los que PS2 ya asomaba la cabeza, para echarle el guante de una vez por todas al rebosante catálogo de la primera PlayStation. Uno de sus juegos me alegró los veranos y tenía a un marsupial con tejanos y bambas como protagonista, seguro que os suena.

 

Como muchos otros preadolescentes, di el salto a los Crash con Warped, el tercero y último de la serie plataformera en ser acogido por la máquina de Sony de 32 bits. De él me fui a Cortex Strikes Back para, poco después, completar mi regresión temporal con un primero que resultaba ser el más complicado de todos: niveles más largos, saltos más milimetrados, plataformas más estrechas. Curiosamente, la curva de dificultad está invertida en una trilogía que en 2017 se está tachando de ser difícil. Mi ‘yo’ de once años me dice que quizás seamos nosotros los que hemos cambiado.

 

 

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Crash Bandicoot N. Sane Trilogy no es un traslado a escala 1:1 de lo que Naughty Dog dio a luz en los 90. Por desgracia, Vicarious Visions no ha podido contar con el código original de los tres juegos y se las ha apañado con su talento y las mallas 3D que sí se conservaron para desarrollar este recopilatorio a caballo entre el remaster HD y el remake, aunque tiene mucho más de lo segundo. Hablamos de un juego creado desde cero, una obra que añade más coleccionables, que rehace todo el apartado sonoro (vuelve a tener voces en español, aunque sin contar con el equipo original de actores de doblaje), que mejora el sistema de guardado y la interfaz, que cambia algunos colores y que incluso añade zonas nuevas; es un viaje al presente con un par de pinceladas de autor que sinceramente eran necesarias.


Sin embargo, cualquiera que los jugase en su momento percibirá un respeto por la obra original más que evidente. Puede que Crash no salte igual -se dice que el plataformeo es incluso más complicado ahora, porque se cae más rápido- y que algunas fases de conducción se sientan más fáciles (también es cierto que jugué a los de Naughty Dog con el mando de PlayStation sin stick analógico y poder prescindir de la cruz direccional cambia las cosas), pero si no sacamos la lupa tenemos lo mismo de entonces. Se siente igual, al menos, aunque en su esqueleto Crash Bandicoot N. Sane Trilogy sea muy distinto.

 

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Ahora, las cajas verdes de Nitro se han vuelto más saltarinas, también tenemos reliquias que recoger en los dos primeros juegos, hay nuevas Warp Room y podemos manejar a la hermana de Crash, Coco, en toda la trilogía, a excepción de los niveles exclusivos de cada uno; las fases como Orient Express (la de la muralla china a lomos del pequeño tigre) siguen siendo solo para la bandicoot, por ejemplo. Pero en la retina quedan las mismas cosas. Te sigues acordando del pico disparatado de dificultad en Road to Nowhere, ríes con las animaciones de algunas muertes, te empecinas en romper todas las cajas y maldices mil demonios tratando de conseguir las gemas grises y las de color, donde algunas te obligaban a volver atrás en un reto que llegaba a ser perverso. Parece ser que la mala leche de Naughty Dog se ha perdido con el tiempo.

 

Vicarious Visions nos permite volver a experimentar lo que para la industria supuso la llegada de Andy Gabin y Jason Rubin (los padres de Naughty Dog y principales responsables de Crash Bandicoot), conocer a la mascota no oficial de PlayStation en los 90 y, en definitiva, tomar contacto con una parte importante de la historia del videojuego. Vemos cómo Crash flirtea con la cámara a la espalda en un primer juego donde las fases con avance horizontal siguen siendo mayoría, notamos los cambios del segundo pero también las prisas de ND (apenas pasó un año entre cada entrega) al encontrar niveles que casi son revisiones de otros y vemos cómo el estudio se desmelenó en un cierre de trilogía con más movimientos, salas secretas y variedad. No hay más misterio que el de llegar del principio al final de cada nivel, pero hacerlo con todas las cajas rotas y volviendo para conseguir todas las gemas sigue siendo tan complicado y satisfactorio como antaño.

 

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Crash Bandicoot N. Sane Trilogy es un recopilatorio actualizado hecho desde el respeto. Se ha convertido en una buena manera de introducir a los más pequeños al videojuego de plataformas de hace dos décadas. Que el remake sea mejor que lo retrocompatible es un debate que atañe a otro momento y lugar, pero con nuestro protagonista el primero se establece como una opción igual de válida, como mínimo. En mi fuero interno sigo viendo los mismos juegos que acompañaban la merienda veinte años atrás, entre piscina y piscina, pero no lo son. Antes de cerrar la consola, sigo usando el guardado manual aunque ahora dispongo del automático, sigo saltando encima del oso polar en el menú de CSB y sigo haciendo las mismas 'trampas' en los niveles medievales de Warped. Con las comodidades de hoy, hago lo mismo que entonces. Hay cosas que no cambian.

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