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Analisis Cibele ,PC

Jugando espero al hombre al que yo quiero
Martes 10 de Noviembre de 2015 por Dayo

Nina Freeman no juega a Valtameri porque le atraiga su sistema de combate o su historia. Lo único que se hace es pulsar un botón sobre el enemigo de turno y tu avatar se pone en marcha para acabar con él a golpes, sin necesidad de preocuparse por lanzar hechizos, estar atento a la barra de salud, lanzar bufos. Quizá sí exista ese componente, pero ella no está prestando atención al juego; le saltan notificaciones con correos y fotografías, pero sobre todo está ahí por Ichi, un jugador con el que lleva hablando desde hace un tiempo y que le atrae ¿Y por qué no iba a atraerle? Ella es joven, tiene 19 años y es virgen, él es guapo y parece abrirse a su vida y sus sentimientos. Pasan las horas muertas jugando juntos, luchando juntos. Pero sobre todo, hablando. Conociéndose. Deseándose.

 

Cibele es una obra autobiográfica que, junto a anteriores títulos de buscador como Freshman Year, muestran una más que noble determinación de Nina Freeman por utilizar su vida para llevarnos a su terreno y reflejar la vida desde su perspectiva. Hace un mes tuvimos The Beginner’s Guide, un prodigioso falso documental sobre la creación artística, pero al contrario que Coda, cuya presencia sólo se induce del diálogo de Wreden, aquí realmente vemos los vestigios del pasado de Nina, quien no duda en desnudarse frente a su público, en ocasiones casi literalmente, para contar esta historia tan sencilla y personal. Mirando por el escritorio de su ordenador, momento en que nos ponemos en su piel, podemos ver carpetas con poemas excesivamente recargados que escribe en su tiempo libre, fotografías de sus viajes con amigos y, más adelante, capturas personales enviadas al chico que le hace soñar. Se siente como explorar una vida privada sin tapujos; estos no son renders ni dibujos. Son fotografías, muchas seguramente rescatadas de los archivos de su autora. Terminadas las sesiones en Valtameri vemos cinemáticas grabadas cámara en mano en las que la propia Nina se expone con una sinceridad extraña en nuestro medio.

 

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Esa es precisamente la frase que caracteriza a Cibele: “extraña en nuestro medio”. No es la primera vez que vemos un videojuego sobre el amor o que una chica se muestra en ropa interior frente a la cámara. No es la primera autobiografía ni la primera obra que se comunica a través de la pantalla de un ordenador. Pero es un videojuego comercial, y eso supone una diferencia inmensa. Hasta ahora este tipo de historias existían sólo en obras de buscador, en juegos como Dys4ia o And the Moment is Gone, pero son creaciones como Cibele las que empujan barreras para traer estas obras al frente, a plataformas como Steam.

 

Y sin embargo, mirando la historia de Nina desde lejos, no como un videojuego sino como una creación artística, no puedo evitar ver carencias. No carencias mecánicas, de si la jugabilidad es repetitiva o simple, ni estéticas o técnicas, como que el pathfinding del avatar es horroroso o que Ichi camina sobre la lava y se mueve haciendo clipping por las paredes del escenario. Son carencias de la historia que quiere contar, este relato que tanto depende de haber vivido algo similar para que realmente te llegue. Porque todos hemos tenido 19 años y todos hemos querido a alguien porque necesitamos follar, pero eso no evita que sea una historia simple que no indaga realmente en lo que es ser adolescente ni mujer ni enamorarse locamente de nadie. Las fotografías aparecen de pronto, los chats se responden automáticamente. Es un repaso a una vida, un fragmento; te deja entrar y explorarla de cerca, pero no está interesado en causas ni consecuencias sino en capturar un momento particular. Dije hace un tiempo que si un videojuego me dejaba interpretar a una mujer, realmente ponerme sus zapatos, con un poco de suerte conseguiría comprenderla mejor, y Cibele desde luego lo ha conseguido hasta cierto punto. Pero ahí también entro yo y mis propias carencias. No suelo quejarme de la duración de un videojuego, y de hecho agradezco las obras breves, pero Nina Freeman se queda corta en esta historia que promociona orgullosa sus “tres actos” que a la hora de la verdad se quedan en tres breves sesiones de juego en que dos jóvenes dan vueltas en torno al mismo tema una y otra vez. Quizá sea la intención. Desde luego no se pueden cambiar los hechos.

 

Mirando atrás, veo a Cibele como una obra importante, necesaria e interesante, pero hay algo que la diferencia de The Beginner’s Guide. Davey Wreden hizo algo más que simplemente experimentar: consiguió atrapar con una historia que quizá no sea real, pero tiene mucho de cierto. Pero igual que Freshman Year o How do you do it?, Cibele se siente más como una exploración, un tanteo. Jamás negaré el mérito por lo que ha creado y mi respeto hacia esta autora tan personal y única no se va a ir a ninguna parte. Prefiero vivir en un mundo donde este juego exista que en uno donde lamente su ausencia. Pero el intento se queda en eso, en un intento.

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